¿El silencio es salud?

Dedicada a la vida familiar y a los agapantos de su jardín calafateño, la Presidente ingresó en 2014 alejada del mundanal ruido: de la residencia austral que ella define como su lugar en el mundo no emergió signo alguno que indicara que la señora conocía y comprendía los pesares de decenas de miles de sus compatriotas.

Dedicada a la vida familiar y a los agapantos de su jardín calafateño, la Presidente ingresó en 2014 alejada del mundanal ruido: de la residencia austral que ella define como su lugar en el mundo no emergió signo alguno que indicara que la señora conocía y comprendía los pesares de decenas de miles de sus compatriotas que pasaron el último tramo de 2013 sin luz y sin agua, achicharrados por calores históricos. Ni siquiera un saludo navideño llegó desde Calafate. En rigor, las señales fueron el silencio y la ausencia.

Silencio y cálculo

Tal vez el extenso mutismo, que aún no cesa, obedece a un cálculo: mientras la enfermedad, la operación craneana a la que se sometió y la posterior convalescencia la mantuvieron alejada de la gestión y los micrófonos, la Presidente había conseguido mejorar su imagen. A partir de su regreso al cargo, aún si ese retorno fue asordinado y se concentró mayormente en la quinta de Olivos, la imagen volvió a decaer, principalmente tras aquel festejo del 10 de diciembre, en el que se mostró bailando en un escenario, rodeada por figuras de la farándula cortesana, mientras en varias ciudades argentinas se lloraban los muertos y la destrucción producidos por la ola de saqueos que acompañó las protestas y autoacuartelamientos de las policías provinciales.

La idea de repetir el distanciamiento de octubre y noviembre para recuperar aprobación pública está detrás del elaborado silencio presidencial de estas semanas. Pero esta vez la fórmula no funcionó. Varias encuestas muestran que la imagen se ha seguido hundiendo desde mediados de diciembre. La gente, que había acompañado compasivamente aquella ausencia determinada por una emergencia médica, censura intensamente esta desaparición voluntaria, que luce como un gélido abandono de responsabilidades ante desdichas colectivas en las que bastante tiene que ver la mala gestión oficial.

La táctica de la distancia

La lógica de poner distancia frente a las desgracias no es una novedad en los procedimientos K: ¿quién no recuerda, por caso, el prolongado mutismo y el encierro en Calafate cuando ocurrió la catástrofe de Cromagnon, una década atrás? (Reflexionando sobre ese momento, al cumplirse esta semana el décimo aniversario, el Papa Francisco señaló algo que se aplica a otras circunstancias similares: "Las heridas duelen, y más todavía cuando no se tratan con ternura”).

La señora de Kirchner pareció abandonar ese recurso de la fuga frente a las desgracias cuando en abril visitó Tolosa, el vecindario platense donde vive su madre, cuando aún se notaban las huellas de una grave inundación. Pero esa experiencia fue, por lo visto, una excepción.

En el caso actual, a las causas del repliegue presidencial puede agregarse la intención (la ilusión, si se quiere) de que las consecuencias de la chapucera gestión del tema energético y de los apagones masivos no salpiquen a la señora de Kirchner y, si tienen que golpear a alguien del gobierno (que siempre procura derivar las culpas a otros: empresas, medios, consumidores) caigan exclusivamente sobre las espaldas de los funcionarios que permanecieron en Buenos Aires, en primer término, del jefe de Gabinete, Jorge Capitanich y del ministro de Planeamiento, Julio De Vido.

Impotencia y repliegue

Lo que trasunta ese cálculo, esa táctica defensiva, es la creciente debilidad y el desconcierto de un gobierno que, con dos años por delante hasta el final del período, ya ni siquiera puede intentar con mínima cohesión y coherencia una política de parches para cuestiones centrales. Y que en el tema energético sólo ha conseguido un leve respiro esta semana porque el General Verano decidió replegarse momentáneamente y el éxodo de las vacaciones achicó la demanda en la Capital y el conurbano.

Entretanto, hacen cola otros asuntos no menos acuciantes: la inflación que se acelera, las paritarias que se avecinan en las cuales ya algunos gremios anticipan reclamos salariales que duplican el límite pretendido por el gobierno, los problemas financieros de la mayoría de las provincias (algunas de las cuales amagan ya incumplir los acuerdos a los que llegaron semanas atrás con sus fuerzas policiales retobadas).

Ha de ser por eso que las fuerzas políticas aceleran sus planes de contingencia, por la eventualidad de que nuevos estallidos críticos requieran respuestas y ofertas alternativas.

En la última semana Sergio Massa ofreció en El Tigre una foto del armado nacional que está intentando, que esta vez mostró muchos componentes de origen peronista, pero que pronto se propone ampliar con representantes de otras provenencias, en primer lugar radicales, independientes y vecinalistas. El Frente Renovador espera presentar en poco tiempo un listado de propuestas de políticas de Estado sobre los temas que la sociedad prioriza: seguridad, inflación, inversión, crecimiento, empleo, educación, transparencia institucional.

Un dinamismo análogo se observa en el sector del panradicalismo, el conjunto de fuerzas (UCR, socialismo, GEN, Coalición Cívica, Proyecto Sur, Libres del Sur) que coincidieron en la Capital en el espacio UNEN, que ahora se proponen extender nacionalmente como una alternativa de poder no peronista. En ese espacio se estima que a partir de marzo la situación político institucional, condimentada por la inflación y la puja distributiva puede recalentarse nuevamente.

En el propio seno de lo que supo ser la coalición oficialista, varios gobernadores e importantes intendentes se preparan para distintas eventualidades. Las candidaturas para el 2015 pueden empezar a mostrarse antes de lo que se preveía unos meses atrás: señal de que muchos imaginan calendarios adelantados.

Mauricio Macri, por su parte, se quiere ubicar en pole position. Así fuera apelando a la ironía, esta semana le sugirió al oficialismo que (“ya que me quieren traspasar todo lo que está en crisis” ) directamente le traspasaran el gobierno.

La sensación de abandono y desamparo que cundió durante las jornadas sin luz y sin agua se empieza a traducir en un desplazamiento del eje, desde el gobierno actual a lo que vendrá. De la decepción a los cambios que la realidad reclama.