La ausencia de Cristina

El peronismo empieza a discutir opciones para estabilizar al Gobierno

Gobernadores y sindicalistas no aceptan el liderazgo político de Zannini, ante la ausencia de Cristina. Las opciones que empiezan a barajarse para poner un freno a la crisis de falta de conducción. La intimidad de la Presidenta en El Calafate.

El fin de semana pasado, en plena crisis de cortes de luz ypiquetes, Cristina Kirchner decidió ir a comprar unos malvones a un vivero deEl Calafate. El dato se comenta con preocupación en los círculos de decisióndel peronismo, real sostén del Gobierno.

No es fácil acceder a la Presidenta. Solo acepta muypuntuales llamados de sus funcionarios y de ocho consultas que le hacen, apenasresponde dos y las otras seis suele despacharlas con una frase que empieza aser marca registrada: “Hablalo con Coki”.

El problema es que Jorge Capitanich esta muy lejos dehaberse constituido en un nuevo eje de poder que suplante la ausencia deCristina. Las definiciones políticas del oficialismo siguen en manos de CarlosZannini. Pero ese dispositivo está en crisis.

No es querido ni respetado por el peronismo y menos por lossindicatos. Nada menos que el sustento real del Gobierno, mal que le pese a loskirchenristas ultras de La Cámpora y otras agrupaciones, que plasmaron su ideapolítica con unos afiches que tapizan el histórico edificio del Ministerio deObras Públicas de la 9 de Julio, con la frase: “El peronismo será kirchnerismoo no será nada”.

Ese deseo es sólo eso, un deseo. La realidad es que a losperonistas que tienen responsabilidad de gobierno y deben poner la cara antesus votantes o afiliados, los urgen debates más concretos: ¿Cómo estabilizar ysacar de esta inercia desordenada a un Gobierno que no logra ponerle freno a lacrisis?

Una idea que circula por estas horas es tratar de convencera Cristina de la necesidad de convocar a elecciones internas para definir unanueva conducción del PJ a nivel nacional, para poco después de mediados de año.“Ella necesita ponerle una zanahoria al peronismo, que le permita mantener untiempo más el lugar de árbitro, sino se va a quedar sola y el poder se va a ira otro lado”, razonaba ante LPO un experimentado dirigente del establishmentperonista.

La estructuración de esa interna sería el mecanismo ideadopara formalizar una nueva liga de gobernadores, sindicalistas y dirigentesimportantes que se conviertan en el eje de poder que de sustento al último añoy medio de mandato de Cristina.

Se trataría claro de una derrota para Zannini, La Cámpora yotros sectores que usufructuaron -acaso en exceso- un poder que emana de votosque ellos no tienen. Pero no parece una mala solución para la crisis deliderazgo que vive el país.

Y en todo caso, en el peronismo profundo ya anticipan: “SiCristina no se pone a la cabeza de ese proceso, se va a dar igual a pesar deella, como ya pasó en el PJ bonaerense”, donde los intendentes se quedaron con elpartido.

Cristina está absolutamente focalizada en el cuidado de susalud, al punto que tiene abrumado al médico que mantiene a su lado para elcuidado diario, con consultas permanentes. El doctor Facundo Manes, no sin pocahabilidad, logró zafar del yugo de asistencia continua a la Presidenta yrecuperó parte de su vida.

Las prioridades de Cristina son incuestionables. Nada es masimportante que la vida y la salud. El problema es que por su propio estilo deconstrucción tan personalista, se ha producido un vacío de poder que la duplaCapitanich-Kicillof no han logrado sortear. Sus pares no los reconocen comoúltima palabra de casi nada. Y ellos tampoco han demostrado creatividad,decisión y claridad de rumbo. Tuvieron la oportunidad y hasta ahora fuedesperdiciada.

El mecanismo de acceso a la última instancia de decisiónsigue siendo el mismo: Zannini o Máximo. Fue el que utilizó el diputadocamporista José Ottavis, para abortar un avance de Scioli. El gobernador yatenía acordadas las autoridades de la Legislatura bonaerense, en un reparto queexcluía al camporismo.

Ottavis logró que Cristina lo atendiera por teléfono –acasoa través de su amistad con Máximo-. Enfrente de él estaba Zannini, que poralgún motivo hasta ese momento apoyaba la iniciativa de Scioli.

Cristina lo escucho y expeditiva le contestó: “Esta bien,hagan lo que propones vos”, que era mantener casi sin cambios las actualesautoridades que incluyen al propio Ottavis como vicepresidente de la Cámara deDiputados bonaerenses.

“Pero Cristina, por favor deciselo a Carlos”, imploróOttavis. “Bueno pásame”, le contestó la Presienta y cuando Zannini se puso alteléfono se limitó a decirle: “Hace lo que dice José”, y cortó.

El secretario Legal y Técnico tragó saliva y furioso le dijoa Ottavis: “Esta me la voy a cobrar”.

Una instancia decisiva en la definición de poder y de no serpor el vínculo personal de Ottavis con Máximo, la Presidenta hubiera estadoajena a su resolución. No fue fácil involucrarla en esa ocasión y ahora segúncomentan en el Gobierno, es todavía más difícil.

Ese es el problema central. No hay conducción.

Se vio en la crisis eléctrica, el Gobierno parecía –parece-un barquito de papel zarandeado por unos acontecimientos que no logra encausar.Pasó de tratar de tapar el tema en los medios, a la amenaza de estatización, aterminar en un anuncio de multas que remite a “soluciones” ya probadas yfracasadas. Como los acuerdos de precios.

“Cristina cada tanto llama a alguno, lo reta, pero despuésno pasa nada. Ya le tomaron el tiempo”, explicó otra fuente de acceso frecuenteal poder. La Presidencia a control remoto no parece el mecanismo más adecuadopara conducir un movimiento como el peronismo.

Es verdad que estamos en un tiempo especial. Que lasvacaciones permiten alargar la indefinición y acaso trasmitan a algunos hombresimportantes del Gobierno la equivocada sensación que están viviendo un mundoposible. Pero las vacaciones, como hace ya mucho tiempo lo descubrieron LosRamones, no son eternas.