Los halcones K y el destino de la transición

Cristina Kirchner disparó una andanada de tuits. Entre ellos, uno que apuntaba contra la policía (así, en general) señalada por vía negativa como responsable de “organizar la delincuencia para robar a gente y comercios, instalando miedo y terror.”

 Mientras viajaba a Calafate, su lugar en el mundo, dondepiensa pasar primero el fin de semana y luego la Navidad y el nuevo año lejosdel estrés del gobierno, la señora de Kirchner reincidió en uno de sus hábitosfavoritos y disparó al espacio digital una andanada de tuits. Entre ellos, unoque apuntaba directamente contra la policía (así, en general) señalada por víanegativa como responsable de “organizar la delincuencia para robar a gente ycomercios, instalando miedo y terror.”

El todo y las partes

Más que una acusación –que requeriría precisiones, sustento y consecuenciaslegales- se trataba de una insinuación, simultáneamente pesada y ligera. Alparecer, la Presidente tuvo en cuenta que en el domicilio de un agente policialentrerriano se habían encontrado electrodomésticos posiblemente saqueados y apartir de ese caso particular se atrevió a la sinécdoque y saltó literariamentede la parte al todo.

En ese todo genérico, ¿está incorporada la policía federal,para quien casi a la misma hora elJefe de Gabinete J. M. (Jorge Milton, no Juan Manuel) Capitanich anunciaba unincremento salarial (o parasalarial, está por verse) para equiparar las a las fuerzas policiales que obtuvieronsus aumentos por vía de protesta , autoacuartelamiento o “trabajo a reglamento”¿ ¿Incluía la Presidente a la Policía Federal en su imputación? ¿A quién serefería, específicamente? La prudencia aconsejaba recortar su concepto, aguzarla puntería verbal. Moderar eltuiteo.

Los acontecimientos que conmovieron al país en la últimasemana larga no están plenamente superados. Sin duda la modalidad que adoptóesa protesta, que en muchos casos dejó el espacio público sin contención ylibrado a una especie de ley de la selva, merece el rechazo de la sociedad, perouna cosa es repudiar esa intolerable pasividad y otra diferente –sin duda más grave- es sostener que “lapolicía” organizó el pillaje. Sin duda es indispensable separar lasmanzanas podridas y los funcionarios negligentes, pero se trata de hacerlo custodiando instituciones que, ha quedado claro, son indispensables paraque la sociedad funcione.

Se ha prestado atención a los patéticos salarios que cobraban (hasta antes de suprotesta) los agentes policiales. Se ha escuchado menos una de las reivindicacionesque, desde los inicios de esos hechos, enumeraron las esposas que hablaban en nombre de los agentes: pedíanque no se manchara a todo el cuerpo con las acusaciones y las sospechas quegeneran algunos de sus hombres. De una crisis de esta naturaleza se salecon limpieza a fondo,perfeccionamiento profesional, mejora salarial y también dignificando y elevando moralmente afuerzas que vienen de años de maltrato verbal y postergación material. Lasacusaciones al voleo, que pueden ser atendibles en los ciudadanos de apie, son una muestra de agudainmadurez en aquellos que asumen altas responsabilidades. Desde La Plata, elministro de Seguridad bonaerense, Alejandro Granados, señaló que los pillajes ysaqueos, “según lo que evaluamos con la policía, ya se está tornando como undivertimento de los jóvenes; por ahora, estamos detectando que nadie losmanda”. El análisis de lasautoridades bonaerenses parecía una refutación directa al precipitado tuit presidencial.

Condiciones anormales

La cadena de desobediencias policiales en provincia se habíadesencadenado a partir de una decisión imprudente del gobierno central: negarel envío oportuno de fuerzas federales a Córdoba, ante la primera protesta yante el pedido de sus autoridades. La ola de vandalismo que aconteció en un territorio sin ejercicio prácticode la autoridad en las calles forzó un acuerdo que no se consiguió “en condiciones normales” porque, comoseñaló De la Sota el martes 10, “ninguno de los gobernadores está negociando en condiciones normales” .

Los gobernadores apagaron el incendio (quecobró una docena de muertes, varias decenas de personas heridas y daños que para muchas de sus víctimas son prácticamente irreparables) acordandoincrementos que exceden en muchos casos la capacidad de las arcas de susprovincias. Se ha calculado que los nuevos sueldos demandarán unos 25.000 millones de pesos que, obvio, no estaban presupuestados. Eso, sin contar el efecto que estosacuerdos tendrán a la hora de discutir los sueldos del sector público en lasparitarias venideras, en las que seguramente el porcentaje reclamado tomarácomo piso aquel que ya les fue concedido a las fuerzas policiales. En algunasprovincias se ataron, inclusive,las futuras mejoras de las policías a las que obtengan los gremios docentes.Así, las siempre problemáticas discusiones con los sindicatos de la enseñanzaque empiezan en febrero tendrán en la policía una suerte de jugador número 12,evocando desde la tribuna la necesidad de que los maestros obtengan el máximoposible, por las consecuencias que esas discusiones podrían tener no sólo enlas aulas, sino eventualmente en las calles. Así, la situación pone al país entre el fuego de lainseguridad y el aceite hirviendo de la creciente inflación.

La Liga de jefes territoriales

Los malos momentos promovidos por las rebeldías policiales llevaron a losgobernadores y a muchos intendentes a establecer comunicación directa y recíproca y a cambiar opiniones sobre el comportamiento del gobierno central que gatilló esoshechos. Y también sobre un manejo de los recursos que retacea a las provincias y aspira casi el 80 por ciento desde la caja central.

En situaciones normales, el diálogo y la coordinaci´ón entrelos estados provinciales y el estado central está a cargo del ministro deInterior. No trascendió acción alguna en ese sentido de la cartera que conduceFlorencio Randazzo. En cambio, se ha ido constituyendo, por el momentotelefónicamente, una liga de jefes territoriales, que es particularmente densaentre los de origen peronista. Se nota allí alguna decepción por la facilidad con la que el Jefe de Gabinete cedió terreno (y acompañó) una suerte decontraofensiva de los sectores más facciosos del oficialismo, que consiguieron neutralizar en la últimasemana algunas expectativas creadas junto a la llegada de Capitanich. Latensión entre aquellos que en lacoalición oficialista propician elcambio de rumbo y la adecuación a los tiempos de la transición y los queresisten atados al viejo relato por momentos se recalienta.

Los “halcones” y la ingobernabilidad

La Casa Rosada quiso recuperar el predominio del relato empleando en beneficio propio elrecuerdo de los 30 años de democracia. No está mal recordar una fechaemblemática, pero resulta contraindicado hacerlo con tono festivo y en atmósfera de farándula cortesana enel mismo instante en que la mayoría de las provincias atraviesa momentos deduelo, de temor, de graves pérdidas. Que el discurso presidencial no asumiera ni con una mención el dolorpor las muertes acaecidas expuso un cruel divorcio entre la realidad y el relato y convirtió en pura cháchara eso de “que la muerte no nos seaindiferente”., que sigue cantandoel ex rebelde León Gieco.

Más señales dela contraofensiva de los halcones K: el fiscal José María Campagnoli fue suspendido por un Tribunal de Enjuiciamiento del Consejode la Magistratura a pedido de la Procuradora Alejandra Gils Carbó, primera espada del oficialismo en laJusticia. A Campagnoli se lopersigue por sus investigaciones sobre el empresario santacruceño LázaroBáez. El oficialismo, con loscartuchos que le quedan, pretende dejar resueltos algunos asuntos en la estructura de la Justiciaantes de que sea tarde . Según el senador radical Mario Jorge Cimadevilla ”todos estos procederes no hay queanalizarlos aisladamente, sino que conforman toda una estrategia del poder paragenerar impunidad. Y si nosotros estos episodios los analizamos aisladamente,lo que vamos a perder de vista es la dimensión que está tomando esta necesidadde impunidad del poder”. Conla cruzada contra Campagnoli (que amenaza también a otros fiscales)el sector más duro del oficialismo reabre una pelea por el control de la Justicia quepareció haberse dejado de lado después del fallo de la Corte sobre el casoClarín, que pareció complacer, almenos parcialmente, al gobierno.

El clima de combate conspira contra la perspectiva de unatransición razonablementenegociada. Cada avance de los halcones K erosiona esa posibilidad y obstaculizalos pasos de quienes buscan romper el aislamiento y reformar, así sea homeopáticamente, el modelo imperante.En ese sentido, vuelven más difícil el desafío de la gobernabilidad.

Esta semana, Eduardo Duhalde volvió tras un período deponderado silencio y propuso que la Iglesia renueve la experiencia del llamadoDiálogo Argentino, un ámbito de reflexión y búsqueda de consensos quecontribuyó, tras la crisis de principios de siglo, a la construcción de unaatmósfera social más respirable.

Parece una idea sensata: la Iglesia (fortalecida por la presencia del Papa Francisco en Roma)es probablemente la única voz en condiciones de encarar esa empresa con posibilidades de éxito. Los signos de atomización y decadenciaavanzan y llegan a ocultar, tras sus tormentosos nubarrones, todas lasseñales de resurgimiento potencial de la Argentina que están amano y que sólo requieren unespíritu de concordia y unaestrategia inteligente.