Argentina-Estados Unidos: un nuevo desencuentro

Se ha escrito un nuevo capítulo en la historia de desencuentros entre Argentina y Estados Unidos, producto nuevamente de la política errática del gobierno kirchnerista. En esta oportunidad, se trata de la decisión del poder ejecutivo de incautar parte del cargamento de un avión de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, por supuestas irregularidades en el material ingresado a nuestro país.
Desde la perspectiva norteamericana, pareciera ser éste el golpe más duro que ha recibido la relación bilateral en los últimos tiempos. Recordemos tan sólo las palabras del subsecretario adjunto de Defensa de Obama, Frank Mora, quien calificó a la controversia como "seria" y "sin precedente". Si bien el gobierno norteamericano está acostumbrado ya a la imprevisibilidad en la conducción de nuestra política exterior; en esta ocasión los costos han sido aún mayores y pueden ser interpretados desde múltiples planos.

Por un lado, la llegada de este avión se daba en el marco de un programa de entrenamiento para grupos especiales de la Policía Federal, destinado al “manejo de crisis y toma de rehenes”. En el mundo de la diplomacia, los países que deciden soberanamente realizar este tipo de programas de cooperación, son naciones socias y amigas, que justamente van a intercambiar capacitación en un área tan sensible como es la seguridad; y por consiguiente, debieran resolver sus diferencias a través del diálogo y el acuerdo y no del atropello y la prepotencia. Lejos de lo que plantea el gobierno argentino, los intereses nacionales y la ley pueden respetarse sin la necesidad de afectar los vínculos externos.

Por otro lado, este tipo de episodios provoca un efecto negativo sobre nuestros países aliados, quienes perciben que pueden ser sometidos a los mismos métodos utilizados por el gobierno nacional en esta oportunidad. Evidentemente, esta administración carece de una evaluación de los costos que en materia internacional produce este tipo de manejo de las situaciones que involucran a terceros países.

En el tercer lugar y en el plano doméstico, nos hemos visto afectados por la suspensión de los cursos de perfeccionamiento, donde se hubiesen capacitado los oficiales de la Policía Federal con métodos e instrumentales más modernos que los que cuentan en nuestro país, producto de la cooperación con el gobierno norteamericano.

La sobreactuación en materia de política exterior se ha convertido, casi en una constante de esta administración, utilizando está política pública con fines demagógicos y electorales. Por cierto, la presencia del propio Canciller Timerman en el aeropuerto de Ezeiza, ordenando personalmente que se revise el material, es una muestra contundente de esta sobreactuación. Les propongo tan sólo el ejercicio de imaginarnos a algún Canciller de países que conducen seria y responsablemente sus asuntos externos asumiendo una conducta de esta naturaleza.

Es hora que Argentina tenga un claro rumbo en el manejo de los asuntos externos. Que sea una nación confiable y predecible internacionalmente; recuperando el prestigio alcanzado y mantenido durante años por nuestra diplomacia. El camino que nos conduce en esa dirección se sustenta en el respecto por las leyes nacionales e internacionales, la promoción de los valores democráticos y la vigencia de los derechos humanos; así como también por la racionalidad en la conducción de la política exterior. Sobre estos pilares podremos lograr posicionar a nuestro país a nivel internacional. Quizá éste sea uno de los desafíos más importantes que deberá enfrentar la próxima gestión de gobierno.