Por una nueva ley de Adopciones en la provincia de Buenos Aires.

Esta primera nota, forma parte de una sucesión de aportes que estamos dispuestos a plantear, en torno al tema de la adopción junto a distintos profesionales en la materia. 
Sin dudas, la adopción es una problemática en la que debemos avanzar y que nos presenta un doble desafío desde lo humano: El “convertirnos” en padres y el deseo y la necesidad del niño, de encontrar e “identificarse” con una familia, en definitiva, ser parte de ella.

En Europa se habla de adopción e inclusión porque los bajos índices de natalidad, en algunos países, produjeron el cierre de las oficinas de adopción. Esta realidad llevó, a quienes deseaban ser padres adoptivos, a repensar la adopción y así romper con el arraigo a adoptar niños de la propia nacionalidad y abrir las puertas a la adopción internacional.

Esta adopción requiere de una conducta inclusiva de los flamantes padres, son chicos que no sólo han cambiado de familia, sino de país y, la mayoría de las veces, de continente. Las familias adoptan niños de otros orígenes y se ven obligadas a trabajar en la inserción social dentro y fuera del grupo familiar. Algunos niños pueden ser muy diferentes por las características de su cultura, costumbres, idioma de origen. Los padres se enfrentan al desafío de aprender a aceptar e incluir a ese pequeño, nuevo miembro de la familia junto con sus hábitos y su bagaje cultural. Vale la pena mencionar que UNICEF –el organismo creado por Naciones Unidas y que trabaja en forma permanente por el bienestar de la infancia- no considera positivo para los niños la adopción internacional, salvo situaciones muy particulares.

En estas latitudes, el escenario es otro, sin embargo, la adopción también cumple un rol inclusivo.

Muchos chicos pasan la infancia vagando en las calles o en hogares de menores y gran cantidad de parejas o personas solteras buscan ser padres adoptivos. La adopción es el puente que lleva a cada uno de esos niños que, por diferentes razones, fueron abandonados por sus familias de origen, con otra familia que está dispuesta y deseosa de recibirlo.

Así, adoptar un hijo es ser parte de un complejo pero eficiente modelo de colaboración interfamiliar y de inclusión social, que permite la reinserción en el sistema social de un niño que, de otro modo, posiblemente estaría destinado a la exclusión.

En la exclusión, vale la pena aclararlo, estos niños no encuentran grandes propuestas. La mayoría de ellos viven como vagabundos, sin escolarización y siendo explotados y abusados, encontrando sólo el camino de la delincuencia o la prostitución como modo de vida aún en la vida adulta. Muchas mujeres, víctimas de la exclusión, pasan a integrar el mercado de la venta de bebés, algunas veces, siendo ellas mismas víctimas de la trata de personas.

Adoptar es aceptar al hijo como propio sin adueñarse de él, las familias adoptantes saben que el registro de la familia de origen es un documento que el niño adoptado puede consultar a partir de los 18 años. Por lo tanto, las familias adoptivas pasan a ser familias que ayudan a otras familias que, por motivos que ignoran y no deberían juzgar, han renunciado a continuar con la crianza de sus hijos. Estas parejas o familias que adoptan, cambian su estructura y crecen con la llegada del niño y cada integrante, cumple un nuevo rol en la sociedad, se comprometen a brindarle un hogar, una educación, una familia: Pasan a ser padres.

Vivir en la calle o en una institución después de su abandono, no les puede dar a esos niños una contención ni siquiera similar a la que brinda el entorno familiar, ésto nos lleva a repensar y promover la adopción.

Diana Marré dice que la mayoría de los niños abandonados no son huérfanos, sino huérfanos sociales. La sociedad intenta contenerlos desde muchos lugares: ONGs, hogares para chicos huérfanos, asistencia. Sin embargo, la adopción es el camino más sensato para cambiarles la vida y darles un nuevo espacio dentro de la sociedad.

Otra forma de adopción todavía más llamativa y que demanda un compromiso social altísimo, es la llevada a cabo por madres y padres que adoptan niños con enfermedades crónicas o algún tipo de discapacidad cuando sus familias no pueden continuar con su cuidado. Estas familias suelen ser familias transitorias, aunque a veces se logran adopciones permanentes de este tipo.

Así, la adopción interviene en forma directa y positiva en la inclusión social. Los chicos sin padres tienen la posibilidad de encontrar un hogar, una educación y, una familia. Un chico adoptado, es un chico menos en las instituciones, en la calle, o en el mercado de trata de niños con lo terrible que es ese destino. Los padres adoptivos, saben que están siendo parte de una cadena de favores.

Las demoras en los trámites de adopción, llevan a brechas generacionales entre padres e hijos que suelen tener, más de una década de diferencia con sus pares en la escuela.

Promover y facilitar responsablemente la adopción, colabora en desalentar la trata de bebés y niños, la trata de mujeres, la exclusión social, el analfabetismo y, en ocasiones, de plantear la delincuencia o la prostitución como las únicas alternativas posibles.