El peronismo frente a los derechos humanos del pasado y de hoy

Duhalde exhibió en su lanzamiento una foto con las Madres de Plaza de Mayo. Muchos de los que lo acompañaron en el acto, no estuvieron de acuerdo. Núcleos duros que despreciaron la lucha a favor de los derechos humanos y ven en el kirchnerismo una venganza montonera.
Eduardo Duhalde empezó hoy su discurso de lanzamiento como candidato a presidente del peronismo opositor, recordando que él fue abogado defensor de presos políticos durante la dictadura, y que el día de asunción como Intendente de Lomas de Zamora, las Madres de Plaza de Mayo de ese distrito, estuvieron presentes, usando sus los pañuelos que las distinguen. Para probarlo, expuso una foto de ese día. En estos días de furia, cuando el Gobierno lo eligió como responsable de todos los males nacionales, necesitaba una prueba. Y la expuso.

Justo es reconocer que muchos de los peronistas que lo acompañaron en el acto, no estuvieron de acuerdo con que Duhalde recordara sus lazos con las Madres. En efecto, anidan en el peronismo núcleos duros que despreciaron la lucha a favor de los derechos humanos cuando de verdad peligraban en la Argentina, y ven en el kirchnerismo la mismísima encarnación de la venganza montonera, que como no pudo derrotar a Perón en vida, pretende domesticar al peronismo desde el poder.

Durante la dictadura, los principales dirigentes peronistas no integraron en forma activa las organizaciones de derechos humanos. Sin embargo, fueron centenares los que tuvieron un rol protagónico. Desde Angel Robledo, que protegió a Nilda Garré en su casa, a Carlos Menem, que firmó solicitadas apenas salió de su cárcel de Las Lomitas, a Deolindo Bittel, Herminio Iglesias y Carlos Corach, que presentaron listas de desaparecidos frente a los miembros de la Comisión de Derechos Humanos de la OEA que visitó el país en 1979, a Saúl Ubaldini, que armó una CGT combativa, son innumerables los casos de dirigentes que tuvieron el valor de hacer lo que correspondía.

Por cierto, no es el caso de todos. Néstor Kirchner, sin ir más lejos, durante la dictadura volvió a Río Gallegos a dedicarse al negocio inmobiliario. No tomó contacto con las organizaciones de derechos humanos de su provincia, ni defendió a presos políticos. Tampoco se interesó por la suerte de quienes habían sido sus compañeros de facultad, en La Plata.

Por qué Kirchner y su esposa Cristina abrazaron la causa de la defensa de los derechos humanos del pasado argentino cuando llegaron al Gobierno, será un tema que seguramente será de interés de los historiadores.

Pero aún los peronistas más reacios a una política de defensa a valores que siguen considerando “liberales”, como la vida y la libertad, aceptaron sin chistar compartir escenarios con Hebe De Bonafini y Estela de Carlotto, una y otra vez. Y asistir, mudos y hasta divertidos, a la exacerbación de la política de derechos humanos como paraguas ético, para la consumación de las más variadas tropelías.

Finalmente, se estaba hablando de tres décadas atrás. Y con el presente, no hay problemas, como bien lo saben los gobernadores que no tienen la mala suerte de convivir con un canal de noticias que transmita en directo represiones varias. Es que el problema no es lo que pasa, sino que se registre por medios no domesticados, lo que pasa.

Un movimiento complejo

El peronismo es un movimiento complejo, con códigos difíciles de comprender entre los ajenos a sus rituales, que cuando carece de líder o un jefe ganador, pone en funcionamiento sus brújulas con norte a la permanencia. No lo hace a los gritos, como le cabe a cualquier poder permanente. Pero claramente se percibe que empezó a funcionar bajo el “modo stop and wait”, mientras protege tierras en zonas urbanas de cualquier intrusión.

Cuando Perón murió, las tribus peronistas se abroquelaron protegiendo a su viuda, y expulsando a José López Rega. Muerto Néstor Kirchner, el peronismo volvió a rodear a la mujer que quedó sin su compañero. No tanto porque comparen a Kirchner con Perón, ni a Cristina con Isabel.

Simplemente, porque no quieren que el discurso de los kirchneristas que avalan la estrategia de “agudizar las contradicciones”, lleven al Gobierno a tomar posiciones extremas, que no resuelvan los problemas, ni cuenten con el respaldo de las mayorías. Quieren una Cristina que gobierne hacia el centro, sin pretender resolver en unos pocos meses, lo que ni su gobierno ni el de esposo siquiera intentaron.

- “Si Néstor no le puso conducción civil a las fuerzas de seguridad cuando tenía todo el poder, es inconcebible que su esposa quiera hacerlo cuando sólo le queda un año de gobierno”, dijo a LPO un homo bonaerensus que no asistió al acto de Duhalde.

Conservadores, algunos peronistas temen que Garré, la nueva titular de Seguridad, exitosa en Defensa, desate fantasmas del presente, que provoquen la desestabilización del Gobierno. Jamás opinaron sobre la política militar. Ahora, nadie les pregunta. Pero empiezan a murmurar.