Y sí: Menem también es parte de la democracia argentina

Menem tiene razón en reclamar ser parte de las soluciones que vienen. Es un ex presidente que llegó por el voto popular y estuvo preso en la dictadura militar, lo tenía al obispo Angelelli de amigo e, incluso, a muchos hoy funcionarios kirchneristas que fueron montoneros.
Creer o reventar, Carlos Saúl Menem fue presidente de la Argentina por 10 años. Aunque pretendamos negarlo, se lo votó dos veces. Dejó una bomba a punto de explotar, pero entregó el poder en tiempo y forma. Y todo el peronismo, el que está en el poder y el que disiente, formaron parte de sus dos gobiernos, con más o menos protagonismo. Muy poquitos se animaron al ostracismo o sacar los pies del plato, buscando otros caminos fuera del cobijo protector de la gran familia donde todo está permitido, menos la inocencia.

Los simples mortales podemos esperar con ingenuidad un gesto desinteresado, al menos una vez, de quien fue amado por buena parte del pueblo argentino. Pero ese es nuestro problema.

Menem tiene razón en reclamar ser parte de las soluciones que vienen. Es un ex presidente que llegó por el voto popular y estuvo preso en la dictadura militar, lo tenía al obispo Angelelli de amigo e, incluso, a muchos hoy funcionarios kirchneristas que fueron montoneros. Es más. Recordemos que en su momento se dijo, y nunca se negó, que a la campaña de Menem llegaron varios millones de las arcas montoneras sacadas en el secuestro a los Born, traídas desde Cuba.

Claro, después Menem puso ministros propuestos por esa familia. Pero igual tuvo funcionarios provenientes de Montoneros, que ocuparon cargos claves en su administración, y pudieron cuidar a sus ex compañeros y familias. Recordemos, también, que Menem tomó la decisión de hacerse cargo en forma personal de los indultos (es decir, pagando todos los costos políticos) de los miembros de las juntas militares presos y también de Mario Eduardo Firmenich.

Por supuesto que los peronistas disidentes también tienen razón en evitar la presencia del ahora senador por La Rioja. No se necesita ser experto en campañas para saber que es la mancha venenosa de la imagen de cualquier dirigente con aspiraciones a seguir creciendo, a gozar del respaldo de nuevas mayorías. “Dime con quién andas y te diré quién eres” es un refrán obvio, que funciona con fuerza de ley en el mundo de la construcción política, que es también de la construcción de la imagen política.

Un pueblo negador

Como los medios son víctimas de sus audiencias, los políticos son víctimas de su electorado. Y los argentinos somos un pueblo negador. En el 83 nos despabilamos con que hubo desaparecidos. Y en el 2001 con que un peso no valía un dólar, y se “vieron” los pobres que la compulsión privatizadora ocultó. Ahora Menem nos recuerda que fue presidente, y si quieren que vote como pide la mayoría (contra el oficialismo), tienen que pedírselo muy especialmente.

Como Menem en el 89 y el 95, Néstor Kirchner tampoco salió de un repollo. Llegó hasta acá, con el respaldo del peronismo que lo hizo presidente a pesar de que lo conocía, y que lo dejó avanzar sobre toda regla de administración de gobierno y todo código político, fascinado con sus picardías. Pero fuera del peronismo, también se le permitió todo. Radicales, socialistas, organismos de derechos humanos, gente de izquierda, gente de derecha, empresarios, sindicalistas, lo dejaron hacer lo que quiso, como quiso. Muy pocos se resistieron. Hasta que los pueblos del interior se rebelaron contra la Resolución 125, pocos, muy pocos, se animaron a marcarle la cancha.

Entonces, nobleza obliga: senador Carlos Saúl Menem, por favor, venga la semana próxima a dar quórum a la oposición y, por favor, vote como quiere el pueblo, contra el Gobierno.