El malestar de la política

En "El Malestar de la Cultura", Sigmund Freud plantea que frente al sentimiento oceánico del narcisismo ilimitado la cultura aparece en las sociedades para poner límites. El Grupo Clarín en particular y los medios en general funcionan en la Argentina como un límite intolerable para los políticos, que les recuerda que no son eternos.
“A todos los colegas que a diario sufren
destrato: si sobrevivimos al
kirchnerismo, podemos trabajar en
cualquier época”.

Lucio Di Matteo, en
“Gracias, Néstor. La política de
los negocios”, Ed. Sudamericana.



En TN, el diputado pampeano Manuel Baladrón, presidente de la Comisión de Comunicaciones, pidió al final de un reportaje unos segundos más para mandar el único mensaje que le interesaba a sus compañeros de la Cámara de Diputados: “en ésta, o ganan las corporaciones o gana la política”.

Es que hay tres cosas que saben tanto Baladrón como Néstor Kirchner –el Presidente Real-. Una, que la mayoría de los diputados no está demasiado convencido de que valga la pena librar una guerra a matar o morir con el Grupo Clarín. Dos, que la mayoría de los diputados –y la mayoría de los políticos, sin distinción de partidos-, tienen muchas cuentas pendientes contra el Grupo. Y tres, que “las corporaciones” son los medios en general. Salvo, claro, los que manejan ellos.

En un país con instituciones débiles y empresarios y políticos que siempre corren presurosos al auxilio del ganador, el Grupo Clarín y los medios independientes, funcionan como un innegable contrapoder. Algunos, como el caso de Clarín, aprovechan los tiempos de romance de la población con el gobierno de turno para sacar beneficios para sus empresas.

Hay que reconocer que lo hace con habilidad, porque incluso en los momentos en que las mayorías endulzan las encuestas oficialistas, el Grupo Clarín le dio profuso espacio a las voces más opositoras a cada administración. Carlos Chacho Alvarez y Aníbal Ibarra contra el gobierno de Menem, por ejemplo. O Elisa Carrió y María del Carmen Alarcón contra Kirchner, por dar sólo ejemplos. Claramente, son liderazgos que obtuvieron facilidades para consolidarse en la población, gracias a esta visión de las cosas.

Decir que el Grupo Clarín defiende sus intereses económicos, no explica nada. Lo verdaderamente fascinante del caso es que Clarín no es un empresa cualquiera, sino una de medios, que logró hacerse fuerte en el riesgosísimo mundo de la formación de opinión pública, y que con decisiones empresariales más o menos correctas, algunas torpes pero otras de vanguardia, lidera uno de los grupos de comunicación más admirado (también temido) de América latina, que en cualquier otro país sería defendido con orgullo.

La selva Argentina

Pero estamos en la selva Argentina, donde cada uno de los que gana pretende haberlo hecho para siempre y modela un sistema único para seguir ganando hasta la eternidad. Ahí es cuando se piensa que tendrá al Grupo Clarín de aliado permanente, porque la vorágine que produce la gloria entre los que estuvieron en las márgenes del poder y de repente ganan elecciones en la Argentina, eternizan el instante y lo consideran inmutable.

A poco de andar cada gobierno, aparece la Argentina hiperpolitizada, inquieta y desafiante, con sus voces que todo lo discuten y critican. La Argentina que no tiene organismos de control para llevar sus demandas, porque los que existen no tienen presupuesto o están domesticados desde el Estado. La Argentina que no es atendida en los despachos oficiales. La Argentina que deambula en plazas, calles, juzgados, iglesias, cortando rutas, presentando causas, organizando protestas.

Para qué. Para que vayan los medios de comunicación, que están allí para reproducir esa Argentina que los que ganaron no quiere ver, no quiere escuchar. Primero sale en los que siempre salen primero (digamos Perfil, alguna radio), después sale en los que siempre salen segundo (digamos La Nación, algunas otras radios), más adelante, sale en los que siempre salen al final (digamos Clarín y todos los demás).

Es que las opiniones de las sociedades no son estáticas, se mueven al compás de los resultados de los gobiernos, las innovaciones tecnológicas, las visiones del mundo que llegan a través de los medios, la aparición de nuevos problemas, antes inexistentes. Es ahí donde los medios en general encuentran su sentido en las sociedades de masa: espejando actores sociales diversos y según sus públicos, leyendo cambios y adaptándose a los estados de opinión, que están en transformación permanente.

Allí donde la política se vuelve rígida y apela a dogmas del pasado para sobrevivir, y se siente acosada por la opinión de los ciudadanos que le demandan respuestas a través de los medios, ya que las instituciones no existen o carecen de valor, el Grupo Clarín y los medios en general navegan cómodamente exponiendo por el espacio público lo que los políticos y las burocracias no toleran escuchar: el descontento social.

En todo tiempo y lugar, donde existen sociedades democráticas, hay medios de comunicación poderosos que se enfrentan con los gobiernos. Que sean poderosos no evita la diversidad, ni tampoco la aparición de más y nuevos medios, casi en forma permanente, que incluso son enemigos acérrimos de los medios ya instalados.

Los medios de comunicación en sociedades democráticas son productos culturales de sociedades cuestionadoras de todo poder, incluso el de los medios. Antropológicamente, funcionan en su totalidad como un universo donde se enfrentan todas las voces y se subliman las agresiones que podrían terminar en guerras tribales, sino fuera justamente porque se debate.

Freud y Kirchner

En “El Malestar de la Cultura”, Sigmund Freud plantea que frente al sentimiento oceánico del narcisismo ilimitado o la sensación de infinitud y eternidad, la cultura aparece en las sociedades para poner límites y controlar los impulsos agresivos.

Sabemos que la mayoría de los políticos argentinos no se caracteriza por haber desarrollado el pensamiento abstracto. El Grupo Clarín en particular y los medios en general funcionan en la Argentina como un límite intolerable para esos políticos, que les recuerda que no son eternos. Y como son narcisismo puro, no encuentran culpabilidad en sus propios errores, sino en cualquiera que les recuerde su finitud, y necesitan castigarlos.

Para esos políticos argentinos, es el Grupo Clarín en particular y los medios que no le son adictos en general, los culpables de que la Argentina no haya saldado su deuda con la pobreza, de que haya reproducido la inequidad social, y hasta de que haya perdido la mejor oportunidad de volver a liderar el concierto de las naciones con una sociedad integrada social, económica y regionalmente.

Muchos periodistas, incluso, están muy confundidos porque esos políticos atacan al Grupo Clarín con un discurso falsamente democrático y antimonopolizador. Los límites son buenos para todos, incluso para el Grupo Clarín, pero no pueden ser puestos en forma arbitraria, a modo de venganza y con el objetivo de armar un monopolio propio mayor al que existe.

En medio del conflicto del campo, me llamó la atención que Néstor Kirchner se empecinara en ocupar TAMBIEN el espacio de la calle, mandando a sus militantes a ocupar la Plaza de Mayo primero y después a armar una carpa frente al Congreso de la Nación. Me impresionaba la vocación de ocupar el Gobierno, el Congreso y también la calle, es decir, todo el espacio político posible. Después supe que siempre había sido así en Santa Cruz, que la calle TAMBIEN era de su gobierno.

Ahora ya no me llama la atención que TAMBIEN quiera tener el fútbol, los canales de noticias, los de aire, las productoras de contenido, la distribución de bancha ancha y telefonía. Es que aprendió. Ahora sabe que la construcción simbólico y la tecnología de la comunicación son importantes. Si con todo lo que hizo no le alcanzó para ganar, su lógica moreniana (de Guillermo, no de Mariano) le obliga a intervenir en el espacio de los medios con la misma brutalidad con la que intervino en la inflación.

Está visto que los problemas de Kirchner, son los espejos, porque le muestran los límites. En el 2006 embistió contra el INDEC, porque no le gustaba la formación de los precios. En el 2009, contra el Grupo Clarín porque no le gusta la formación de la opinión pública.

Su política se mostró ineficiente para acabar con la inflación. No solucionó ningún problema y creó infinitos. Además, terminó perdiendo las elecciones. Nada indica que ahora será distinto. Como drogado, Narciso –el Presidente Real-, incapaz de escuchar lo que el mundo le grita, sobreestima su habilidad. Y caerá nuevamente derrotado. Porque en democracia, no hay ninguna posibilidad de ganarle “al otro”, el que el narcisista Kirchner no puede ver: los límites, que somos todos los demás.

Columna publicada en el blog El Aguijón Online.