La democracia del minuto a minuto

Con la idea de que los actuales legisladores oficialistas que caducan su mandato el 10 de diciembre están amparados por la legalidad pero no son legítimos, se abre un interrogante por el cual será difícil saber cuánto dura realmente la representatividad. Así, la opción parece ser instalar un microchip en los electores para poder testear a cada instante la variación en el apoyo a nuestro elegido y así fundar el nuevo ideal republicano de la Democracia del minuto a minuto.
La discusión en torno a la Ley de Radiodifusión enviada al congreso por el Gobierno trajo como consecuencia una interesante controversia filosófico-institucional respecto a los alcances de la representatividad.

Me refiero aquí a los fundamentos teóricos que se encuentran a la base del pedido de buena parte de la oposición, los Medios interesados e, insólitamente, la Iglesia y hasta la Mesa de Enlace, para que el proyecto sea tratado después del 10 de diciembre.

La argumentación de estos grupos se sostiene en la idea de que el punto de vista de la ciudadanía que se puso de manifiesto el 28 de junio no se refleja en la actual composición de las cámaras.

De esta manera, y más allá, de que los legisladores deben cumplir su mandato se dice que este cumplimiento ha perdido legitimidad.

Esta forma de encarar la problemática parece obligarnos a hacernos una pregunta que parecería no poder responderse fácilmente. Me refiero a la pregunta acerca de cuánto dura la representatividad.

Nótese que tal como parece expuesto habría dos tipos de respuesta: desde el punto de vista estrictamente formal, la representatividad comienza el día de la asunción y llega hasta el fin del mandato, por ejemplo, 10 de diciembre de 2009, aun cuando en el interín, la persona que nos representa haya accionado de un modo con el que no estemos de acuerdo.

Pero está claro que detrás de la crítica opositora está la idea de que la respuesta formal es “legal pero no legítima”. Desde este punto de vista, y este es el otro tipo de respuesta que podemos darle al asunto, la representación formal, y los tiempos del mandato no interesan.

Si el representante ya no nos representa debe caducar su mandato. Esta idea de raigambre populista que paradójicamente es sostenida por todo el espectro ideológico pseudo republicano-liberal vernáculo, se da de bruces con el respeto por los tiempos institucionales y nos deja perplejos una vez roto el dique formal que determina un momento de asunción y un momento de finalización del mandato.

Así, caída la respuesta formal a la duración de la representatividad, parece abrirse una grieta en la argumentación y en la práctica que será difícil resolver. En otras palabras, una aparente salida podría ser generar un sistema por el cual los elegidos deban asumir inmediatamente, lo cual supondría, en este caso, que los ganadores del 28 asuman el 29.

Sin embargo, si despreciamos la formalidad y entendemos que lo legal y lo legítimo pueden ir por carriles distintos, podría darse que sin haber una nueva elección consideremos que nuestro representante avalado legalmente no sea legítimo.

Esto nos llevaría probablemente a la necesidad de una consulta constante acerca de cuán legítimos son nuestros legales representantes.

Así, bien podría darse que todos los días, a las 20 horas, por ejemplo, recibamos un mensaje en nuestro “celu” (que no es lujo) donde se nos consulte acerca de si nos consideramos representados por aquel que elegimos.

La propuesta extrema en este sentido podría ser ni siquiera respetar el horario en que regresamos de nuestra oficina, y propiciar una encuesta minuto a minuto auspiciada por alguna empresa de venta de fertilizantes.

Así, la representación sería testeada al instante y no tendríamos estos vacíos de legitimidad. Incluso, podría avanzarse un poco más, aun a riesgo de caer en las paradojas de Zenón, Aquiles y la tortuga, y subdividiendo hasta el infinito el tiempo, instalarnos un microchip que pudiera dar cuenta en cada microsegundo si renovamos nuestro apoyo al representante.

Eligiendo a nuestros políticos todos los días y hasta en cada microsegundo podremos lograr que nuestra clase dirigente sea tan representativa como los periodistas cuyos programas son elegidos por la gente todos los días.

En ese momento daremos un gran salto institucional y florecerá una República moderna, inserta en el mundo: “La República democrática del minuto a minuto”.