La conspiración y la ineptitud

En la gran mayoría de los analistas políticos existe un obstáculo epistemológico propio de nuestro espíritu de época. Se trata de las ya conocidas teorías conspirativas. Sin embargo, éstas no tienen espacio para una variable pocas veces tomada en cuenta y que resulta indispensable para comprender la política actual: la ineptitud de buena parte de la clase dirigente.
En la gran mayoría de los analistas políticos existe un obstáculo epistemológico propio de nuestro espíritu de época.

Se trata de las ya conocidas teorías conspirativas, quizás producto del quiebre que en la historia del pensamiento produjeron los teóricos de la sospecha: Nietzsche, Freud y Marx entre otros.

Pero más allá de estos nombres, el pensamiento conspirativista es trans-ideológico, no tiene color ni es propiedad exclusiva de alguna corriente de pensamiento.

La sospecha es un reflejo saludable de toda conciencia crítica pero me temo que la complejidad de la realidad argentina se resiste a ser interpretada en términos puramente conspirativos.

Para ser más precisos, se debe tener en cuenta una variable central: la ineptitud. En otras palabras hay acciones que llevan a cabo los hombres de nuestra política que no se explican por razones ocultas, grandes planes o segundas intenciones. Se trata simplemente de ineptitud.

Por citar los ejemplos más cercanos: a los legisladores kirchneristas se les “filtró” el párrafo colocado por De Narváez en el que se indicaba que buena parte del territorio bonaerense afectado por la sequía estaría exento total o parcialmente de retenciones.

Cantero aceptó el error e indicó que firmó sin leer. La consecuencia de esto es que el poder ejecutivo deberá vetar la ley lo cual será aprovechado por las patronales del campo para sentirse agredidos.

¿Existió aquí una gran conspiración? ¿Acaso los propios legisladores quisieron poner en juego la Dama? Probablemente no. Simplemente demostraron ser unos ineptos.

Otro ejemplo reciente en esta línea es el del aumento de las tarifas de luz y gas. Una medida interesante y profundamente redistributiva, en caso de que afectase al 15% que más tiene, debe dar marcha atrás por las atrocidades técnicas y los cálculos mal hechos.

Lo mismo sucedió con el inepto de Lousteau creando una 125 sin segmentación. Claro que si hablamos de ineptos, el mayor de los galardones se lo lleva el Gobierno de la Ciudad a tal punto que incluso un diario anti-oficialista como La Nación publicó una nota en la que se mencionan las 20 medidas en las que Macri dio marcha atrás.

Las plumas progresistas tienden a ver en Macri segundas intenciones que, generalmente, son ciertas. Pero una buena parte de sus idas y vueltas, la sub-ejecución del presupuesto, etc., etc., se debe quizás, simplemente a que se trata de un grupo de dirigentes profundamente ineficientes.

Por si queda alguna duda, vale hacer ciertas aclaraciones: esta nota no afirma la inexistencia de conspiraciones ni atribuye a buena parte de estos dirigentes el beneficio de la ingenuidad.

Sin embargo tampoco apunta a seguir la línea de los que, en muchos casos conspirativamente, hacen un especial énfasis en la poca jerarquía de nuestros funcionarios para derivar de ahí, que todo lo vinculado al Estado es corrupto y mediocre.

Simplemente afirma que muchos de los fenómenos determinantes de la política no son parte de un gran plan de un señor malo y feo cuya sombra se encuentra por detrás de todo lo que sucede.

Paradójicamente, las teorías conspirativas resultan mucho más tranquilizadoras puesto que es menos angustiante saber que hay alguien poderoso que tiene un plan lo suficiente abarcativo como para dar cuenta de todo lo que sucede, que tolerar la acefalía del azar y las consecuencias no deseadas de personalidades poco inteligentes.

Un horizonte que es manejado por alguien, al menos nos da un grado de irresponsabilidad moral y el regocijo intelectual de que todo tiene una (importante) causa.

Por ello, en el terreno de la sospecha conspirativa, la ineptitud no tiene lugar pues ésta es la anomalía que resquebraja el sistema.

Aprender a convivir con esa variable, enriquecería mucho nuestros análisis y probablemente, tendría como efecto práctico la necesidad de intervenir activamente frente a un destino que si bien no es el ámbito de la pura libertad, al menos se encuentra (semi) abierto.