El rey estaba desnudo

Néstor Kirchner perdió y no ocurrió ninguna de las catástrofes anunciadas. Lo increíble es que miles de dirigentes y hombres grandes de la política le hayan creído. Muy racional va organizando su salida.
“Cuando llegó el día de la fiesta, los tejedores le trajeron al rey la tela cortada y cosida, haciéndole creer que lo vestían y le alisaban los pliegues. Al terminar, el rey pensó que ya estaba vestido, sin atreverse a decir que él no veía la tela. Y vestido de esta forma, es decir, totalmente desnudo, montó a caballo para recorrer la ciudad; por suerte, era verano, y el rey no padeció el frío”.

Don Juan Manuel, en El Conde Lucanor.
Cuento XXXII.



Al final, no vino el Apocalipsis, ni las Siete Plagas de Egipto, ni siquiera los movimientos sociales, más conocidos como piqueteros por las señoras gordas de la Recoleta. Tampoco explotó nada ni nadie. Ni siquiera de alegría, como pronosticó Mauricio Macri para bajar la tensión frente a la pregunta de un movilero que lo interrogaba sobre un probable estallido si el kirchnerismo perdía.

Néstor Kirchner llegó a su bunker del Hotel Intercontinental convencido de que ganaba. Y con las horas se dio cuenta de que perdía. Se enojó. Despotricó. Tal vez le dio un golpe a una pared y se lastimó un poco.

Cuando aceptó la derrota organizó como pudo sus ideas y, tardísimo, bajó a dar su versión de los hechos: “Perdimos por poquito”. Se fue a dormir, y al otro día dio más muestras de que se había enterado del resultado de las urnas. A su modo, empezó a armar la transición, convocando a Daniel Scioli y Alberto Balestrini, llamando a conferencia de prensa para su esposa Presidenta y realizando los anuncios partidarios con un estrambótico formato periodístico, pero que denota que se enteró que no funciona el discurso enojado frente a cámara y sin mediación periodística.

Verdad que ni él ni su esposa se hicieron el harakiri (estamos hablando de los Kirchner). El se hizo reportear por un periodista de Télam y la Presidenta sólo aceptó 10 preguntas. Pero ambos se mostraron flanqueados por dos dirigentes de la provincia de Buenos Aires cada uno, y aceptaron algo bastante parecido a un diálogo con la prensa.

¿Alcanza? Para demostrar que sabe que perdió sí, porque lo hizo público. Salió de la negación, y sin amenazar a nadie. Estará enojado, pero evidencia que está buscando una salida, sin suicidarse. Para alguien que obstinadamente se negó a incluir la realidad que la mayoría de la sociedad le gritaba de los modos más diversos, ideologizando sus batallas personales, convocando a los demonios si no se votaba a su “modelo”, presagiando calamidades a los que se animaran a traicionarlo, no es poca cosa.

Finalmente Francisco De Narváez logró una módica mayoría por sobre su candidatura, y nada grave aconteció. El mundo siguió, la Argentina también, las personas fueron a trabajar al otro día, mayoritariamente contentas pero tampoco festejando. Y todo sigue adelante.

Lo extraño no es que algo así, normal, suceda. La ciudadanía vota lógicamente en contra del oficialismo que no tiene nada bueno para ofrecer en una elección de medio término. Alguien gana. Alguien pierde. La vida sigue.

Lo desopilante es que miles de personas creyeran en el discurso delirante y amenazador del kirchnerismo, con el que se pretendía ganar las elecciones, que se creyera que el miedo podía convocar mayorías y que, honestamente, se temiera que con su derrota ganarían “las corporaciones y los medios”. Los medios siguen ahí. Las corporaciones también. Y nada va a cambiar demasiado, salvo que el conjunto de las personas vivirá un poco más tranquilo, sin gritos ni amenazas, y hasta es probable que el país vuelva a producir, a exportar si se eliminan las trabas, y todo volverá a ponerse en marcha tranquilo, y sin problemas.

El ex presidente de la Nación y ex presidente del PJ perdió e inmediatamente se olvidó de su propio discurso del miedo. Empezó a construir su salida, midiendo sus fuerzas. Y por lo que se ve hasta ahora, en absolutas condiciones de racionalidad. Aunque nada indica que seguirá en sus cabales, claro.

El diputado electo Kirchner gozó maltratando a los suyos y transformó a quienes lo rodean en hombres golpeados, sujetos temerosos de sus insultos y venganzas. Increíble que tantos hombres grandes le hayan tenido tanto miedo. Pero la gente al votar, se pronunció, y ya nadie tendrá miedo de decirle que está desnudo.

Aunque ahora esas decenas de hombres y mujeres que mintieron diagnósticos y se aprovecharon de su demencial inseguridad, deberían tener aunque sea un poco de vergüenza. Pocos, demasiados pocos, no le tuvieron miedo a Néstor Kirchner. Se impone ahora hacer un listado exhaustivo y separar la paja del trigo. Para no olvidar a los pusilánimes. Para recordar a los que tuvieron agallas.