Una muy buena e inutil campaña

La campaña kirchnerista tiene buenas piezas publicitarias, pero inútiles. La sociedad ya dio la vuelta de página al actual ciclo. Además, la inestabilidad sicológica de Kirchner devora al "hacedor" que proyecta la publicidad oficialista.
Debo reconocer que el creativo de la campaña del Frente Para la Victoria (FPV) ha hecho un muy buen trabajo; o -mejor dicho- el mejor trabajo posible. Porque ha encontrado un mensaje unitario: además de la artística y el mensaje en gráfica y TV, todos los funcionarios y candidatos van a los programas diciendo lo mismo: nosotros hacemos, tenemos ideas, la oposición no.

Por supuesto que este es el mensaje “de libro” del oficialismo frente a la oposición; pero en este caso además le han agregado imaginación y buena estética. El aviso del silencio con los cartelitos es realmente bueno; y aún el que justifica porque Néstor Kirchner se pelea.

Pero, lamentablemente, es un esfuerzo inútil. Por dos razones.
La primera es porque -aunque a veces no nos guste- las sociedades funcionan sobre la base de oleadas, ciclos de afecto/rechazo; credibilidad/incredulidad; confianza/desilusión.

Y esas etapas se van construyendo a través de imágenes, señales y acciones que se acumulan de diversas maneras, hasta que es ya tarde para volver a la situación anterior. Cuando la credibilidad, el afecto y la confianza existen, todo es posible. Aún decisiones irracionales en otro contexto, son aplaudidas.

Cuando se da vuelta la relación, no hay anuncio que se crea, discurso que se oiga, gesto que se valore. Todo es colocado dentro del nuevo lente, el que rechaza lo viejo, lo corrupto, lo agresivo o lo gastado y busca lo nuevo, el cambio, la confianza; y esto le pasa a los K.

Han dilapidado el capital que supieron acumular, y por ello la sociedad mira con una mezcla de incredulidad y hartazgo cualquier anuncio, aun los buenos. Sumemos a ello que las campañas tienen poca credibilidad de por si, para entender como aun una buena estética tiene limitado impacto.

La segunda razón es –obviamente- nuestro inefable Néstor Kirchner, quien ha pasado muy rápidamente (y muchas veces) de ser “mi pobre angelito”, a la peor versión de si mismo, agregando desgaste al que ya mencionamos. Kirchner tiene un problema grave: no puede disociar su crispación interior, de lo que le dice y hace al mundo externo.

No consigue controlar su inestabilidad sicológica y su hostilidad a todo lo que le rodea. Y si ello fue muy bueno para pelearse con el FMI o con el menemismo, no le sirvió para la reyerta con el campo, o para promoverlo a Faggionato Marquez. De tal modo, el verdadero NK va comiendo cada día la imagen idílica de hacedor que le construye la campaña.

Su compulsión al conflicto- y una grave desubicación socio-ideológica - le han llevado a cometer errores tales como agredir a Techint; pelearse con la industria; dejar trascender que puede apropiarse de las utilidades empresarias o decir que “Nordelta pertenece a todos los argentinos”.

Y, por la suma de todos estos errores, ya su campaña ha llegado a un techo y comienza a declinar. Seguramente tendrá otras municiones, pero -como en los casos de infidelidad- no hay mérito que pueda hacerse para que el cónyuge engañado perdone rápidamente la macana. El matrimonio K podrá ofrecer flores a la sociedad, invitarla a comer a los mejores restaurantes, prometer amor eterno, pero no tiene plafond para que le crean. Ya gastaron su capital .

Ahora, deberían concentrar toda su inteligencia para imaginarse como será el 29 a la mañana; como transitarán ese tiempo difícil sin credibilidad, y con un sistema político en el que aflorarán todos los errores afectivos y políticos de estos 6 años de “súper poder”. Bernard Shaw dijo alguna vez que “ el que te teme cuando estás, te odia cuando no estás”. El gran Maquiavelo tiene otras citas acerca de lo que difícil que es tener poco poder.

Todos deseamos que los K reflexionen, escuchen y puedan recuperar algo de la credibilidad que han perdido, y se den cuenta que no es un problema que se solucione con campañas, anuncios o enemigos, sino con inteligencia y sentido de realidad.