El fraude y sus simetrías

Del "fraude patriótico" al modelo kirchnerista de candidaturas testimoniales, la política languidece y nos pone al borde la ilegalidad. El jefe de gobierno juega su mejor carta con Gabriela Michetti defraudando a los porteños que la votaron y Kirchner reproduce esta iniciativa a escala nacional, provincial y municipal.
Hubo una vez una época y un país en donde los políticos se jactaban de burlar sistemáticamente la voluntad popular. No eran cínicos, creían servir a la nación falseando el sufragio con todo el arsenal de trampas, proscripciones, aprietes y matonajes a su alcance.

Algunos de ellos admitían con orgullo y públicamente la vergonzosa condición de ser los diputados más fraudulentos de su tiempo. Aquella fue la argentina del “fraude patriótico”.

En un memorable panfleto contra el bonapartismo plebiscitario, cierto pensador alemán, observó con agudeza iluminadora la fuerza del peso de la historia sobre las políticas del presente: “la tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos”. La ética picaresca de las clases dirigentes es el material del que están hechas todas nuestras pesadillas.

Los fantasmas del pasado recorren la argentina. Digámoslo con todas las letras y sin eufemismos: se comete fraude cuando se falsean las estadísticas, escondiendo la pobreza, disimulando la indigencia e invisibilizando la mortalidad infantil. También se es fraudulento cuando se recorta la ciudadanía sometiéndola a la incertidumbre, a la inseguridad, a la falta de educación y a la exclusión social.

Este modelo y no otro es el que los gobernantes quieren plebiscitar y que gran parte de su dirigencia aplaude y convalida.

Nos han acostumbrado a la maniobra inescrupulosa y artera, que nos pone casi siempre al borde de la ilegalidad. Pero comenzamos a despertar de la anestesia colectiva. En algún otro artículo señalé que lo más peligroso de un dragón en agonía son los movimientos de su cola, por ello no deberemos bajar la guardia. Hoy el modelo kirchnerista se extingue y languidece pero todavía tiene fuerza para llevarse puesta a la argentina.

El matrimonio presidencial apela a todos los recursos para amortiguar o disfrazar una derrota anunciada e inevitable en las urnas.

Se viola en forma contumaz el sistema representativo, republicano y federal consagrado en nuestra Constitución, forzando calendarios y códigos. Se lesiona gravemente la actividad política presentando candidatos “testimoniales”. Qué generoso es nuestro idioma para disimular postulaciones truchas que buscan la tracción de votos para evitar la segura traición de voluntades. Es la vieja práctica que no se anima a pronunciar su nombre: el fraude patriótico otra vez, ahora en defensa del “modelo y proyecto nacional”.

Pero no están locos, hay método en su locura y mucho de eso le proveyeron sus presuntos opositores. Macri adelantó las elecciones y Kirchner lo replicó simétricamente.

El jefe de gobierno juega su mejor carta con Gabriela Michetti defraudando a los porteños que la votaron y Kirchner reproduce esta iniciativa a escala nacional, provincial y municipal.

Se parece mucho a un guión bien pautado o por lo menos a ciertas afinidades electivas.

Si Buenos Aires fue fundada por el primer adelantado, sería de desear que Macri cerrara el ciclo siendo el último; digo, para quitarle a Kirchner sus próximos precursores.