Las nuevas ficciones de la política

Los términos "pueblo", "mercado", "vecino" o "gente" se vacian de sentido y se constituyen en falacias recurrentes de la política. Carrió, Macri, el peronismo, los medios y hasta el rabino Bergman las usan como sujetos activos aunque en realidad sean ficcionales.
Hay una falacia recurrente que opera en el accionar de cualquiera que tenga pretensiones de hacer política a todo nivel. Se trata de hipostasiar entidades que no son otra cosa que ficciones cuya función es estratégica.

Cuando alguien afirma “el pueblo” está en contra, piensa a éste como una entidad homogénea, que puede ser sujeto de acción y que posee voluntad como cualquier individuo humano. Pero el “pueblo” no se ve, no tiene sistema nervioso y es más que la sumatoria de todos los ciudadanos.

Hipostasiar nunca es inocente y siempre resulta una operación más o menos consciente de el o los pretendidos representantes de la entidad que se está hipostasiando. Junto a “el pueblo”, otra de las entelequias más utilizadas es “el mercado”. Así es corriente escuchar que “el mercado está inquieto”, “está calmo”, “tiene desconfianza” o “reacciona” de una u otra manera.

En el caso de Argentina, suelen ser los economistas de lo que se conoce como “establishment” quienes dicen interpretar lo que sucede en el mercado y muchas veces son denominados gurúes más allá de que en su haber los aciertos se cuentan con los dedos de una mano.

En cuanto a “el pueblo” es el partido justicialista el que siempre se ha adjudicado su representación y no es éste el espacio para discutir la legitimidad de esa pretensión puesto que, aun si así no fuese, lo que interesa es que el resto de los actores así lo asumen.

Sin embargo, la consecuencia de esto, en un entorno de división del partido justicialista, no es que los “No peronistas” renuncien a llegar a todos los electores de la argentina sino la necesidad de construir un sujeto nuevo que deje de ser el “pueblo peronista” y en el que las nuevas figuras emergentes puedan aparecer como sus más fieles representantes.

En el caso de Macri, algo que quedó muy claro en la campaña, el pueblo nunca fue interlocutor. Más bien se les habló a “los vecinos”. La operatoria era doble allí: regionalizar la elección contrariando la tradicional visión de ciudadanos cosmopolitas que siempre se adjudicó a los porteños e interpelar a la clase media que nunca se sintió cómoda con formar parte del “pueblo” junto a las hordas populares que braman desde la “Argentina profunda” del segundo cordón de la Provincia de Buenos Aires.

Por su parte Carrió les habla a los ciudadanos republicanos buscando erigirse como representante de una tradición clásica que cobró nueva fuerza desde la independencia norteamericana en 1776.

Pero la idea de república se encontró siempre enmarcada en una visión racionalista del Estado, algo que muchas veces choca con el rol de médium que Carrió establece con musas apocalípticas que, probablemente, estén próximas a anunciar, entre otras cosas, que la desaparición de la Argentina prevista para Octubre se ha adelantado para junio.

Pero ni los vecinos ni los republicanos resultan sujetos que puedan competir contra “el pueblo”. De aquí que haya sido necesario realizar una operación que ha sido muy interesante y ha provenido del discurso de los medios masivos de comunicación. Los medios no se dirigen al pueblo sino a “la gente”.

Resulta trillada y obvia esta afirmación, pero si la llevamos al terreno de la representación, los medios no son representantes de otra cosa que no sea “la gente” y tienen como latiguillo infaltable el “esto es lo que la gente piensa”.

Dado que el único sujeto es ahora “la gente” no debe asombrar que numerosos periodistas equiparen la decisión ciudadana en un plebiscito nacional con la elección a través de un control remoto de un programa de televisión.

En el mundo de “la gente”, parecería no haber jerarquía en las decisiones y la legitimidad representativa se vincula más a las mediciones del rating que al porcentaje obtenido en las urnas.

Más cercanos en el tiempo y quizás como primos hermanos de “la gente” han surgido dos nuevas hipóstasis. Hace un año aparecieron “las bases”: ellas comparten con “la gente” muchas cosas, a saber, no les gusta el kirchnerismo, son espontáneas, auténticas, y se autoconvocan a través de mensajes de texto y correos electrónicos.

Lo que las bases dicen nunca se comprueba aunque siempre tenemos un testimonio del representante que da cuenta de lo que ellas piensan. Al igual que “la gente”, “las bases” son muy poderosas y operan “por detrás” casi siempre con posturas radicalizadas que sus representantes acatan con paciencia y estoicismo. A juzgar por las últimas imágenes, “las bases” están escondidas y sólo mandan a 30 o 40 personas a que en los cortes de rutas se hagan visibles.

La segunda nueva hipóstasis surgió a partir de la problemática de la inseguridad y tiene como referente al rabino Bergman. Como se puede observar en sus declaraciones, el sujeto político al que se dirige el que días pasados fuera orador en la marcha contra la inseguridad, es el que surge de la sumatoria de perfiles de la red social Facebook.

Según Bergman, la nueva ciudadanía es la que se construye de manera individual con una responsabilidad moral y religiosa que se encuentra de manifiesto en páginas web, blogs, mails reenviados en cantidad, fotologs de adolescentes con poca ropa y grupos de redes sociales en los que los individuos, esto es, sus “perfiles”, adhieren diaria e indistintamente a grupos que apoyan a Susana Gimenez, Riquelme y al club de Fans de Bob Esponja, Mike Wazousky y la Pantera rosa.

En medio de esta proliferación de sujetos ficcionales que se reproducen a la par de los individuos que dicen ser sus representantes, mi único temor es que cuando en diciembre asuman los nuevos legisladores acabe sentado en una banca algún dinosaurio que no sea, precisamente, Barney, el muñeco favorito de nuestros hijos.