Peralta aplastó a La Cámpora y podría sumarse al peronismo opositor

El gobernador destrozó a la agrupación de Máximo Kirchner por más del 80 por ciento de los votos y con Cristina presente en Santa Cruz. Le arrebató al kirchnerismo 10 de las 14 localidades y ganó en Caleta Olivia y Río Gallegos. Se podría sumar al eje que construyen De la Sota, Lavagna y Moyano.
"Teléfono señora Presidenta, el peronismo está en otra parte", afirmó eufórico Daniel Peralta al anunciar su aplastante triunfo como flamante presidente del PJ de Santa Cruz, desplazando del poder por más del 80 por ciento de los votos a La Cámpora y todo el kirchnerismo que contó con el apoyó militante de la Casa Rosada. 

El triunfo de Peralta por su extensión, por la diferencia que sacó, por tratarse del territorio que dio origen al kirchnerismo y por haber sido el corolario de una larguísima pulseada con La Campora -la agrupación de la Presidenta-, es un mensaje que en el Gobierno nacional debería analizar con mucho cuidado.

Peralta le ganó al kirchnerismo en 10 de las 14 localidades de la provincia patagónica, triunfo que le permitirá controlar el congreso del partido y definir su política de alianzas, así como las candidaturas a legisladores para octubre. 

El gobernador, enfrentado a la presidenta y a parte de los diputados provinciales de La Cámpora que responden a su hijo Máximo, no tenía rivales para continuar al frente del partido por lo que la pelea real estaba en los consejos locales.

Ganó con creces, imponiéndose en Caleta Olivia y Río Gallegos, los dos distritos más grandes y que alguna vez fueron la base de poder territorial del kirchnerismo.

El triunfo no le ahorró ningún disgusto al kirchnerismo y contó incluso con el hecho simbólico de haberse concretado cuando la propia Presidenta estaba en la provincia disfrutando del fin de semana largo.

Peralta zanjó así una larguísima pelea con la Presidenta, con su hijo Máximo, con el empresario Cristóbla López que se cansó de hostigarlo a través de C5N y especialmente con Julio de Vido, que ensayaron todos los caminos posibles para desgastarlo y hasta sacarlo del poder.

Desde la renuncia masiva de los ministros que respondían a La Cámpora, el ahogo económico al estilo del que sufre Daniel Scioli cortando asistencia de Nación y bloqueando posibilidad de tomar deuda, hasta la lluvia ácida de los embates de los medios kirchneristas, liderados por el canal de noticias del zar del juego.

Nada de esto alcanzó y acaso haya contribuido al triunfo de Peralta, que supo vender bien el discurso de una provincia que recupera su autonomía política y no quiere ser el patio trasero de funcionarios que viven en Buenos Aires. 

Pero además y este es acaso el mensaje más inquietante para el poder central, la elección vuelve a confirmar que La Cámpora es una organización absolutamente piantavotos que donde adquiere visibilidad y busca revalidarse en las urnas, le inflinge un severo daño político a la Presidenta.

Porqué una política profesional como la Presidenta se niega a ver esta realidad e insiste en privilegiar a esta organización en el reparto de poder en el Gobierno, en las candidaturas y en su discurso público -lo hizo días atrás cuando pronunció una encendida defensa de la gestión de Mariano Recalde en Aerolínenas, pese a que pierde 3 millones de dóalres por día- es un misterio que no tiene mayor importancia dilucidar. Lo que si es significativo en términos políticos es preguntarse hasta cuando la Presidenta seguirá atada a ese salvavidas de plomo.

Peralta logró con este triunfo, que La Cámpora tuvo la gentileza de servirle en bandeja, transparentar una situación que viene de antes. De hecho, el gobernador logró su reelección en 2011 con el apoyo a disgusto de la Casa Rosada que hubiera preferido ver en la gobernación a Alicia Kirchner o Julio de vido, pero ninguno les garantizaba retener la provincia.

Ahora, revalidado como el gran verdugo del kirchnerismo puede sumarse al eje del peronismo opositor que están articulado José Manuel de la Sota, Hugo Moyano y Roberto Lavagna -entre muchos otros-, como una estrella con luz propia.

Perlata tiene así la chance de anotarse con pergaminos revalidados en la primera línea de lo que intenta ser el postkirchnerismo, actores con los que tiene muchos y más frecuentes diálogos de los que trascienden.

"Este es el comienzo, nosotros no desestabilizamos a nadie y no haremos lo que nos hacen los diputados de La Cámpora. Ustedes lo ven en el agravio permanente, la descalificación. Mandan a cualquier cuatro de copas a hablar mal del gobernador", golpeó Peralta luego de conocido el triunfo. Fue su manera de machacar sobre el costado más irritativo de la agrupación de Máximo Kirchner: La soberbia y la persecusión como estilo y método para hacer política.

Y mandando un mensaje hacia adelante pidió "inteligencia para construir política e ir a las internas de agosto y festejar con nuestros diputados nacionales en octubre". Una manera de anticipar que sino hay "inteligencia" acaso los diputados sean mas suyos que "nuestros".