El papa Francisco inició su pontificado con un nuevo llamado a enfrentar la pobreza

Ante un millón de fieles y más de 130 delegaciones internacionales, Jorge Bergoglio asumió formalmente como el nuevo Papa y les recordó a los líderes políticos y económicos que "el verdadero poder es el servicio". Francisco se comprometió a "hacer brillar la estrella de la esperanza".
El ex arzobispo de Buenos Aires Jorge Mario Bergoglio encabezó la ceremonia en la que asumió como el nuevo jefe de la Iglesia Católica, el 266 de la historia y el primero nacido en América Latina. En el inicio del pontificado, Francisco renovó su compromiso de trabajar especialmente por los más pobres.

"Custodiar toda la creación, custodiar a todos, especialmente a los más pobres, custodiarnos a nosotros mismos. He aquí un servicio que el Obispo de Roma está llamado a desempeñar, pero al que todos estamos llamados", aseveró.

En la homilía en italiano, el Papa también pidió a los líderes políticos y económicos que hagan lo mismo al recordarles que "el verdadero poder es el servicio". También los llamó a no dejar que "los signos de destrucción" dirijan el mundo.

"Quisiera pedir, por favor, a todos los que ocupan puestos de responsabilidad en el ámbito económico, político o social, a todos los hombres y mujeres de buena voluntad: seamos custodios de la creación, del designio de Dios, inscrito en la naturaleza, guardianes del otro, del medio ambiente; no dejemos que los signos de destrucción y muerte acompañen el camino de este nuestro mundo", dijo Francisco.

"Nunca olvidemos que el verdadero poder es el servicio, y que también el papa, para ejercer el poder, debe entrar cada vez más en ese servicio que tiene su culmen luminoso en la cruz, debe poner sus ojos en el servicio humilde, concreto, rico de fe, de San José y, como él, abrir los brazos para custodiar a todo el pueblo de Dios y acoger con afecto y ternura a toda la humanidad, especialmente a los más pobres, débiles, los más pequeños", agregó durante su homilía.

A la celebración eucarística en plaza San Pedro asistieron decenas de jefes y jefas de Estado, entre ellos la presidenta Cristina Kirchner, quien junto a la delegación argentina ocupó un lugar de privilegio en la ceremonia.

En Buenos Aires, el ritual fue seguido por miles de personas que participaron de la vigilia de oración en Plaza de Mayo, a través de pantallas gigantes de televisión instaladas frente a la Catedral. Más temprano, el Papa enmudeció a los jóvenes reunidos en la plaza con una comunicación telefónica en la que volvió a pedir que recen por él.

Antes de la ceremonia del inicio del pontificado, Francisco recorrió la plaza San Pedro a bordo de un jeep blanco y saludó a los peregrinos. Volvió a salirse del protocolo, al bajarse del vehículo para besar en la frente y bendecir a un hombre con discapacidad motriz.

El ritual de inicio del ministerio petrino comenzó a las 5.30 hora argentina (9.30 hora italiana), dentro de la basílica vaticana, donde Francisco rezó ante la tumba de San Pedro con diez patriarcas y otros arzobispos mayores de las iglesias orientales católicas.

Luego, el cardenal protodiácono Jean Louis Tauran, el purpurado francés que el miércoles 13 de marzo anunció al mundo "Habemus papam", le colocó el palio papal, la estola de lana de oveja con cruces rojas que se pone sobre los hombros, lo identifica y representa al Buen Pastor.

En tanto, el cardenal Angelo Sodano, decano del Colegio Cardenalicio, le entregó al papa el Anillo del Pescador, de plata bañado en oro, y no de oro puro como es tradición, que confeccionó el orfebre pontificio Enrico Manfrini.

El Papa encabezó después la procesión, hasta llegar a la plaza, donde presidió la misa. Al llegar al altar en la plaza San Pedro para la celebración eucarística, concelebrada por 180 representantes eclesiásticos, el pontífice recordó la "feliz coincidencia" de iniciar su ministerio petrino en la fiesta litúrgica de San José, patrono de la Iglesia.

Tras la lectura de la Biblia en inglés y del evangelio en griego, Francisco pronunció la homilía en italiano, en la que renovó su compromiso de querer trabajar "especialmente" por "los más pobres" para "hacer brillar la estrella de la esperanza".

Al final de la misa, y una vez que se despojó de las vestiduras litúrgicas, Francisco se dirigió al altar central de la basílica para saludar a los jefes de las delegaciones oficiales de más de 130 países, que desfilaron ante él.