Intrigas políticas y negocios, detrás de la crisis de los billetes

La falta de efectivo fue el resultado previsible de la combinación de prácticas opacas y funcionarios incompetentes. Los negocios detrás de la fallida importación de billetes de Brasil y la guerra empresaria que hizo detonar una nueva interna del gabinete económico.
Los técnicos del Banco Central advirtieron a Mercedes Marcó del Pont a principios de año que sobre el final del 2010 se presentaría una necesidad extraordinaria de billetes. La economista inició entonces un diálogo institucional con la Casa de la Moneda, que se pareció demasiado a una conversación entre sordos.

El titular del organismo que tiene por función imprimir el papel moneda se llama Ariel Rebello y responde al poderoso secretario de Hacienda Juan Carlos Pezoa. Y su segundo es Juan Tristán, hombre del ministro de Economía Amado Boudou.

Rebello antiguamente ocupaba una fantasmal repartición de titulo ampuloso denominada Programa de Fortalecimiento Institucional Productivo y de Gestión Fiscal (Profip) hasta que en diciembre de 2009 arribó a la Casa de la Moneda.

Como tantos otros funcionarios del gobierno – Timerman por caso- parece más interesado en protagonizar sobreactuaciones de kirchnerismo explícito, que en dedicarse a su tarea. Por ejemplo, la web de la Casa de la Moneda todavía está cubierta por una empalagosa carta de “despedida” a Néstor Kirchner, y nada dice a la población sobre el faltante de billetes que el organismo debe proveer.

En el Poder Ejecutico las referencias a al desempeño de Rebello son directamente impublicables. Tan impublicables como la bronca del ala política del kirchnerismo, que no entiende la lógica de otorgar un plus de fin de año a los jubilados, que a la hora de cobrarlo se transforme en una tortura de colas y bancos sin efectivo. “Lo que debería sumar, nos termina restando”, se lamentó un importante legislador.

Es tan cierto que este fin de semana largo desde el Central se estaba girando dinero a los bancos para que abastezcan los cajeros, como la existencia del problema. También es posible que algunos medios hayan elegido focalizar la transmisión en las sucursales del Nación que ayer se vieron más afectadas, pero transmitieron un hecho de la realidad. Y por supuesto, siempre es más fácil agitar alguna vaporosa conspiración, que ponerse a trabajar en resolver y preveer los inconvenientes.

Además, como suele suceder en el universo kirchnerista, la incompetencia –si este fuera el caso- no es lo primero que se evalúa a la hora de determinar la continuidad de los funcionarios. Y el resultado está a la vista.

Es que en el oficialismo ya son demasiados los pícaros que se dieron cuenta que una sobreactuación militante –que incluya sumarse a la cruzada contra Clarín- es la mejor salvaguarda para superar las insolvencias políticas y técnicas. Salvoconducto que resuena casi como un remix de la frase de Kissinger sobre Somoza: “es un incompetente, pero es nuestro incompetente”.

El fracaso de Rebello


Habitualmente, el Banco Central combina una pauta de emisión con la destrucción de billetes que ya no están en condiciones de circular. Lo hace articulando con la Casa de la Moneda. Hace tres meses, los técnicos del Central se dieron cuenta que Rebello no iba a poder cumplir con la pauta de impresión acordada, para un fin de año que venía recalentado por jubilaciones, aguinaldos, liquidaciones anticipadas de sueldos, plus salariales, con una economía creciendo al 9 por ciento y una inflación que supera cómoda los 20 puntos. O sea, un dragón hambriento de billetes. Por eso, se empezó a demorar la destrucción de billetes. Pero no alcanzó.

El presidente de la Casa de la Moneda adujo cierta “obsolencia” de la maquinaria para justificar su incumplimiento. Como si las máquinas se volvieran obsoletas de manera instantánea y no fuera posible prever su reemplazo.

Para que se entienda, se trata de uno de los símbolos más básicos de un Estado –la moneda-, lo que el gobierno descuidó. Y lo hizo pese a que se trató de un problema anticipando hace un año.

Los negocios detrás del problema

Como suele ocurrir la situación se agravó por la penosa venalidad de los políticos argentinos, que el kirchnerismo elevó a cotas insospechadas.

Inicialmente, los buenos de Rebello y Tristán no tuvieron mejor idea que “subcontratar” a alguien para que le imprimiera los billetes. Fue necesario explicarles que lo que proponían era ilegal.

El Central decidió entonces convocar a una compulsa de precios para imprimir 130 millones de billetes de 100 pesos. O sea, 13.000 millones de pesos. Participaron Boldt –de la familia Tabanelli-, la Casa de la Moneda de Chile y una UTE integrada por la Casa de la Moneda de Brasil y la Casa de la Moneda de Argentina.

El contrato fue otorgado a la UTE argentino-brasileña, pese a que la oferta de Boldt –una empresa de capitales argentinos- fue un 27% menos costosa. Se adujo entonces que Bold estaba en juicio por el alquiler que hizo de la modernísima planta de Ciccone Calcográfica.

Pero afecto como es el kirchnerismo a las contradicciones, no reparó que ese inconveniente judicial no había impedido al mismo Gobierno entregar a Boldt la confección y procesamiento nada menos que del mayor movimiento de papeles de la década: el Censo 2010.

Y para completar el cuadro, los morenistas Ana María Edwin y Norberto Itzkovich celebraron la “impecable” realización del Censo en una conferencia de prensa que se realizó en la misma planta que hace unos días su jefe Guillemo Moreno, ordenó le sea devuelta a Ciccone.

Ciccone es una empresa menemista, en su momento muy combatida por Aníbal Fernández, que este propio gobierno llevó a la quiebra por una deuda con la AFIP. Una vez quebrada, se rumoreaba que la Casa de la Moneda intentó quedársela, pero el juez comercial Javier Consentino, se inclinó por el plan de alquiler de un año que presentó Boldt, que incluyó absorber a casi la totalidad de los 200 empleados, mas un pago de 4 millones por el alquiler.

Sin embargo, ahora el mismo gobierno que mandó a la quiebra a Ciccone –contradiciendo la doctrina kirchnerista de “preservar” las fuentes de trabajo de la empresas nacionales que están operando-, pide que Boldt interrumpa el contrato de alquiler que vence en agosto del 2011 y le devuelva la planta.

El lunes pasado, luego de una visita a la planta en la que dialogó con los trabajadores, el juez Cosentino firmó una resolución con copia a Guillermo Moreno, en la que le notificó que el alquiler sigue vigente durante todo su plazo, en atención a los normado en la ley de quiebras.

¿Pero porqué el gobierno tuvo un comportamiento tan errático en el caso Ciccone?

La pelea por Ciccone

En el mercado se dice que el ministro de Economía Amado Boudou, sería uno de los flamantes accionistas de Ciccone que inyectó los fondos necesarios para que pudiera levantar su quiebra –aunque sigue pendiente de pago el grueso de la deuda-. La versión no pudo confirmarse y en Economía la descartan de plano.

La hipótesis conspirativa es que en el Gobierno al enterarse que Ciccone sufría una posición muy frágil de lo financiero –pero tenía en su patrimonio la planta de papel más moderna del país-, se decidió empujarla a la quiebra para luego “rescatarla”, pero esta vez con capitales kirchneristas inseminados en su interior.

No es una hipótesis disparatada. Sucedió en numerosos sectores en los que el kirchnerismo entró como Estado o con empresarios amigos. Como es el caso de Aerolíneas Argentinas, Aeropuertos 2000, los Barcos Casino de Puerto Madero, y tantos otros.

Pero los billetes no aparecen

Lo notable es que estos enjuagues, en caso de ser ciertos, lo único que lograron es meter al Gobierno en un problema mayúsculo y muy irritativo como es la imposibilidad de acceder al propio dinero.

Es que la oferta de la UTE argentino brasileña prometía entregar los 130 millones de billetes de 100 pesos el 15 de diciembre de este año -100 millones iban a imprimir los brasileños y 30 millones la Argentina-. Fue un factor determinante para darles el contrato, pese a que era el más oneroso.

Al día de hoy fuentes del mercado confirmaron a La Política Online que la UTE mencionada sólo entregó 40 millones de billetes. Menos de un tercio de lo prometido. Y encima con problemas. Por ejemplo, se imprimieron los billetes con una numeración distinta, que en muchos lugares están rechazando –como en la cadena Pago Fácil-.

Ya enfrascados en la crisis, los más optimistas del gobierno dicen que la escasez de billetes se superará en 10 días, mientras que fuentes del sector privado estiman que recién en marzo estaría realmente superado el trance, que el mercado ya descontó: hoy cambiar un cheque de 1.000 pesos en una financiera –por ejemplo- sufre una quita del 3 por ciento.

Como sea, el fantasma del corralito le pone los pelos de punta a los miembros más avispados del gabinete de Cristina, que por estas horas proponen resolver el problema a como de lugar. Por ejemplo, sentando a todas las empresas del rubro y encomendándoles la impresión de billetes de manera inmediata. De hecho, la Casa de la Moneda ya envió inspectores a varias plantas para comprobar si están en condiciones de contribuir a la resolución del problema, que el mismo Gobierno generó.