Macri gira a la derecha dura en una apuesta de alto riesgo

El jefe de Gobierno inauguró hoy su campaña por la reelección con un discurso de derecha dura contra los inmigrantes, a los que mezcló con narcotráfico y delito. Lo hizo en base a encuestas que señalan el aplastante repudio a la ocupación del Parque Indoamericano. Una jugada que carga de violencia la sociedad y alimenta las peores reacciones.
Lo más preocupante del giro a la derecha dura que esta mañana inauguraron Mauricio Macri y Horacio Rodríguez Larreta, es que no se basa en una convicción ideológica, sino en el seguimiento mecánico de las encuestas. Ayer por la noche la cúpula del PRO recibió sondeos telefónicos que indicaban supuestas mayorías aplastantes en contra de los ocupantes del Parque Indoamericano y a favor de los desalojos.

Por alguna razón el macrismo transformó esa razonable posición de la sociedad –nadie razonable puede defender el loteo y apropiación de espacios públicos- en una campaña contra los inmigrantes de países limítrofes, en un giro que lo emparenta a las derechas más recalcitrantes del estilo de Berlusconi en Italia, Jean Marie Le Pen en Francia o el Tea Party en Estados Unidos.

La historia ofrece sobrados ejemplos del riesgo de jugar con cuestiones tan sensibles, en una sociedad que a esta altura nadie duda que está más bien construida en torno a un conflicto regulado pero muy inestable, que a un idílico consenso. Es decir, no parece prudente echar nafta a los peores instintos de la comunidad.

No hubo que esperar demasiado para comprobar el predecible efecto de las palabras de Macri y Larreta. Apenas unas horas después que el jefe de Gobierno realizara su conferencia de prensa, vecinos de Villa Soldati la emprendieron a piedrazos y palazos contra los ocupantes del Parque Indoamericano, con gritos y consignas que tenían como eje la xenofobia.

Sólo una ignorancia o cinismo profundo podría explicar la irresponsabilidad de la primera línea del PRO que hoy avaló el giro de Macri y Larreta, incluída Gabriela Michetti que se suponía era la conciencia progresista de esa fuerza. Argumentos vacíos como “es lo que piensa la gente” o “Larreta tiene razón pero lo dice mal”, eran toda la explicación que podían articular.

El seguidismo de las encuestas a posiciones tan peligrosas, es una manifestación muy triste de la renuncia a la idea de liderar un proceso social, hacia un lugar mejor que sus pulsiones más destructivas.

No hace falta caer en la enormidad de comparar la agitación xenófoba del PRO con los inicios del régimen nazi. Sobran en la historia y la actualidad ejemplos del efecto que se logra cuando desde el poder se estigmatiza un sector de la sociedad.

No es casualidad que luego de los discursos de Macri y Larreta, vecinos que durante años convivieron con bolivianos y paraguayos, hayan salido a la calle con palos, piedras y hasta armas de fuego, nombrándolos como la causa de sus penurias. Lo que cambió es que el poder habilitó esa reacción, abriendo una grieta muy triste que llevará mucho tiempo cerrar.

Culpar al extranjero por las propias frustraciones, por la propia impotencia para transformar la realidad, es por lejos, el recurso menos noble y más injusto de la política. Es la contribución ideal para destruir toda noción de solidaridad, con lo que cuesta incluirla en la sociedad actual. No hay coraje ni audacia en golpear al más débil.

Pero acaso la responsabilidad del PRO en este desastre haya excedido el plano discursivo. Desde la Subsecretaría de Atención Ciudadana del gobierno porteño se encargaron de anticipar a los medios que “los vecinos” iban a protestar contra los ocupantes del parque. En las próximas horas se verá si además se alentó esa movilización desde el CGP número ocho que conduce Eva Ferraro.

Lo cierto es que el macrismo hace rato que venía transitando una senda muy complicada en este sentido. Desde la reja que la propia Eva Ferraro pidió a Horacio Rodríguez Larreta para “cercar” al barrio Piedrabuena, hasta fallos de jueces afines que autorizaron a la Policía Federal a usar balas de plomo en los desalojos de vivienda del Instituto de Vivienda de la Ciudad.

Con el agravante que iniciados los previsibles enfrentamientos Macri y sus ministros salieron en coro a pedirle a Cristina Kirchner que envíe a la Policía Federal. El propio jefe de Gobierno confesó que su promocionada Policía Metropolitana que ya supera largamente los 1.000 efectivos no estaba en condiciones de garantizar el orden. Es decir, hay capacidad para incentivar los conflictos pero no para controlarlos.

Nada de esto excusa la inacción del gobierno nacional, que con su cinismo habitual hoy dejó -no a Macri- sino a los vecinos de Soldati a la intemperie, cuando decidió retirar a la Policía Federal del parque. Ya se había advertido ayer en esta columna sobre la ausencia del Estado que desnudó esta crisis. El PRO eligió recortar sólo la responsabilidad nacional de esa carencia y mezclarla con una grave incitación a la xenofobia.

Las oportunidades perdidas

Como suele suceder cada vez que la demagogia mete la cola, sea de derecha o izquierda, lo primero que se pierde es la posibilidad de enfrentar los problemas reales. El macrismo tenía la oportunidad en bandeja para denunciar la notable inacción de la Policía Federal que conduce Aníbal Fernández, para enfrentar el crecimiento del narcotráfico en las villas de la zona sur de la ciudad, que habría intervenido en los enfrentamientos iniciales de Villa Soldati.

Podría haber aprovechado también para dar una discusión franca sobre la política de vivienda, los recursos que invierte la Ciudad, los que aporta la Nación y la dimensión del problema y posibles soluciones. Asi como un abordaje mesurado -sobre todo por afuera de la especulación electoral- del impacto de la inmigración externa e interna en los servicios que brinda la Ciudad.

Pero no. Eligió mezclar todo en una arenga contra la inmigración, llegando al extremo Rodríguez Larreta de referirse específicamente a las comunidades bolivianas y paraguayas.

Lo que hizo el PRO fue emparentar en el imaginario de la gente, el narcotráfico y la delincuencia con la inmigración de los países limítrofes. Así, de un plumazo metió a la enorme mayoría de inmigrantes que vienen al país a trabajar, y que lo hacen en las peores condiciones –en negro, sin obra social, ni jubilación, ni ART, en jornadas extenuantes- en la misma bolsa que los mini carteles que se están instalando en el sur de la Ciudad y que por cierto, no padecen ninguna de esas privaciones.

Desde la construcción misma de la Argentina, del sueño de la Patria Grande de San Martín y Belgrano, al ABC de Perón, al Mercosur de Alfonsín, a la Unasur de Lula, el continente hizo un esfuerzo por no caer en las tensiones xenófobas que llevaron a Europa a dos Guerras Mundiales y que aún hoy erizan la piel del viejo continente.

Uno de los rasgos más positivos de Latinoamérica, la fraternidad de sus pueblos -que tienen sus rivalidades, pero muy lejos del odio que se observa en otras regiones del planeta-, fue puesto hoy en entredicho desde la cúpula de una de las fuerzas políticas más importantes de la Argentina, por razones que parecen estar exclusivamente vinculadas a especulaciones electorales.

Esta claro que la única barrera posible frente al seguidismo irreflexivo de las encuestas, son las ideas, las convicciones políticas y acaso la propia moral. Tal vez el PRO haya caído en la vorágine táctica de una fuerza que se construyó repudiando la política. Al final de cuentas la construcción de una identidad ideológica es el límite último, que llegado el caso, define que está bien y que está mal, sin eso, los políticos son como imprevisibles hojas a merced del viento. Nada más peligroso.