Los enojos de Pichetto con Kirchner que provocaron la derrota del 82% móvil

El jefe del bloque kirchnerista, habitual arquitecto de los triunfos oficiales en las votaciones de la Cámara alta, ya no golpea los despachos en busca de la victoria, un rol que monopolizó el santacruceño Nicolás Fernández, cercano a los Kirchner. Otra frustrada candidatura a gobernador de Río Negro lo mantendría distanciado de Kirchner, que nunca lo consideró un par. Los riesgos de las derrotas.
Dio el quórum junto a la mayoría de su bloque pero, después, poco se lo vio. Es que Miguel Pichetto, jefe de bloque K, artífice de los escasos éxitos parlamentarios del kirchnerismo en un año con el Congreso como principal enemigo, ya no encuentra los mismos motivos para ir en busca de las voluntades que permitan evitar leyes repudiadas en la Casa Rosada.

Así lo siente desde que comenzó a vislumbrar que, una vez más, Néstor Kirchner le restaría apoyo para que intente convertirse en el primer gobernador peronista de Río Negro desde el retorno de la democracia. Ya le archivó ese sueño en 2007, cuando apadrinó al radical Miguel Sainz y le pidió dejar atrás su candidatura.

Aquella vez, Pichetto no accedió a tal solicitud pero sufrió el ninguneo durante toda la campaña. Tanto, que hasta su vecino gobernador de Chubut, Mario Das Neves, reelecto en esa elección y aún afín a Kirchner, recibió llamados desde la Casa Rosada para evitar fotos con el senador.

Ahora la historia parece repetirse. Pichetto no sería el elegido de Kirchner, quien, encuestas en mano, tendrían mejor concepto de Carlos Soria, titular del PJ rionegrino. Si es que no vuelve con ideas de concertación K.

Ese y otros motivos tienen al senador con menos ímpetu que en otras largas jornadas del Senado, donde la votación tiene final incierto. “Los despachos los está visitando Nicolás Fernández. Ahora es él o sus emisarios los que buscan aliados”, confiaron a LPO cerca de un legislador opositor, tentado para evitar el debate del 82% móvil.

Fernández frecuenta seguido la quinta de Olivos, donde suele discutir la agenda parlamentaria con el matrimonio gobernante. El jefe de bloque llega después al contenido de esas conversaciones.

Los que visitan seguido a Kirchner definen a Pichetto como alguien a quien el patagónico le reconoce entidad, pero no lo admite como propio. Es por eso que el senador, cuando puede, se define como representante del oficialismo gobernante, poniendo por encima a la presidenta, su ex compañera de bloque.

Recién por la tarde, Fernández habría tentado a la rionegrina María José Bongiorno para que desista de votar a favor del 82% móvil. Se demoró tanto, que la senadora ya había justificado esa posición en el recinto.

Bongiorno se sorprendió con la tardía gestión del bloque K, del que es habitual aliada y funcional. La única vez que se opuso a la postura oficial fue en el reciente debate de la ley de glaciares, cuando no votó por el proyecto fogoneado por la Casa Rosada. Casualidad o no, Pichetto, ese día, hizo lo mismo.

Fernández también presionó a su compañero de bloque, Marcelo Guinle, para que revean su postura a favor de la movilidad jubilatoria. Con promesas varias, le pidió hasta más no poder que al menos se ausente en la votación, cuando hacen falta 37 bancas ocupadas para poner el tema a consideración.

“¿Por qué hubo tanta demora para hacer estas gestiones?”, se preguntaban los habitúes del Senado. La causa, creen todos, es que Pichetto está de brazos caídos.