Macri paga el precio de subestimar la política

El jefe de Gobierno sufre las consecuencias de una estrategia que desvalorizó la política y en particular la Legislatura porteña. El caso del espionaje golpea sobre un costado muy sensible para un presidenciable: su capacidad de lidiar con los asuntos del poder. Sin aliados de peso para enfrentar la embestida del kirchnerismo, el PRO enfrenta su hora más crítica.
El fallo que confirmó el procesamiento de Mauricio Macri lastima su proyecto presidencial en un costado poco visible pero mucho más serio que el judicial.

En un país que viene de sufrir un trauma límite como fue la crisis del 2001, por la incapacidad de Fernando de la Rúa para garantizar la gobernabilidad; demostrar escasa solvencia para lidiar con los asuntos del poder y elegir el lugar de víctima, puede sumar simpatías pero no es tan lineal que se traduzca en votos, a la hora de elegir el próximo presidente.

Algo de esto parece haber procesado el núcleo duro del macrismo que eligió pasar a la ofensiva, proponiendo su propio juicio político. Y con un nivel de contradicción notable, celebró la movida como propia de Kirchner ¿Cómo festejar en privado lo que se cuestiona públicamente?

Lo que se observa es una conciencia acaso tardía y simplificadora del valor de la política, y peor aún: la sensación de que el verdadero juego es el que juega el ex presidente. Modelo admirado y odiado con la misma intensidad. En ese clima de zozobra y euforias forzadas se debate el macrismo.

El funcionario se recuesta en el sillón de cuero a espaldas de la Avenida de Mayo, cae la noche y es difícil escaparle a la melancolía en este viernes gélido, pero le pone ganas. “Esto nos beneficia, Mauricio subió cinco puntos en imagen y quedó definitivamente instalado como el contendiente de Kirchner”, dice.

El sondeo al que hace referencia lo realizó Julio Aurelio –fueron dos en la semana- y fue telefónico. Es decir, poco profundo como para entusiasmarse. Pero además el archivo no ayuda la lectura entusiasta. Cuando la Legislatura abrió el juicio político contra Aníbal Ibarra, el jefe de Gobierno también creció en las encuestas de imagen.

Welcome to the politics


Es que aún si Macri tiene razón, si toda la causa del espionaje fue un invento de la Side, si el fallo de la Cámara es arbitrario, si el gobierno está detrás presionando jueces; lo que tiene por delante es un desafío político. No es una pelea que se pueda ganar con marketing. Es más, esa mirada de las cosas lo depositó en la puerta de un juicio político, además del riesgo penal que soporta como procesado.

Y es ahora, cuando sus operadores cuentan una y otra vez los votos que hipotéticamente impedirán su destitución, que se toma conciencia que las simpatías de un sector de la sociedad, se estrellan en el techo invisible de la política.

Lo que sumergió al PRO en una crisis de imprevisibles consecuencias, es algo más profundo que las escuchas ilegales. Es su sistema de creencias el que demostró tener pies de barro. La doctrina de Jaime Durán Barba: no a la política partidaria tradicional; gestión y mejor todavía, venta de gestión; y sobre todo, siempre bien lejos de los peronistas, ubicó a Macri es una situación de debilidad objetiva.

El ninguneo sistemático de la causa de las escuchas, ya pasa, son olas, la gente en dos días se olvida, y demás frases negadoras, no logran ocultar una duda central: ¿Cómo una sucesión de fracasos pueden construir un éxito? Y sin embargo es posible. Lo dijo Mao con claridad: “La política es pelear y perder, pelear y perder, hasta la victoria”. Pero claro, era Mao.

Como sea, el problema no es Durán Barba, que al menos tiene sus ideas. El problema es que su rol se hipertrofió en un partido que desprecia la discusión política y crecio de la mano de explicitar ese desprecio, de presentar como propuesta de valor su rechazo al "sistema político". Vieja contradicción de la "nueva política" que hizo trizas al Frepaso y la Alianza.

Como si los asuntos públicos crecieran en calidad, cuando el foco se pone en la eficiencia administrativa -en el caso del PRO la bandera de la transparencia no fue tan intensa-. Propuesta de una aridez notable, que se pierde lo más rico y transformador de la política.

Si la audacia y la rebeldía se reemplaza por calculada transgresión mediática, cuando las cámaras se apagan y aparecen los conflictos reales, se toma conciencia de lo que falta y lo que falta es política.

De hecho, en una mirada tal vez más amplia, no parece casual que dos jefes de Gobierno seguidos votados por la gente, terminen enfrentando un juicio político. Es la notable endeblez de los repudiados "partidos tradicionales" lo que parece estar detrás de la inestabilidad del sistema político porteño. Acaso los entusiastas de Proyecto Sur, deberían tomar nota de las experiencias del Frepaso ibarrista y el PRO.

Ahora son inteligentes y lindos

Desde sus inicios el gobierno de Macri despreció más o menos explícitamente a la Legislatura. Suscribió sin matices el credo de la visión gerencial, que ubica todas las virtudes en el Ejecutivo, el lugar de “la gestión”; y todo los defectos en el Legislativo, nido de políticos venales y poco afectos al trabajo.

Hoy, el destino del jefe de Gobierno depende de esos mismos legisladores que durante años fueron puenteados, ninguneados y maltratados. Macri está a cuatro votos de su suspensión. Y aún en esta situación límite, acaso en su entorno estén cometiendo el error de creer que en la foto de hoy, está contenida la película de su juicio político.

Otra vez se subestima el carácter intrínsicamente dinámico y volátil de la política. No hay planilla de Excel que proyecte las brutales transferencias de capital que se dan en ese escenario. Aníbal Ibarra inició su juicio político con 23 legisladores y cuando lo destituyeron le quedaban apenas 13.

Tan clara queda ahora la importancia de la política, que alcanza con mirar la distancia entre el caotizado bloque del PRO en la Legislatura y la acción discreta de Federico Pinedo en el Congreso nacional. Fue la laboriosa concreción de acuerdos que este diputado selló con Elisa Carrió, Felipe Solá y otros referentes de la oposición, lo que pesó en el ánimo de ambos líderes cuando la Cámara falló contra Macri.

Hay en ese trabajo humano, un capital notable que los gerentes del PRO acaso no terminan –ni aún ahora- de valorar ¿Cuánto vale la moderación de Carrió ante un caso que en otra circunstancia la hubiera llevado a posturas incendiarias?

Por el contrario, en la vital Legislatura los rencores se acumulan. Puede ser que la ausencia del jefe de bloque, Cristian Ritondo, en estas horas críticas, sólo obedezca a razones personales. Pero se parece mucho al envío de viejas facturas.

El llano en llamas

El enlace entre el gobierno porteño y la Legislatura está a cargo del jefe de Gabinete, Horacio Rodríguez Larreta. Cerca suyo subrayan que a diferencia de la atomización opositora, el PRO mantuvo una sólida bancada que giró en torno a los 20 miembros del 2003 a hoy. “Tan mal no debemos haber hecho las cosas”, afirman.

El argumento es atendible. Pero no es eludiendo la autocrítica como el macrismo saldrá de este atolladero. Las evidencias están a la vista: Daniel Amoroso dejó el bloque para irse con Mónica Lubertino –a las filas de Francisco de Narváez- cuando se enteró prácticamente por los diarios que echaban a un hombre suyo del área de Trabajo del gobierno porteño. Fue además de un gesto de insensibilidad política, el último agravio que toleró.

Falta de plasticidad similar que enajenó las relaciones con el propio De Narváez y Ricardo López Murphy, que ahora tiene bajo su ala a otra legisladora del PRO, María Eugenia Rodríguez Araya. Algo no funciona bien cuando un gobierno, que tiene 23 mil millones de presupuesto y capacidad de contratación ilimitada, pierde legisladores en vez de sumarlos.

Ahora con el incendio asolando las praderas, el macrismo finalmente decidió armar una task force, para enfrentar los al menos tres meses de juicio político que le esperan. Integran ese equipo el propio Rodríguez Larreta, Miguel de Godoy y Marcos Peña.

Se supone que ahora sí, jerarquizarán la opinión de gente como Ritondo y Diego Santilli; y acaso se acuerden de Santiago de Estrada, el hombre que timoneó en silencio la destitución de Ibarra y que extrañamente desde el inicio del gobierno macrista fue relegado –o eligió- permanecer en un discretísimo segundo plano en la Auditoría de la Ciudad.

Macri tiene igual varias oportunidades: la oposición en la Ciudad carece de un liderazgo unificador –como fue su caso cuando Ibarra era el jefe de Gobierno- y padece evidentes dificultades para acordar una estrategia común. Los bloques de Proyecto Sur y la Coalición Cívica viven una más que visible guerra civil.

Los radicales, peronistas y socialistas tienen más razones para acordar con Macri que para empujar su destitución. Es decir, se trata de un recorrido con final abierto. Lo que está claro, es que nada será mas político que la etapa que se inicia y los amantes de la mirada gerencial, deberán buscar nuevos destinos para sus soluciones fast food.