Matrimonio gay: una apuesta de Kirchner que fracturó a todos los bloques y estuvo cerca de caerse

El ex presidente tomó el tema como parte de la guerra que libra con el cardenal Jorge Bergoglio, pero no quiso plegar a su bloque en esa disputa y permitió que haya "voto a conciencia". Tomó un riesgo alto: el proyecto fue aprobado pero con los votos de menos de la mitad del cuerpo. Todos los referentes del recinto se sintieron acorralados y evitaron posturas unánimes entre los suyos. Hubo confesiones personales, titubeos y, como nunca este año, factores personales que se antepusieron a estrategias partidarias.
Kirchner lo hizo. A las 2.25 de este miércoles votó por primera vez en una sesión ordinaria y ayudó a que se aprobara, con lo justo, el proyecto que permite el matrimonio entre personas del mismo sexo, un hecho inédito en Latinoamérica.

Fue una apuesta que gestó a comienzos de año cuando aceptó que tendría un recinto adverso con derrotas casi semanales. Observó que el tema afianzaría su perfil progresista, que alimenta desde que perdió la elección legislativa; desuniría, al menos por un rato, a una oposición dispuesta juntarse para rechazar cualquier medida oficial y, sobre todo, significaría un golpe de gracia al cardenal Jorge Bergoglio, uno de sus enemigos declarados.

Los principales referentes de la oposición dicen que el cardenal no  los presionó. Hasta Gabriela Michetti confesó, sorprendida, que se había encontrado con el arzobispo y nada le había dicho. Otros diputados sí admitieron haber recibido el llamado de los obispos de sus pueblos pidiéndole que consideren su voto.

Algún efecto tuvieron esas gestiones finales: hasta el lunes, los militantes de la causa, como los coordinadores de la ONG 100% diversidad, identificaban a 131 diputados dispuestos a votar a favor, justo dos por encima del número necesario para alcanzar la mayoría.

Pero ese día, cuando la oposición logró adelantar la sesión al martes, los conteos daban por debajo de esa cifra y así la iniciativa corría riesgo de ser aprobada.

Los kirchneristas que buscaban que eso no ocurriera apelaron a un último recurso: pedirle a Kirchner que, además de votar, consiga que al menos varios de los oficialistas que no coincidían se ausenten o se abstengan, y faciliten así que la aprobación con mayoría simple. Lo lograron con diez de ellos y la votación terminó con 126 voluntades positivas.

Los principales militantes de la causa que tuvo el bloque K fueron Juliana Di Tullio, Alejandro Rossi y Gustavo Marconato. Como nunca, la bancada se dividió entre los kirchneristas que llegaron al recinto en 2005 y la vieja guardia duhaldista que recién después aceptó mezclarse con los K. 

Entre estos últimos se destacaron Jorge Landau, José María Díaz Bancalari y Graciela Gianettassio, quienes nunca dudaron en votar en contra. Pero esa bandera la llevó la mendocina Patricia Fadel, secretaria parlamentaria del bloque hasta diciembre y de buena relación con toda la bancada.

Una extraña situación en un año con parlamentos divididos entre kirchneristas y antikirchneristas: Fadel usó esa afinidad para ir en contra del primer proyecto que Néstor Kirchner quiso votar a favor en el recinto. Y arreó a casi la mitad de los 86 diputados del FpV-PJ.

Sus compañeros que estaban por la positiva se enfadaron. “No había que militar por ningún voto”, alegaban. La presencia de Kirchner fue determinante. Además de las 10 ausencias, entre las que estuvo el moyanista Octavio Argüello, y el ex interventor del PJ Ramón Ruiz, hubo sorprendentes votos a favor.  

Uno de ellos fue el de Luis Cigogna, ligado al vicegobernador Alberto Balestrini y cuya negativa se daba por descontada hasta el comienzo de la sesión. 

El voto no positivo lo militó con furia Cynthia Hotton, una ex macrista aliada ahora a Cobos. Hasta la semana pasada contaba 113 votos y, con Kirchner y todo, estuvo cerca de alcanzar ese número. Terminó con 110.

Su discurso levantó a la miltancia evangelista que compartió el segundo balcón del palco junto a los practicantes católicos. Un piso más abajo, la abuchearon los militantes de organizaciones de gays y lesbianas.

Hotton basó su negativa en la posibilidad de que decía abrirse para que los matrimonios homosexuales adopten chicos, una atribución que no está en el proyecto y que, de hecho, el régimen de adopción actual no la prohíbe.  

Consciente de que ese tema molesta más gente que el enlace gay, la diputada evangélica lo puso sobre la mesa varias veces y llegó a acusar a Vilma Ibarra, principal promotora del tema, de haber dado a entender en una reunión de comisión que aceptaría la poligamia.

Solá, temprano, había minimizado el tema al considerar que una pareja homosexual puede garantizar la felicidad de niños desamparados. De su bloque hubo mayoría por la negativa: 24 sobre 31. También entre los radicales la positiva fue la opción menos tomada. Los 30 de centroizquierda, aliados y no, fueron los que inclinaron la balanza.

Kirchner llegó al recinto 21.30 y a las 1.40 ya estaba en su banca, al lado del jefe de su bloque, Agustín Rossi, encargado de cerrar todos los debates. Escuchó los discursos más conmovedores como el del socialista Ricardo Cuccovilo, que confesó tener un hijo gay. "Debimos cerrar el tema ahí", dijo Rossi más tarde.  

Michetti titubeó, como suele hacer desde que habla desde su banca, y aceptó que pese a su perfil progresista en este tema prefería "no ser vanguardista".

Carrió antecedió a  para justificar un voto que buscó no quedar entrampado en la estrategia K de correrla por izquierda.  Tácticamente, defendió su práctica católica pero privilegió el costo político de su voto: lo hizo al abstenerse y aclarar, en pleno recinto, que sabía que así favorecía la aprobación del proyecto.

Otro dato muestra de que eso era lo que quería: Alfonso Prat Gay, quien hasta la semana pasada se lo contaba entre los detractores, finalmente se abstuvo. Y la mayoría de su bloque fue por la positiva. No era cuestión de regalarle la fiesta a Kirchner.