Ley de radiodifusión

Fontevecchia en una implacable crítica a Clarín y Kirchner

El dueño de la editorial Perfil cuestiona sin matices la "falta de seriedad" del grupo Clarín para cuestionar ahora la ley de radiodifusión, como el evidente interés de Néstor Kirchner por domesticar al multimedios. Una columna imperdible que explica los multimillonarios intereses que se juegan detrás de la pelea por la ley de radiodifusión y el triple play.
Por Jorge Fontevecchia

Me hizo acordar al “¿¡Por qué no te callas!?”. Cuando desde su tribuna itinerante del Conurbano bonaerense Kirchner dijo: “¿¡Qué querés, Clarín!?” usó el mismo tipo de pregunta admirativa que el rey de España le hizo a Chávez. Se escribe igual: con cualquiera de los dos signos o los dos juntos, según las preferencias. Pero a mi me sonó distinto, bien diferente a como lo interpretó la bullanguera tribuna de Néstor que estalló en aplausos al grito de “Tomala vos, dámela a mí, el que no salta es de Clarín”. Yo lo leí como un verdadero pedido: “¿Qué querés que te dé para volver a trabajar para mí?”. “¡Si estábamos tan bien juntos!”

¿¡Por qué te fuiste, mamá!? A mí me sonó a súplica disfrazada de agresión, al estilo de la mujer despechada de la canción del dúo Pimpinela que comienza: “¡Me engañaste, me mentiste, me tomaste cuando te hice falta y ahora me tiras. Me usaste..” pero donde la abandonada no quiere asesinar a su ex pareja sino recuperarla.

Clarín tampoco guarda la compostura, después de años de enviar chiquitos, a página par, sin foto, mezclados con policiales y sociedad, los temas sobre libertad de prensa, ahora dedica, al comienzo del diario, páginas y páginas a la reunión semestral de la SIP en Paraguay (en 2004 publicó 75 centímetros contra 1.575 de 2009) y en convertir a la diputada radical Silvina Giudici, presidenta de la Comisión de Libertad de Expresión de esa cámara, en una especie de Susana Giménez que aparece todo el tiempo.

Da vergüenza ajena, lo mismo que las imitaciones en Canal 13 de Tinelli a Néstor y Cristina Kirchner (ver Espectáculos, página 2) que justo ahora conviene relanzar después de haberlas olvidado prolijamente mientras Kirchner era todopoderoso.

Les vale la misma crítica que al Gobierno: así como muchos piensan que el anuncio del anteproyecto de reforma de la Ley de Radiodifusión fue hecho para extorsionar a Clarín y todos sus artículos pueden ser modificados para licuarle los daños en la medida que se avenga a ser nuevamente funcional con el relato del Gobierno, también hay quienes piensan que las imitaciones de Néstor y Cristina Kirchner que realizarán Tinelli en Canal 13 pueden, dependiendo de las concesiones que se realicen, bajar su tono crítico o hasta extinguirse rápidamente, como ya sucedió con la policía del Valijagate de “Patinando por un sueño”, quien después de entrenarse varios meses quedó fuera del aire antes de debutar.

Ninguno de los dos son serios, pero aunque no haya inocentes, es el Estado –al igual que en la teoría de los dos demonios– el que tiene mayor obligación de actuar moralmente. En las 147 páginas de la Propuesta de Proyecto de Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual no se hace mención a lo que en otros países se conoce como Ley de Acceso a la Información Pública, que obliga a los gobiernos a no discriminar a los medios retaceándoles información sobre sus actos. Si el Gobierno puede hacer transacciones con las informaciones de interés público, incluso censurarlas, ¿con qué legitimidad ética puede reclamar que haya empresas que lo extorsionen con la difusión o no de contenidos negativos con la excusa de que la información es una mercancía de la que son dueños porque ellos la producen y distribuyen?

Es tan censurable que un medio o un conductor no difundan su mensaje a cambio de compensaciones mayores de las que obtendrían de su audiencia y anunciantes, como que el Gobierno opere de todas formas posibles sobre los medios para que no se difundan informaciones que le resulten negativas. Y el kirchnerismo ha sido el más experto censurador de la historia de la Argentina democrática. Por eso, cualquier ley de medios promovida por este Gobierno y que incluya una alta dosis de discrecionalidad del poder de fiscalización del Gobierno será vista –con razón– como colocar al lobo a cuidar el gallinero.

Esto no quita la probablemente buena intención de Gabriel Mariotto, titular del Comfer, ex decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora, y encargado de llevar adelante el nuevo proyecto. Mariotto, como Luis Lázzaro, integrante principal del equipo que redactó el nuevo proyecto de ley, y los intelectuales de Carta Abierta, están genuinamente convencidos de que llevan adelante una causa patriótica sin percibir ciertas analogías entre el uso que Perón les dio a los Montoneros mientras le convino para luego echarlos de la Plaza de Mayo, del que podría hacer Kirchner con ellos si llegara a un acuerdo con Clarín. Los Montoneros tardaron en comprender que Perón estaba más cerca de López Rega que de ser la mezcla de Gardel con el Che que ellos imaginaban, y quizá lo mismo suceda con Mariotto, Lázzaro y Carta Abierta: que ellos también tarden en descubrir que Kirchner está más cerca de Rico y Saadi de lo que creen.

Kirchner no hizo una presidencia democrática y pluralista; su sueño era que Clarín fuera lo que Televisa fue para el PRI en México, y en menor medida Globo para Arena y luego el PMDB en Brasil. Una herramienta disciplinada al servicio del poder de turno. La diferencia es que los argentinos tenemos una vocación igualitaria que las poblaciones de México y Brasil no tenían. Con audiencias más primitivas y una clase baja con menos conciencia de sus derechos, Televisa y Globo pudieron –y hace ya años– hacer oídos sordos a los temas conflictivos de cada momento, algo que Clarín nunca podría hacer sin destruir su relación con su audiencia. Otra diferencia es que Televisa y Globo son empresas de entretenimiento donde las noticias ocupan una ínfima parte de sus programaciones, en cambio Clarín es una empresa periodística originada en un diario y que se hizo fuerte con las noticias también en lo audiovisual. La información fue a Clarín lo que las telenovelas fueron a Televisa y Globo.

Lo que Kirchner no comprendió, cuando en sus días de gloria imaginó a Clarín como aliado en la construcción de un PRI argentino, es que más tarde o más temprano los ciudadanos se cansan de tener al mismo presidente (o copresidente), y cuando eso sucede Clarín, como Reutemann o Solá, tenía que diferenciase para sobrevivir al caído en desgracia. El PRI fue una estructura más inteligente y compleja que el Frente para la Victoria.

La ley

En una excelente y extensa columna en la edición de ayer de PERFIL, Julio Bárbaro escribió: “Es más maduro simular afecto que amenazar con un revólver sin balas”. Así de débil ve al Gobierno el ex director del Comfer durante toda la presidencia de Néstor Kirchner. Para Bárbaro, el Gobierno, entre otros errores, peca de ingenuo al intentar “cambiar la realidad con normas”. Algunas realidades sí son cambiables con normas pero no hay metafísica que pueda contradecir todo el tiempo la física cotidiana de la realidad. Repasemos esa física.

Los medios audiovisuales gratuitos, la radio y la televisión abierta, al vivir sólo de la publicidad, son empresas siempre pequeñas al ser comparadas con aquellas donde el consumidor final paga todo o una parte del servicio. Simplificadamente, Telefónica y Telecom tienen ventas anuales de alrededor de 10 mil millones de pesos, y Cablevisión/Multicanal de la mitad: casi 5 mil millones. Los canales de televisión de aire, Canal 13, Telefe, Canal 9 y América, con ventas anuales de entre 100 y 300 millones de pesos, son infinitesimales en términos económicos. Y peor aún las radios: Radio 10, Mitre, Continental y La Red tienen ventas anuales entre 10 y 30 millones de pesos, o sea la radio número uno del país es económicamente más pequeña que un supermercado chino o una concesionaria de autos de cierto tamaño (los canales de noticias son económicamente tan pequeños como las radios).

La contraparte de la poca importancia económica que tienen las radios y los canales abiertos de televisión al ser gratuitos, por esa misma causa, son las enormes audiencias sobre las que ejercen gran influencia. Mientras Telecom es más de 300 veces más grande que Radio 10, políticamente es más influyente (o sea: se consiguen más votos) la radio número uno.

Económicamente hay sólo tres grandes jugadores: Telefónica, Telecom y Cablevisión/Multicanal de Clarín. Telecom no tiene influencia porque no tiene radios ni canales de TV. Telefónica prácticamente tampoco la tiene porque tiene sólo Telefe, donde desde hace años se ha eliminado todo programa periodístico y sus noticieros están pasteurizados para no generarle ningún conflicto con el poder de turno. Sólo Clarín está de "los dos lados del mostrador". Llega con sus fibras ópticas o de cobre a los hogares como Telefónica y Telecom, y llega a las audiencias con sus contenidos en alta proporción periodísticos.

En Grecia antigua, una sola palabra, timé, se usaba para definir dos conceptos: fama y dinero. Quien tenía lo uno, tenía lo otro. Recién en Roma los conceptos se separaron endos palabras y había quienes tenían fama pero no dinero, y viceversa. Clarín es el único que –dentro de estos parámetros– tiene ambos atributos.

Un ejemplo internacional de quien tiene ambos atributos es “el Clarín de España”, el Grupo Prisa, que edita el diario El País y tiene la mayor empresa de cable de su país además de la mayor cadena de radios y editorial de libros, que hoy está pasando por una situación financiera apremiante: la crisis de España le impide renovar su deuda y se verá obligado a vender alguna de sus actividades. Se especula que la familia propietaria preferirá quedarse con las empresas de contenidos (diarios, radios y libros) y desprenderse del cable, manteniendo así su influencia política intacta. ¿Sería esa misma decisión la que tomaría Clarín, si se aprobara la nueva ley de medios que directamente impide a quien preste el servicio de acceso a los hogares (telefónicas, cable, banda ancha de Internet) tener canales de televisión?

Aun si así fuera, el Gobierno no podría mellar la capacidad de influencia periodística de Clarín aunque sí le quitaría su mejor negocio: el cable. Pero hay quienes especulan que, ante esa disyuntiva, Clarín podría decidir lo opuesto a Prisa de España y quedarse con el cable, vendiendo los contenidos. Salvo algunas personas del Gobierno, nadie cree que esto vaya a suceder en el corto plazo, y de aprobarse alguna ley tendría tantas modificaciones que hasta podría cambiar su espíritu. Pero más allá de estas pocas posibilidades, por disciplina intelectual vale analizar ese escenario.