El Senado complica a Trump y Ebrard cree que los republicanos operan para evitar los aranceles
Las audiencias del Senado en Washington para ratificar al gabinete de Donald Trump le aportan oxigeno al Gobierno mexicano en la búsqueda de interlocutores que ayuden a evitar las medidas más extremas del nuevo gobierno en materia comercial.
En las últimas horas Claudia Sheinbaum recibió la información detallada de la ajustada votación para confirmar al secretario de la Defensa Peter Hegseth (debió desempatar el vicepresidente JD Vance) y las objeciones de diversos senadores republicanos a la designación de Tulsi Gabbard como directora nacional de Inteligencia Robert F. Kennedy para la secretaría de Salud. Cerca de Sheinbaum hacen la lectura paralela de que el Pentágono y las agencias de seguridad no están demasiados conformes ni con Hegseth ni con Gabbard, malestar que tiene implicancias para México.
La presidente entiende que Trump, a pesar de lo potente de su regreso, no tiene el control total de su partido, incluso le acercaron un estimativo que dice que solo el 30% de los senadores están totalmente alineados con el presidente. La meta ahora es que esos legisladores republicanos sean aliados del Gobierno para evitar la tormenta arancelaria que tendría su primer episodio, según la Casa Blanca, este fin de semana.
Para tal fin Marcelo Ebrard ha comenzado a contactar a grandes compañías estadounidenses para que desde esos corporativos se busque a senadores y congresistas y se les explique, esencialmente, que le principal socio de China en Norteamérica es Estados Unidos y no México.
A diferencia de Francisco Cervantes o Altagracia Gómez, que tuvieron incursiones de poco peso específico a Washington, el secretario de Economía opera con cautela y bajo una convicción que diversos empresarios ya le trasladaron a Sheinbaum: que Trump quiere los aranceles para obtener recursos de forma veloz y sin pasar por el Congreso, movimiento que va en juego con la reducción del Estado. "Algo pareció al comienzo de AMLO, que redujo la burocracia dorada del estado y se empeñó en recaudar más", le dijo un magnate a Sheinbaum en los últimos días.
El Gobierno por lo pronto, cree que es probable que Trump imponga aranceles y por lo cual habrá una respuesta inmediata. Desde esa base se espera negociar para luego retirarlos bajo ciertos acuerdos.
Otro cálculo que circula en la cúpula es que Canadá va a tener una respuesta muy dura contra los aranceles de Trump, especialmente por la temporada electoral que ya se vive en ese país. De ahí que, de momento, no conviene una cercanía extrema con la administración de Justin Trudeau.
Sheinbaum comienza a dimensionar que Trump pretende una diplomacia basada en acciones y resultados y con pocas palabras o diálogos. La cuestión arancelaria le permite al Gobierno jugar en un terreno que le habilite abrir negociaciones y vínculos.
Ese contexto puede ser clave porque Trump no ha querido que sus funcionarios tengan contacto con el Gobierno mexicano, algo que ya se entiende en la presidente. La falta de postales, llamadas y reuniones en Washington y CDMX no es una cuestión de los actores, va más allá de Esteban Moctezuma o Juan Ramón De la Fuente. Se trata, más bien, de una determinación política de Trump que ha elegido hacer política interna a partir de sus cuestionamientos a México. Nada muy diferente a lo que López Obrador hacía con Estados Unidos o España.