Brasil

En el entorno de Lula celebran la "luna de miel" con el electorado pero hay temor a un rápido desgaste

Según IPEC, el presidente de Brasil tiene 41 por ciento de valoración positiva contra 30 que lo califica de regular y 24 lo desaprueba en casi tres meses de gobierno. Sin embargo, hay alarmas sobre las peleas que se vienen.

Lula lleva casi tres meses en el gobierno y ya cuenta con una valoración positiva mayor a la que tenía Jair Bolsonaro en el mismo período. Según publicó la encuestadora IPEC, el presidente de Brasil tiene un 41 por ciento de los votos, siete puntos más que su anteceder durante los primeros meses de 2019. 

El relevamiento agrega que un 30 por cieno de los consultados lo considera regular y un 24 lo reprueba. Ese casi tercio de rechazo coincide con la base de apoyo de Bolsonaro.

Sin embargo, si se compara la aprobación de las presidencias anterior de Lula el número es más bajo. En 2003 el apoyo era de 51 mientras que en el inicio de su segundo mandato en 2007 llegaba a 49 por ciento. La diferencia con el escenario actual es el grado de polarización, mucho mayor, que hereda Lula tras ganar por solo dos puntos a Bolsonaro. 

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Los sectores que más aprueban el Gobierno son los que le dieron la mayor votación al progresista el año pasado: los más pobres, los menos escolarizados, los católicos y los habitantes del empobrecido noreste brasileño. En el noreste, única región del país en que Lula fue mucho más votado que Bolsonaro, la aprobación del progresista es del 53 %, mientras que en la rica región agropecuaria del centro-oeste la evaluación positiva solo es del 31 %. 

Los sectores que más aprueban el Gobierno son los que le dieron la mayor votación al progresista el año pasado: los más pobres, los menos escolarizados, los católicos y los habitantes del empobrecido noreste brasileño.

En el sureste, región más poblada y rica de Brasil por incluir los estados de Sao Paulo, Río de Janeiro y Minas Gerais, 36 % aprueba el Gobierno y 26 % lo desaprueba.

Entre los evangélicos, que en su mayoría se dijo elector de Bolsonaro, 39 % confía en Lula y 58 % desconfía. De los católicos, un 45 % aprueba su Gobierno y un 21 % lo desaprueba. Mientras que la evaluación positiva del Gobierno es del 50 % entre los que ganan hasta 2 salarios mínimos, la de los que ganan más de 5 salarios se limita a 38 %. 

No es un mal arranque para el líder brasileño pero cabe aclarar que aún no comenzaron muchas batallas políticas donde el Presidente pondrá a prueba gran parte de su capacidad de negociación y diálogo. El más inmediato es la negociación en el Congreso de la nueva regla fiscal que reemplazará el techo de gastos impuesto por Michel Temer en 2016. 

Fernando Haddad.

Se trata de un paraguas legal para poder aumentar la inversión social y cumplir con muchas de las promesas de campaña. Lula había logrado una victoria política antes de asumir tras aprobar una Propuesta de Enmienda Constitucional (PEC), que prevé una ampliación de los gastos en 169.100 millones de reales, unos 32.000 millones de dólares.

El ministro de Hacienda brasileño, Fernando Haddad, se enfrenta a dos problemas. La desconfianza de los mercados y el círculo empresarial por considerar que no es correcto cambiar la regla fiscal según el color político de los gobiernos y anticipan que pueden venir nuevos impuestos que lo perjudiquen y la presión del PT, expresado en el sector más duro liderado por su presidenta Gleisi Hoffman, de que la regla no sea lo suficientemente agresiva para financiar las políticas sociales que el gobierno necesita. 

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El fuego amigo tuvo su primer round entre Gleisi y Haddad fue con la devolución parcial de los impuestos sobre la gasolina. Asimismo, el jefe de la Casa Civil, Rui Costa, del PT, había "expresado dudas" sobre el mecanismo fiscal de Haddad, reclamando una flexibilización de la medida para obras e inversiones. 

Lo cierto es que Haddad tiene el apoyo de Lula y no hay una coma que no tenga el apoyo del Presidente. Para Lula es clave porque se trata de la antesala a la reforma tributaria que se esta debatiendo en las comisiones y pondrá a prueba la base de apoyo se Lula en el Congreso. Por lo pronto, ya hay una mala noticia que es la decisión de Unión Brasil, uno de los partidos de centroderecha que estaban siendo seducidos por Lula y tienen dos funcionarios en el Gabinete, de no integrar la base oficialista.  

Justamente, este partido junto con la oposición bolsonarista le pidieron al presidente de la Cámara de Diputados Arthur Lira el diseño de una nueva norma fiscal. União. Eso significa que la regla aprobada por el Congreso no será la misma que la de Haddad, y mucho menos la que le gustaría al PT. 

Lula no tiene el control de todo el esquema económico. Por eso su pelea con el presidente del Banco Central y la falta de intervención en el directorio de Petrobras que recién podrá cambiar en el mes de abril 

La luna de miel de la sociedad con Lula está intacta pero estas peleas, las negociaciones con los partidos del Congreso y las diferencias en el seno del PT pueden desgastar la gestión y afectar de forma directa la imagen del presidente.