Peronismo

Mátalos suavemente

El Presidente decidió correrse de los temas duros de la gestión para que el desgaste caiga sobre Massa y Cristina, para que lleguen debilitados al cierre de listas.

Luego de la crisis de gabinete de septiembre del 2021, cuando Alberto ignoró los consejos de su grupo político que le sugería aprovechar el momento para aceptarle la renuncia a todos los funcionarios kirchneristas y emanciparse políticamente, se produjo un encuentro que, con el paso del tiempo, adquiere sentido.

En una reunión con la cúpula de Clarín, cuando le preguntaron porque no rompía con Cristina ante el flagrante desafío a su autoridad que representaron las renuncias masivas lideradas por Wado de Pedro, el Presidente trazó un diagnóstico y un plan: "Ahora no puedo romper porque pongo en riesgo la gobernabilidad, lo voy a hacer en el último año, cuando estemos cerca de las elecciones, donde ya los dejo sin margen".

Paciencia y cinismo

En ese momento no pocos pensaron que era una excusa para sacarse de encima la presión del grupo. Hoy, cuando es evidente que Alberto decidió construir su reelección contra el kirchnerismo, no parece que haya sido una frase al pasar. No hace falta buscar datos reservados. Alcanza con repasar sus propias palabras: "Si gano las PASO seré quien termine con veinte años de kirchnerismo", le dijo al periodista Roberto Navarro. Después su vocera lo desmintió. Quien quiera oír que oiga.

Entonces, ¿Alberto fue un infiltrado de un sector del poder en el kirchnerismo, que logró que Cristina tropezara dos veces con la misma piedra? No lo sabemos, pero esta claro que el daño que le hizo al movimiento que lidera la vicepresidenta es superlativo. Un trabajo de demolición lenta. Que parezca un accidente. No me di cuenta, estoy enojado, se me pasó, veámonos, esta sí que no va, mira lo que me hacen, no me dejan gobernar. Y así los fue llevando hasta esta coyuntura que sorprende al kirchnerismo encorsetado, con una enorme dificultad para ampliar sus márgenes de acción política.

Y ahora que entramos en tiempo de definiciones, el plan de Alberto es hacer de su debilidad su fortaleza. Jiu-Jitsu peronista. Lo corrieron de la gestión dura y una vez que se le pasó el bajón, le encontró la vuelta. Ahora se corre él.

Aunque parezca un disparate está ocurriendo, Alberto se desentiende de la inflación, de los cortes de luz, de la sequía histórica, de la falta de reservas, de los problemas de la industria, del campo, de los sueldos que no alcanzan, de las negociaciones con el FMI. Todo lo que duele es Massa y Cristina. No es casualidad, es un plan.

El plan de Alberto es hacer de su debilidad su fortaleza. Jiu-Jitsu peronista. Lo corrieron de la gestión dura y una vez que se le pasó el bajón, le encontró la vuelta. Ahora se corre él.

Con un grado de cinismo y sagacidad alto, el pequeño círculo que rodea a Alberto decidió que había que tomar distancia de la gestión dura -Gabriela Cerruti comentando indignada la inflación- y preservar al Presidente para que sólo se muestre en temas blandos y fotos internacionales.

El acto recordando la epopeya de vacunación contra el Covid, la inauguración de un jardín de infantes en el norte, el programa de edificios públicos ecológicos, los juegos Evita, el viaje a la Antártida y así. Nada de esa agenda blanda es reprochable, al contrario, pero el detalle es la centralidad en la comunicación. Al Presidente se lo preserva de los temas que queman: inflación, inflación, inflación.

Y el plan albertista tiene un correlato político: que la lluvia ácida caiga sobre Massa y Cristina para que lleguen desgastados al cierre de listas y las opciones sean Alberto o Scioli. ¿Es un disparate hacer campaña desentendiéndose de su propio Gobierno? ¿No es acaso lo que hace Cristina desde el otro lado? ¿Cómo llegamos a esta situación en la que Presidente y Vice se tiran con la gestión? ¿Y Massa a quien le echa la culpa?

De hecho, las tensiones con el ministro de Economía están en un punto muy peligroso. Las declaraciones de Cerruti son apenas la superficie de juegos mayores: Desde una de las pocas reparticiones económicas que no controla Massa, se difunde por estas horas que la inflación de Marzo podría alcanzar el 7,5%. Acido en estado puro.

Massa se fue a una cumbre del BID en Panamá y postergó para Abril la nueva tanda de medidas que está negociando con el FMI.

Estamos entonces ante un escenario de una violencia contenida: un juego del hambre con la inflación calentando el agua de la olla, con las elecciones tan cerca y tan lejos. Algo en el aire de este verano eterno trae malos recuerdos, pero acaso la paciencia infinita de los argentinos acostumbrados a vivir en crisis, sea el único dato alentador.