EU

El embajador ya no sonríe

La posición de Ken Salazar vuelve a ser vulnerable. El aval de Kerry. Los frentes abiertos.

 Desde hace dos semanas hay un cambio en el trato y los modos del embajador Ken Salazar. Portador habitual de rostro sonriente y un estilo relajado para con sus interlocutores del Gobierno mexicano, quienes lo han frecuentado recientemente lo encuentran más evasivo, introspectivo, por momentos enojado con el rumbo de las conversaciones. Algo de ello hubo en la reunión del pasado lunes en Palacio Nacional con motivo de los ciudadanos estadounidenses secuestrados en Tamaulipas.

Ocurre que Salazar vuelve a estar muy cuestionado en Washington DC tanto entre senadores demócratas como por funcionarios del Departamento de Estado. Al drama reciente de la guerra contra el fentanilo se suman los desencuentros comerciales, conflicto por la seguridad aeroportuaria y el rumbo diplomático del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, concretamente la cercanía con Cuba y la imposibilidad de conseguir que el presidente mexicano tome partido contra Rusia por la guerra en Ucrania.

Una situación de vulnerabilidad ante la cual el embajador vuelve a recibir un apoyo absoluto de John Kerry, enviado especial para Cambio Climático, y que vendrá a México la semana que viene para reunirse con López Obrador.

Kerry fue secretario de Estado, es amigo de Salazar y se ha convertido en el mediador entre Salazar y Anthony Blinken. También cercano a Joe Biden, es el principal enlace de la Casa Blanca con el sector privado para conseguir compromisos ambientales. Ex candidato a la presidencia en 2004, antes de asumir su cargo actual era un alto ejecutivo de Bank of America y la familia de su esposa es multimillonaria.

Este blindaje refuerza el de Biden que si bien considera un amigo a Salazar, crecen las dudas sobre hasta que punto ese nexo resistirá la realidad. 

La semana pasada algunos de los congresistas de EU que visitaron México preguntaron en algunas reuniones privadas por qué Salazar no podía activar extradiciones de capos del narco con mayor celeridad. Se volvió a poner sobre la mesa que los modos afables del embajador ya están agotados respecto a los resultados que Washington pretende. De ahí que no sorprende el modo en que hoy martes Salazar le respondió a López Obrador sobre los niveles de seguridad en México y Estados Unidos. Es una reacción a ese reproche subterráneo.

El frente comercial también es muy delicado porque la secretaria de Economía Raquel Buenrostro no puede resolver las controversias derivadas de la política energética y del rechazo al maíz proveniente de EU. El embajador le creyó a la ex jefa del SAT que su amistad con Rocío Nahle arrojaría alguna salida, pero nada sucede. Al final del día, el problema no era solo la productividad laboral de Tatiana Clouthier o la agenda paralela de Alfonso Romo.

La contienda por la categoría 1 de la seguridad aérea es otro terreno de fricción porque EU requería ciertas reformas abocadas a mejorar la supervisión gubernamental del negocio aerocomercial pero desde Palacio Nacional se decidió introducir dentro del mismo paquete legislativo una ley vidriosa en favor del empresario Enrique Beltranena, dueño de Volaris y de excelentes nexos con la Secretaría de Gobernación.

En definitiva, una agenda bilateral de alta densidad rumbo al periplo electoral que en 2024 dominará la cotidianidad a ambos lados de la frontera.