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El sinuoso camino de Ebrard

El canciller rumbo a su encrucijada. Señales de MC. La salida de la SRE.

El pasado fin de semana, en una reunión con empresarios en San Pedro Garza García, el canciller Marcelo Ebrard evitó dar cualquier tipo de señal de distanciamiento con Andrés Manuel López Obrador. Los interlocutores terminaron un poco más convencidos de lo que Ebrard dice en público: que hará todo el esfuerzo por obtener la nominación presidencial de la 4T.

La hoja de ruta se sostiene a pesar de que todas las señales apuntan hacia la jefa de gobierno de la CDMX, Claudia Sheinbaum, quien recorre el país, hace actos de miles de simpatizantes, suma gobernadores a su causa y cuenta con recursos siderales para materializar su proyecto presidencial.

Ebrard, convencido de que solo hay un gran elector decisivo, ha hecho todo lo posible por seguir las directivas de Palacio Nacional, fundamentalmente la de no dividir a Morena que se emitió hace aproximadamente diez meses.

La estructura de representantes para los 10 mil distritos electorales que presentó hace dos fines de semana en la colonia Nápoles de la CDMX está enfocada, a pesar de que la interpretación dominante es la contraria, en no competir con los otros aspirantes por los operadores de Morena y, en lugar de ello, contar con un armado propio. Algo que sus rivales no han hecho.

Ebrard entiende que es el único de los precandidatos en condiciones de volver a subir el margen de votación de la 4T: López Obrador logró 30 millones de votos en 2018, en las elecciones intermedias Morena consiguió 16 millones y en la revocación de mandato fueron 11 millones. Se propone conseguirlo a partir de votantes que se alejaron de Morena en el transcurrir del sexenio pero también con la base propia del partido gobernante.

El ex jefe de gobierno capitalino no concuerda con el axioma de que los votantes duros de Morena lo rechazan: cuando escucha esa tesis replica que lleva 20 años militando en el campo de la izquierda y que cuando López Obrador ganó la capital en el 2000 los votos que él aportó con su declinación en favor del PRD fueron decisivos para que el tabasqueño triunfara sobre Santiago Creel.

En el War Room de Ebrard domina la teoría de que la capacidad de amalgamar una combinación de votantes duros y otros no tanto de la 4T es una ventaja frente a otros aspirantes y además un reflejo de la relación personal que Ebrard tiene con el Presidente, un vínculo donde más que una matriz de obediencia vertical subyace una de lealtad y diálogo horizontal.

Todavía flota en el aire el enigma de qué hará el canciller si finalmente no recibe la nominación. Allí es donde entra a la ecuación Dante Delgado, quien tiene todo listo para ofrecer la candidatura presidencial de MC. "No solo un buen Plan B para Marcelo, sino también para el presidente", desliza Delgado en privado.

Esa noción ya circula en ciertos sectores del empresariado donde se cultiva la tesis de un nexo subterráneo entre el senador y Palacio Nacional: la posibilidad de que Ebrard esté en el tablero de la elección presidencial por MC y como un reaseguro de Morena de modo que el Presidente tenga dos aspirantes afines.

Para el partido naranja además es una opción transitable si se considera la baja aprobación de Enrique Alfaro en Jalisco, y la negativa tanto de Samuel García como de Luis Donaldo Colosio, el activo electoral más valioso de MC.

Pero de momento el canciller insiste en su propio sendero que tiene una estación determinante en el primer trimestre del año que viene, cuando pretende dejar la Secretaría de Relaciones Exteriores para recorrer todo el país y, de ser posible, heredársela al embajador en la ONU, Juan Ramón de la Fuente, algo complejo si se consideran ciertos ánimos del entorno de López Obrador.

La salida de Ebrard sería la confirmación final de una ambición real y la reacción posterior de los animadores de Morena la prueba de ácido para entender hasta qué punto hay incertidumbre sobre cuál será el vehículo que elija el canciller para, de una vez por todas, ser candidato presidencial.