La grieta opositora

A más de un año para el proceso electoral, la grieta comienza a hacer estragos dentro de Juntos por el Cambio, amenazando incluso la propia integridad del espacio de cara al 2023.

Cristina lo hizo de nuevo. Cuando parecía que el centro de gravitación de la política argentina pivoteaba en torno al "superministro" Sergio Massa, la dura acusación y pedido de condena del fiscal Luciani en la denominada "causa Vialidad" le devolvió a la ex presidenta la centralidad en la agenda pública.

Si Juntos por el Cambio, que viene desde hace meses luchando por superar la tensiones, resquemores y desconfianzas internas, había quedado golpeado por la irrupción de Massa y el golpe de timón que trajo aparejada una relativa calma y un moderado clima de expectativas en los mercados, la radicalización y movilización del kirchnerismo en torno a su líder produjo un verdadero terremoto político con consecuencias aun imprevisibles.

El estado de alerta y movilización permanente que declaró el kirchnerismo, que por cierto logró galvanizar -al menos por ahora- en torno al apoyo a la vicepresidenta a prácticamente todas las expresiones del peronismo, vino acompañada de una radicalización discursiva que reintrodujo en el debate público la crispación y la lógica política "amigo-enemigo". La estrategia de Cristina, que consiste -más allá de los argumentos técnico-jurídicos- en victimizarse y denunciar una persecución por parte de sectores de la justicia, reinstala inevitablemente el escenario polarizador.

Cuando muchas encuestas venían mostrando que el cansancio y la frustración de amplias franjas del electorado venía horadando la "grieta", las noticias que llegan desde Comodoro Py parecen revitalizarla. Del lado del gobierno, por ahora, parece ser redituable. Al mismo tiempo que se activa la maquinaria electoral, la "causa común" deja de lado las diferencias internas que hegemonizaron el espacio durante largos meses, y la centralidad de Cristina desplaza del centro de la escena el ajuste que está llevando adelante la nueva gestión económica. Si Massa ya había ganado tiempo con la buena recepción que tuvo su llegada entre un sector del establishment local e internacional, la batalla que concentra hoy toda la atención del kirchnerismo le da mayor margen de maniobra para avanzar con su hoja de ruta sin provocar roces con sus aliados internos. Más aun, teniendo en cuenta que la acusación del fiscal, pese a ser noticia a nivel internacional, pareció -por el momento- no tener impacto en los mercados.

Muy distinta es la situación en la principal coalición opositora. La estrategia del kirchnerismo reavivó el enfrentamiento entre "halcones" y "palomas" del PRO. Cuando todavía se estaban intentando procesar las tensiones internas que provocaron las polémicas declaraciones de Carrió denunciando la supuesta falta de transparencia y la complicidad con sectores del PJ de varios referentes del espacio, la invitación de Cristina a "subirse al ring" que conoce tan bien parece tentar a más de uno.

Así, Patricia Bullrich y otros dirigentes -entre los que podría contarse el propio Macri- creen que el escenario ofrece una oportunidad para volver a apelar al anti-kirchnerismo como estrategia excluyente. En este contexto, es manifiesta la incomodidad de Rodríguez Larreta, que viendo como la dinámica política nacional -primero la llegada de Massa, ahora la centralidad de Cristina- lo desperfila, parece improvisar una salida que lo deja mal parado. En un torpe intento de mostrar firmeza, aun a riesgo de generar violencia, le regaló al kirchnerismo el argumento de la represión. Pero, al privilegiar una salida más racional al asunto y dar marcha atrás, le regaló a Bullrich el discurso "opositor".

Las acusaciones y desconfianzas mutuas arrecian, y las críticas de ser "funcionales al kirchnerismo" se multiplican como argumento para justificar lo actuado, tanto desde las filas del "larretismo" como de los sectores más cercanos a la presidenta del PRO. Habrá que ver en las próximas horas no sólo si el conflicto sigue escalando, sino también cuál será la actitud del otro gran socio de la coalición, la UCR. Es que desde el centenario partido ya son muchos los que se cansaron de la interna del PRO, y de los ruidos que introduce en el debate de un espacio que debiera estar más preocupado en darle forma a un proyecto político que en dirimir proyectos personales.

Así las cosas, a más de un año para el proceso electoral, la grieta comienza a hacer estragos dentro de Juntos por el Cambio, amenazando incluso la propia integridad del espacio de cara al 2023.