Guerra en Ucrania

El reemplazo del gas ruso por carbón y la vuelta a las centrales nucleares divide al gobierno alemán

Alemania frenó su transición a las energías limpias. El debate genera diferencias incluso dentro de Los Verdes, históricamente contrarios a las plantas nucleares.

 La transición hacia las energías renovables tendrá que esperar en Alemania. El gobierno del canciller Olaf Scholz aprobó la rehabilitación de una planta de carbón para alimentar las centrales eléctricas y destinar el gas proveniente de Rusia a incrementar las reservas, que actualmente superan el 68%. Pero la crisis energética está tensando la coalición oficialista y algunos de sus miembros especulan sobre el costo electoral de las medidas pragmáticas que estudia Scholz por estos días.

Christian Lindner, ministro de Finanzas y líder del Partido Democrático Libre (FDP), no descarta reactivar más plantas de carbón y es uno de los principales defensores de postergar el cierre de las plantas nucleares programado para fin de año. Incluso planteó que vuelvan a funcionar aquellas que ya fueron desactivadas y suplir así el gas que se destina a la producción eléctrica, lo que supondría un ahorro de alrededor del 10%. Los Verdes, los segundos socios de la coalición detrás de los socialdemócratas de Scholz, se oponen.

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La copresidenta del partido, Ricarda Lang, dijo el domingo que Lindner no contará con el apoyo de Los Verdes en cuanto a la nuclear, una postura lógica para una formación que nació a principios de los 80 con un programa que rechazaba la construcción de centrales nucleares y el uso de esta energía: abandonar esa bandera, aunque sea por un periodo de tiempo limitado, implicaría una suerte de traición a la identidad partidaria. Sin embargo, los liberales de Lindner cuentan con el respaldo de sectores de la oposición y los empresarios.

Ricarda Lang, copresidenta de Los Verdes, rechazó extender el funcionamiento de las plantas nucleares.

El primer ministro de la región de Baviera, el conservador Markus Söder, llegó a pedir al gobierno federal que recurriese al fracking para extraer gas en territorio alemán y propuso que las centrales nucleares sigan operativas hasta 2025 -el plan de Lindner fija el plazo un año antes- porque existe "el riesgo de un invierno frío y el empobrecimiento de la clase media". Los Verdes responsabilizan al partido de Söder, la Unión Social Cristiana de Baviera, por haber contribuido a profundizar la dependencia del gas ruso durante los 16 años de Angela Merkel, como principales aliados de su gobierno. 

Scholz confía en que llegará a noviembre con las reservas de gas muy por encima del 80% que impuso Bruselas. El ministro de Economía, Robert Habeck, habló de un 95%. Para algunos es un escenario demasiado optimista

Scholz y Los Verdes desconfían del acercamiento entre los liberales de Lindner y los cristianos bávaros de Söder. Ambos dirigen sus respectivos partidos y ahora sumaron el respaldo de Stefan Wolf, el presidente de la patronal metalúrgica Gesamtmetall, que pidió al Ejecutivo mantener en funcionamiento las centrales de Isar 2, Neckarwestheim 2 y Emsland. La energía es esencial para la industria y, por ende, para la economía en su conjunto. Wolf advirtió que "la reputación de Alemania también está en juego" y vinculó el corte total del suministro de gas ruso con un escenario de emergencia nacional.

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Wolf parece igual de preocupado que los empresarios a los que aludió recientemente Annalena Baerbock, la ministra de Exteriores, quienes declararon que la escasez de gas podría generar "levantamientos populares" en el país. Baerbock es la copresidenta de Los Verdes y descartó la opción nuclear tras señalar que la única alternativa es ahorrar gas de cara al invierno. Scholz confía en que llegará a noviembre con las reservas de gas muy por encima del 80% que impuso Bruselas. El ministro de Economía, Robert Habeck, habló de un 95%. Para algunos es un escenario demasiado optimista.

Christian Lindner, ministro de Finanzas de Alemania.

Baerbock exigió una prueba de estrés de seguridad eléctrica antes de evaluar una posible rehabilitación de las centrales nucleares aún abiertas. Los Verdes y los socialdemócratas de Scholz apoyaron en el pasado la decisión de Merkel de prescindir de la energía nuclear en Alemania tras el accidente en la central de Fukushima, en Japón. El país compraba entonces gas barato y abundante a Rusia y apenas se cuestionaba el negocio. Si no fuera por la invasión a Ucrania, el gasoducto Nord Stream 2 estaría ahora en pleno funcionamiento. Los partidos alemanes no pueden mirar hacia otro lado después de haber descartado por décadas un plan B.

Habeck, también número dos del Ejecutivo, está en posición de convencer a los dirigentes de Los Verdes sobre la posibilidad de una especie de amnistía nuclear, un gesto de pragmatismo que la coalición podría apreciar. Scholz tiene que equilibrar entre los liberales y los ambientalistas para mantener unida a la alianza que está por cumplir ocho meses en el poder. El gobierno debutó en diciembre y la guerra estalló a finales de febrero. La cuestión de la energía genera diferencias como lo hizo la entrega de armamento a Ucrania y el impuesto a las ganancias extraordinarias de las empresas.

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El proyecto es alentado por Habeck y las centrales nucleares podrían ser la moneda de cambio, pero Lindner se opone al impuesto y las discrepancias afloran ante cualquier desafío que se le plantea a la coalición. El acuerdo entre todos los partidos de gobierno es contrarrestar el impacto de la crisis sobre los ingresos de los alemanes, y la energía es un tema central que está forzando a cada una de las formaciones a revisar los pactos que hicieron posible inaugurar la era post Merkel. Scholz teme que el escenario excepcional de la guerra se transforme en la regla y marque el rumbo del Ejecutivo en los años que le restan.