Educación

La secundaria da trabajo pero no empleo

Los excluidos del sistema educativo representan más de 5 de cada 10 jóvenes a nivel nacional.

En números redondos, cada año egresan de la escuela secundaria unos 400 mil alumnos, de los cuales el CBC recibe aproximadamente 60 mil para cursar el ingreso a las 13 facultades de la UBA. Aprueban unos 23 mil, de los que, en promedio, un 65% saldría con un título de grado.

Los excluidos del sistema educativo representan más de 5 de cada 10 jóvenes a nivel nacional.

Son datos en borrador que los resultados del Censo 2022 terminarán de pasar en limpio, pero que sirven como panorámica para una clasificación de los caminos bifurcados que siguen los adolescentes que completan el nivel intermedio de la educación.

Motivo de otro análisis sería profundizar a qué se dedican los más de 200 mil chicos que no pudieron completar el camino en los cinco años que dura normalmente.

Y en ese punto, la interrupción pandémica añadió un nuevo componente a la repitencia, que ya antes de 2020 traía niveles preocupantes: el de la permanencia, que vendría a ser una prórroga de la prórroga para obtener el título secundario.

El mercado laboral se encuentra, así, con una oferta de formación básica limitada en la nueva camada de jóvenes de 16 a 24 años que se incorpora: la que ya consiguió trabajo o lo busca, la contracara de la cuarta parte de ese segmento etáreo, denominado "ni-ni" (ni trabajan ni estudian), por el Observatorio de la Deuda Social Argentina (ODSA) de la UCA, otro problema social a encarar.

El mercado laboral se encuentra con una oferta de formación básica limitada en la nueva camada de jóvenes de 16 a 24 años que se incorpora: la que ya consiguió trabajo o lo busca, la contracara de la cuarta parte de ese segmento etáreo, denominado "ni-ni" (ni trabajan ni estudian), otro problema social a encarar.

Existe asimismo un tercer "ni-ni": los 2 de cada 10 jóvenes de los hogares de estrato trabajador marginal, enrolados entre los que tampoco buscaron.

Es una problemática aparte a la que en las actuales circunstancias sólo se puede emparchar.

La cuestión de fondo que permitiría equilibrar la oferta y la demanda laboral en la franja en edad educativa (hasta los 24 años), simiente de la clase trabajadora, parte de una premisa a resolver: la secundaria, tal como está concebida, no alcanza a satisfacer las exigencias modernas de un puesto de trabajo, por la sencilla razón de que en la escuela ya no se aprende tal como sucedía en las anteriores generaciones.

Hoy, una parte de los jóvenes sólo encuentra salida laboral en el mundo de la informalidad, la precariedad y en los rebusques.

Si se creara una fórmula equitativa e igualitaria para que los jóvenes puedan transitar la etapa de formación, se tornaría indispensable una drástica renovación de los planes de estudios, que dé al estudiante la oportunidad de capacitarse mejor para acceder a un empleo de calidad.

Sin embargo, en una instancia como la actual, se tropieza con un obstáculo no menor que los números iluminan: la mayor parte de los alumnos de la enseñanza media no se reciben en el plazo de los cinco años consecutivos de ciclos lectivos previstos en los programas.

Es por eso que los talleres de oficios, de formación profesional, de iniciación en la tecnología, constituirían alternativas de orientación pedagógica con herramientas para ganarse la vida.

No para optar por el abandono de la secundaria, sino al revés: para asegurar una red de contención que facilite terminarla, dentro de la variedad de horarios que ofrecen los establecimientos escolares y de la posibilidad que dejó la pandemia de cursar y hasta rendir online.

Hay una cátedra ortodoxa aún presente en la burocracia educativa que no comulga con un enfoque didáctico aggiornado que conviva con los planes de estudios tradicionales, pero hoy la sociedad lo reclama a gritos.