Cataluña

La renuncia de Puigdemont a la presidencia de Junts recrudece la batalla interna del independentismo

Su sucesora, Laura Borrás, descartó la mesa de diálogo con Sánchez y presionó a Aragonès para retomar la agenda del procés. La CUP aseguró que no respaldaría a ERC y sugirió una vuelta a las calles. Los independentistas bajan en las encuestas.

 La decisión de Carles Puigdemont de dejar la conducción de Junts es una nueva muestra de las tensiones en el campo del independentismo catalán. El flamante liderazgo de Laura Borrás y Jordi Turull en el partido supone que la confrontación con ERC irá en aumento en los próximos meses, una situación riesgosa para las formaciones que promovieron el procés. Por eso lo republicanos pidieron a sus socios no "equivocarse de enemigos".

Desde Argelès-sur-Mere, el expresidente de la Generalitat aseguró, aunque sin nombrarlos, que los dirigentes de ERC fingen una "falsa normalidad" para proteger sus cargos, a costa de impulsar el proyecto independentista. Esas declaraciones llevaron a Marta Vilalta, portavoz y secretaria adjunta de ERC, a asegurar que son "compañeros de viaje" con los Puigdemont, en un intento por rebajar los cuestionamientos del fin de semana.

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Pero a Junts se suman los comentarios del diputado de la CUP Carles Riera, que deslizó que la formación antisistema no respaldaría la investidura de Pere Aragonès. "ERC y Junts se desdicen de cualquier agenda para la autodeterminación y la independencia", lanzó el secretario tercero de la mesa del Parlament a Nació Digital. También puso en duda la participación de la CUP en los próximos presupuestos y adelantó que el partido apostará por "reforzar el movimiento independentista en la calle" y "la desobediencia civil". 

Las últimas encuestas les dan un repunte a los socialistas de Salvador Illia, mientras ERC y la CUP se estancan y Junts pierde votos, es decir, la mayoría independentista está en peligro

Las últimas encuestas les dan un repunte a los socialistas de Salvador Illia, mientras ERC y la CUP se estancan y Junts pierde votos, es decir, la mayoría independentista está en peligro. Lejos de unir a los socios, las formaciones del independentismo están en una guerra interna por la viabilidad de las medidas simbólicas, como la política lingüística en las escuelas, y el acercamiento con el Ejecutivo central a través de la mesa de diálogo, una instancia que crispa los ánimos en Junts y la CUP.

El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès. 

Vilalta sostuvo que el gobierno de Pedro Sánchez "no está a la altura de estas expectativas" -en alusión a la mesa- y que "hace pasar por delante el oportunismo o los cálculos electorales". El entorno de Aragonès espera un primer paso de Moncloa, en particular tras el caso de espionaje contra dirigentes catalanes. Si el Govern muestra más interés, podría irritar a sus socios y a su electorado, y exhibir la desesperación del mandatario catalán por normalizar la relación con Madrid.

Resulta difícil una aproximación hacia el Ejecutivo de Sánchez, como ya advirtió Borràs, que pidió dejar de alimentar "falsas expectativas de diálogo y de entendimiento atemorizados por el espantajo de que viene la derecha y la extrema derecha". La nueva presidenta de Junts marcó una línea roja a Aragonès, con el objetivo de forzarlo a impulsar una agenda basada en los tópicos del independentismo y no en los proyectos que puedan acelerar la normalización con Moncloa.

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En otras palabras, Junts le tiende la mano a ERC en caso de que fracasen las negociaciones con Sánchez y solo si retoma el camino para "recomenzar, reconstruir y avanzar" en el procés. Pero fuera de la burbuja del separatismo -como lo reconocen los republicanos-, Illa insiste en el plan de infraestructura para Cataluña y el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, propone un nuevo marco para "despolitizar" el despegue económico de la comunidad autónoma. Sin otro programa que el independentismo, el Govern necesita logros inmediatos, aunque apenas pueden mantener los consensos previos al 1-O.