Frente de Todos

 Implosión política

Los mismos ministros que impulsaron la reelección de Alberto negocian con La Cámpora el regreso a sus municipios.

El discurso de Cristina Kirchner en el Chaco en el que pidió disculpas porque el gobierno "defraudó" a sus votantes, fue una carga de profundidad que estalló tres semanas después. En silencio, pero letal.

Alberto respondió improvisando una gira a Europa y desde Madrid anunció que competiría por su reelección, en medio de inusuales críticas a su vicepresidenta. Sólo bastaron 24 horas y el silencio atronador del peronismo, para que empezara a diluir su entusiasmo.

No hay distraídos en este juego. Si Alberto ya no es un candidato viable hay que entenderse con Cristina. Esa parece haber sido la lectura de Juanchi Zabaleta y Jorge Ferraresi, que planifican un regreso a sus municipios y saben que necesitarán un acuerdo con la vicepresidenta para que el año que viene sus candidaturas a intendente vayan integradas en la boleta del Frente de Todos.

 La trampa de Alberto

Gabriel Katopodis también tendió puentes con Cristina, pero demora el cierre. Son detalles, lo importante es el sentido de las cosas. En el preciso momento que Alberto Fernández golpeó la mesa para dar ese gesto de autoridad que le reclamaban casi desde el inicio de su mandato, se dio cuenta que la mesa ya no existía. El timming es casi lo único importante en política. Lo otro es la sucesión.

Por eso, ahora que Alberto hace todo lo que le pedían (actos sin el kirchnerismo, medidas sin acuerdo de Cristina, ministros objetados que siguen en el cargo), a todo le falta algo. Como esas películas que tienen el audio unos milisegundos fuera de sincro. Es casi imperceptible, pero se vuelve insoportable.

¿Y cómo reacciona el Presidente ante este inconveniente?. Cerrándose. Rechazó la última soga que le acercaron: Construir una mesa chica que institucionalice las decisiones del Frente de Todos, que integre a delegados de Cristina y Massa. 

Lo que falta es profundidad política en el sentido más elemental. Rumbo, armado territorial y sobre todo, intención de voto. Se entiende. La imagen negativa de Alberto alcanzó niveles que derriten cualquier intento de construir un proyecto político en torno a su reelección. Por eso, la decisión de Zabaleta y Ferraresi es un dato político central. Son dos ministros con peso territorial propio -gobiernan Hurlingham y Avellaneda- que apostaron casi todo a la reelección de Alberto. Sin ellos, no queda casi nada. 

¿Y cómo reacciona el Presidente ante este inconveniente?. Cerrándose. Rechazó la última soga que le acercaron: Construir una mesa chica que institucionalice las decisiones del Frente de Todos, que integre a delegados de Cristina y Massa. Se aferró a Martín Guzmán, al acuerdo con el FMI y buscó apoyo en algunos actores centrales del establishment. Como si Macri no hubiera existido, como si alguna vez apretar los dientes y avanzar con el ajuste, o peor, simular al poder que se avanza con el ajuste al mismo tiempo que se intenta disimularlo frente a la sociedad, hubiera funcionado.

El problema son los votos, que es como decir, el problema está en la política. Por eso, la economía tiene problemas tan profundos y oportunidades tan evidentes, que lo último que se necesita es un técnico con calefacción y vista a la Plaza de Mayo.

Alberto, sin embargo, decidió reducir el impresionante margen de acción que tiene un presidente en la Argentina cuando se anima a expandir el campo de juego. Se paró abajo del arco un poco empacado. A aguantar. Tal vez, la elección más riesgosa.

La señora también está callada, pero tiene la llave del peronismo en la provincia. ¿Es poco? Depende lo que hay afuera. Las cosas suelen cobrar sentido cuando se compara. Aunque la aguarda un segundo semestre complejo en lo judicial. Se verá.

En la vida real nos queda la inflación y un año y medio largo de mandato. Que es como construir una bomba, activarla y sentarse arriba a leer poesías de Ted Hughes, mientras se disfruta del sol.

Pero cuidado, ese tiempo también ofrece un margen ajustado pero posible si se decide aprovecharlo. Aunque no está fácil. Ya no alcanza con cambiar al ministro, ni siquiera con unificar todas las áreas económicas, ahora hace falta también un acuerdo político amplio que le de sustento. Y mañana será algo más. Que me esperen es además de una manera perezosa de ejercer el poder, un refugio precario en la Argentina de los problemas urgentes.