Región

El ingenuo sueño de López Obrador

El presidente quiere competir con Brasil. No parece darse cuenta que ya perdió esa batalla antes de llegar a Palacio Nacional.

El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador realizó una rápida gira por cuatro países del norte de Centroamérica y Cuba durante el fin de semana, con un nuevo sueño de grandeza: quitar el liderazgo de Brasil en América Latina, y avanzar a marchas forzadas antes de que, como estima, Inazio Lula da Silva regrese a la Presidencia en octubre, cuando se realicen las elecciones. Va a estar difícil.

El viaje de López Obrador fue diseñado para impulsar la imagen del presidente mexicano como un auténtico líder regional, para lo cual le construyeron discursos críticos al gobierno de Estados Unidos y de apoyo a la unidad latinoamericana. Sin embargo, sus mensajes no fueron novedosos ni originales. López Obrador repitió los mismos señalamientos que ha hecho durante meses.

Su palabra se ha desgastado y se ha vuelto vieja. No tiene impacto alguno su oposición al bloqueo estadounidense de Cuba, ni en pedir la abolición de la Organización de Estados Americanos para que surja un nuevo organismo panamericano que no sea "lacayo". Decirle al presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, que pedirá al presidente Joe Biden que invite a Cuba a la Cumbre de las Américas, es retórica hueca, porque ya le dijeron que no.

López Obrador parece haber buscado foros internacionales para escucharse a sí mismo. Mientras tiró miel sobre los oídos de un desgastado Díaz-Canel, donde la visita de su colega mexicano apoya indirectamente su política violadora de derechos humanos, en la práctica, responde a los intereses de Estados Unidos, como recientemente se comprobó al aceptar servir de patio para recibir a centenares de cubanos para ser deportados a su país. Sus promesas a los centroamericanos de servir de interlocutor con Biden, lo saben allá, sólo son palabras sin raíces.

Es demasiada la ingenuidad o su ignorancia para pretender que con retórica le arrancará el liderazgo latinoamericano a Brasil. Desde los 90's se dio la definición estratégica cuando al negociar el Tratado de Libre Comercio con América del Norte, quedó claro en las cancillerías de la región, que la apuesta de México sería la integración económica con Estados Unidos. Pero aún si así no hubiera sido, muy probablemente México no habría podido quitarle el liderazgo a Brasil, porque a diferencia de los mexicanos, invirtió fuertemente en tener una presencia notable en el mundo, que le diera influencia.

Por ejemplo, Brasil tiene 133 embajadas, contra 80 de México. Pero en África, que juega un papel importante en los organismos internacionales como región, mientras México tiene siete, Brasil tiene 34. Durante el gobierno de Enrique Peña Nieto, México comprobó esa realidad, cuando al disputarse la presidencia de la Organización Mundial de Comercio, el extraordinario candidato mexicano, Herminio Blanco, fue derrotado por Roberto Acevedo, cuyo gobierno reforzó el voto africano con condonaciones de deuda. 

En 2020, el presidente López Obrador propuso a Jesús Seade, que participó en las negociaciones para el nuevo acuerdo comercial norteamericano, para dirigir el organismo, pero quedó fuera en la primera de las tres rondas, porque era percibido como muy cercano a los intereses de la Casa Blanca.

Problemas objetivos y subjetivos se añaden a la forma como López Obrador ha ido reestructurando el servicio exterior mexicano, quitándo la calidad que tenía, y que le permitía hablar como par con Itamarati, la cancillería brasileña, al relevar a embajadores de prestigio y experiencia, con amigos de su esposa, o como premios a personas que los apoyaron.

Un gran ejemplo fue precisamente el embajador mexicano en Brasil, José Piña, quien se enteró en enero, en la reunión anual con embajadores y cónsules en la Ciudad de México, que ya no regresaría a Brasilia, porque sería relevado por una escritora, Laura Esquivel, de gran talento literario pero una neófita en política exterior. No es el peor, sin embargo.

En enero designó a un filósofo sin experiencia diplomática, pero cercano a su familia, como embajador en Rusia, un cargo que se ha mantenido en el aire por la invasión rusa en Ucrania. A Francia fue enviada una experta en agua, que tras ser cesada por un conflicto a cargo de la agencia federal de la materia, escogió Paris como destino diplomático por estar cerca de sus hijas. Lo mismo hizo por las mismas razones la embajadora en el Reino Unido, que había salido del cargo en el gabinete donde inició la administración, por abuso de poder. A Panamá quería enviar a otro funcionario cercano a su familia, que desató un escándalo por tener acusaciones de abuso sexual en México, por lo que López Obrador lo sustituyó con una talentosa artista de carpa.

López Obrador no parece darse cuenta que la batalla diplomática con Brasil se perdió antes de que llegara a la Presidencia. Brasil es la potencia política y económica reconocida por el mundo y la interlocutora real con las potencias, porque juega en esas ligas. Junto con Sudáfrica enfrentó a los laboratorios químico farmacéuticos del mundo y lograron doblarlos para que las medicinas contra el Sida tuvieran precios accesibles en África. Los dos, junto con la India y China, enfrentaron a los países industriales cuando quisieron imponer casi de manera unitaleral topes al Co2 en el debate del cambio climático.

México se había quedado rezagado frente al activismo diplomático de Brasil, pero con López Obrador, la brecha con Itamarati se ensanchó mucho más. El presidente mexicano es un ignorante de la política internacional y un improvisado. También carece de disciplina. Los discursos en Centroamérica y Cuba, por mencionar un ejemplo, no los preparó la cancillería mexicana, sino su vocero y jefe de propaganda en Palacio Nacional, que no se distingue tampoco por un gran conocimiento internacional.

Haber planteado el viaje de fin de semana como plataforma para robustecer su imagen internacional para disputarle el liderazgo a Brasil en la región, en las condiciones actuales y la forma como ha manejado la política exterior y, porque no puede quedar al margen, su relación melosa y condescendiente con el ex presidente Donald Trump, lo hace ver como un soñador ingenuo que debe despertar más sonrisas que seriedad en las cancillerías latinoamericanas. Sobre todo en la brasileña.