Inflación

Análisis: ¿La Argentina podría aplicar una dolarización como la de Maduro?

La discusión sobre algún tipo de dolarización crece por la disparada de la inflación. Venezuela logró bajar drásticamente la suba de precios. Los costos.

La dolarización resuena como un atajo hacia la estabilización, un escenario en el que el país tenga la inflación de los Estados Unidos es una epifanía frente al 55% anual que manejan los argentinos como promedio de sus expectativas.

De hecho, es lo que le está permitiendo a Venezuela tener menos inflación en el mes que la Argentina tras cinco años de hiperinflación y poder empezar a pensar en un futuro con cierta estabilidad macroeconómica luego de años de gasto y déficit fiscal financiados con emisión. No obstante, la dolarización no es un barco de lujo, es la balsa salvavidas de una economía que naufragó y dejó al 76,6% de su población debajo de la línea de pobreza, de acuerdo con un estudio de la chilena Universidad Católica Andrés Bello, número que contrasta con el 17% de pobreza que admite el gobierno bolivariano.

Maduro profundiza la dolarización de la economía y Venezuela ya tiene una inflación más baja que Argentina

Para los que consideran que la economía argentina ya chocó contra el iceberg y el escenario a futuro es irremediablemente una hiperinflación que licue la bomba de Leliqs y otros pasivos monetarios del Banco Central, es hora de evaluar la alternativa de la dolarización. 

Motivos para considerar que el peso fracasó no les faltan: los bienes durables no se transan en pesos, la inflación es de las más altas del mundo (junto con la del Líbano, Turquía y Venezuela), el crédito en relación al PBI es de los más bajos del mundo y los argentinos le huyen al peso a la hora de ahorrar y cuando lo hacen mitad seducidos por los instrumentos atados a la inflación y mitad atrapados por el cepo cambiario. La inversión en términos del PBI es hace más de una década más baja que la del promedio de la región y por eso el PBI per cápita no tiene perspectivas de mejora de largo plazo.

Para los que consideran que la economía argentina ya chocó contra el iceberg y el escenario a futuro es irremediablemente una hiperinflación que licue la bomba de Leliqs y otros pasivos monetarios del Banco Central, es hora de evaluar la alternativa de la dolarización frente al fracaso del peso.

Sin embargo, para los que el barco todavía no chocó, dolarizar no solo no es una solución, sino que como remedio puede ser peor que la enfermedad. No en vano los países que dolarizaron solo lo hicieron después de una profunda crisis económica, crisis que condensó todos los costos políticos y sociales y abarató el costo percibido de la dolarización, al tiempo que hizo más preciado su principal beneficio: una mayor estabilidad cambiaria de largo plazo.

Esa es la teoría que enarbola Macri cuando sostiene en charlas con dirigentes de su partido que hay que hacer todo lo posible para que se agrave el derrumbe económico, porque sólo así se conseguirá que la sociedad acepte las reformas que necesita la Argentina.

Así fue la reciente dolarización de la economía Venezolana. Solo cuando los costos sociales de cinco años continuos de hiperinflación -desde el desabastecimiento y la licuación de ingresos hasta la imposibilidad técnica de transportar la cantidad de billetes necesarios para pagar una compra en el supermercado- fueron mayores que los costos de dolarizar, Maduro accedió en 2018 a derogar la Ley de Ilícitos Cambiarios y así aceptar como legales las transacciones en dólares, algo que ya venía ocurriendo en la informalidad.

De todos modos, no sacó de circulación al bolívar: jubilados, pensionados y la amplia mayoría de los empleados públicos cobran en la moneda local ingresos de miseria que van de los 1,2 a 1,6 dólares diarios. Tras el último aumento de Maduro, el salario mínimo se fue a 28,9 dólares contra 900 dólares que cotiza la canasta básica familiar.

Un diputado de la UCR presentó un proyecto de ley para dolarizar la economía a $400

La dolarización de facto de la economía venezolana también fue acompañada por un rápido ajuste del déficit fiscal en un intento prácticamente perdido -tras sacarle 14 ceros al bolívar desde 2007- por recuperar la política monetaria. No en vano, conforme los precios se fueron estabilizando de la mano del dólar, el chavismo lanzó la semana pasada el Impuesto a las Grandes Transacciones Financieras (IGTF) que se cursen en cualquier otra moneda que no sea el bolívar, con la finalidad de desincentivar su uso con recargos que van del 2% hasta el 20%. La base imponible es tal que hasta una compra semanal en un supermercado puede superar el mínimo no imponible. Ya en diciembre, la vicepresidenta Delcy Rodríguez había adelantado que el objetivo del gobierno de Mauro era que el "2022 sea el año de recuperación definitiva del bolívar como moneda nacional".

En otras palabras, por un lado la estabilidad cambiaria que trajo la dolarización de facto de las transacciones en el corto plazo solo es para el 23,4% de la población que o tiene ingresos en dólares o que puede ajustar sus ingresos en bolívares conforme a la cotización del dólar. Pero la alternativa tampoco encuentra arraigo en la población que no quiere ver recrudecer la inflación y la informalidad en la economía.

Por eso, para los que impulsan la dolarización, el hecho de ponerle cota a la inflación -y por ende al avance de la pobreza- ya es mérito suficiente aunque la rigidez cambiaria, como lo demostró la crisis argentina de 2001, también genera problemas y dificulta que haya un "efecto derrame" que reduzca la pobreza.

Entiendo que este debate ya quedó saldado. Si Argentina no cumplía hace 25 años con las condiciones mínimas para dolarizar, hoy menos: es una economía con mayores desequilibrios, más cerrada, más distante de los Estados Unidos y con menor relevancia geopolítica para que otros países acompañen el proceso. No somos una economía chica y con flexibilidad para amortiguar los costos de la dolarización, no tenemos una estructura apta para la dolarización.

Martín Grandes fue uno de los economistas que dio este debate hace casi 25 años cuando la convertibilidad se resquebrajaba junto con otros como Eduardo Conesa, sus tocayos Levy Yeyati y Borensztein y Guillermo Calvo: "Entiendo que este debate ya quedó saldado. Si Argentina no cumplía hace 25 años con las condiciones mínimas para dolarizar, hoy menos: es una economía con mayores desequilibrios, más cerrada, más distante de los Estados Unidos y con menor relevancia geopolítica para que otros países acompañen el proceso. No somos una economía chica y con flexibilidad para amortiguar los costos de la dolarización, no tenemos una estructura apta para la dolarización", dijo Grandes a LPO.

"Considero que políticamente es inviable en la medida en que ningún partido va a votar el cierre del Banco Central, en buena medida, porque implica poner en riesgo un delicado equilibrio social. Si la hiperinflación genera empobrecimiento, la dolarización la cristaliza y no creo que Argentina quiera ir a salarios bajos en dólares como los de Ecuador o Panamá por citar algunos ejemplos de la región", agregó.

Domingo Cavallo fue el creador del último intento argentino de atar su moneda a la cotización del dólar.

"Sí creo que habría que dejar de castigar al ahorro en dólares y buscar la forma de repatriar los ahorros en el exterior. Lo más parecido a una dolarización para lo que esta economía es apta es un esquema similar al de la convertibilidad en materia de movilidad de capitales y estabilidad, pero con tipo de cambio flexible", concluyó Grandes.

En este sentido, también el economista y director de la consultora Anker, Federico Furiase, considera que "el escenario hiperinflacionario de Venezuela no es el escenario de base que tenemos. Si bien es cierto que el peso perdió su función como reserva de valor y la gente no lo elige para ahorrar, tampoco estamos cerca del caso venezolano en el que la moneda también perdió su función como unidad de cuenta y como medio para las transacciones. Además, para dolarizar se tienen que dar un montón de condiciones previas en materia de recomposición de las reservas internacionales, reducción del déficit fiscal para no necesitar asistencia monetaria y de estabilización del vector de precios que no están dadas. Y si lo estuvieran, no habría necesidad de dolarizar: la economía ya se habría estabilizado", sintetizó.

El escenario hiperinflacionario de Venezuela no es el escenario de base que tenemos. Si bien es cierto que el peso perdió su función como reserva de valor y la gente no lo elige para ahorrar, tampoco estamos cerca del caso venezolano en el que la moneda también perdió su función como unidad de cuenta y como medio para las transacciones. 

"Las condiciones venezolanas no son las condiciones argentinas actuales y en estas condiciones no conviene un dolarización. Si suponemos una crisis y eso genera condiciones para que eso sea más viable social y políticamente, eso es otra película. Pero incluso bajo ese escenario, la dolarización no resuelve los problemas estructurales: si dolarizás y volvés a tener déficit, no emitirás, pero vas a tener que financiarlo con deuda tal vez con una tasa en dólares más alta; eso va a frenar la economía, vas a tener un problema de competitividad y vas a tener que ajustar con recesión, desempleo y baja nominal de los salarios", agregó Furiase.

"Dicho en otras palabras, la dolarización -aunque la implementes como un programa de estabilización ante una crisis terminal o ya sea que resulte como consecuencia de una crisis terminal- no resuelve los problemas estructurales y macroeconómicos que la economía argentina viene arrastrando hace mucho tiempo: déficit y gasto público elevados, la baja productividad y el deteriorio de la hoja de balance de Banco Central, lo que sí te soluciona es el problema de la emisión monetaria, pero con una herramienta muy extrema", sostuvo el economista.

Y concluyó: "Además tiene un problema de implementación porque no hay reservas en el Banco Central para hacerlo, y eso implica una devaluación muy fuerte con una inflación muy acelerada con alto riesgo de una crisis social. No hace falta irse muy lejos para encontrar países de medianos ingresos que estabilizaron sus economías sin dolarizar como Chile, Brasil, Perú, Paraguay o Colombia y muestran empíricamente que para estabilizar no hace falta dolarizar y perder la herramienta de la política monetaria"..