Crisis en el Partido Popular

Núñez Feijóo y el dejavu de 2003: cuando otro caso de corrupción interna lo catapultó al poder

El presidente de la Junta de Galicia está a un paso de convertirse en el presidente del Partido Popular. El antecedente que lo depositó al mando de su comunidad.

El presidente de la Junta de Galicia, Alberto Feijóo, está a un paso de dar el mayor salto de su carrera política: la presidencia del Partido Popular. Es el hombre que los barones del partido han elegido para reemplazar a Pablo Casado, quien este miércoles, en el Congreso, empezó a despedirse de Génova tras quedar solo y acorralado.

Feijóo dio el primer gran salto de su vida política hace 19 años, en enero de 2003, cuando el por entonces presidente de la Junta de Galicia, Manuel Fraga (1990-2005), lo llamó para ofrecerle el cargo de consejero de Política Territorial, Obras Públicas e Vivenda, puesto que lo catapultó, meses más tarde, nada menos que a la vicepresidencia de aquel poder Ejecutivo.

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Así, Feijóo, un joven abogado mimado y apadrinado por José María Azanar, pasó de dirigir la entidad pública estatal Correos y Telégrafos a sentarse al lado de Fraga, el cacique y "dueño" de la política gallega de aquellos años. Lo que vino después es historia conocida: Feijóo tomó el legado de su antecesor, aprendió todas sus lecciones y se convirtió en el nuevo caudillo de esta Comunidad Autónoma.

Pero este primer salto de Feijóo tuvo bastante poco de meritocrático. Se coló en el poder en medio de otro escándalo interno del PP, una crisis casi idéntica (aunque a menor escala) a la actual: una emergencia (el derrame del Prestige), un funcionario de peso denunciado por favorecer a una empresa de su familia y un caso de corrupción que también hizo tambalear las paredes de Génova.

Feijóo estuvo, al igual que ahora, en el momento y en el lugar indicado para ocupar aquella silla vacía. Aunque con una gran diferencia: hace 19 años, una denuncia de corrupción era sinónimo de indignación social y renuncia, tal como ocurrió. 

Feijóo dio el primer gran salto de su vida política hace 19 años, en enero de 2003, cuando el por entonces presidente de la Junta de Galicia, Manuel Fraga (1990-2005), lo llamó para ofrecerle el cargo de consejero de Política Territorial, Obras Públicas e Vivenda, puesto que lo catapultó, meses más tarde, nada menos que a la vicepresidencia de aquel poder Ejecutivo

Hoy, una denuncia similar pareciera no tener los mismos efectos. La implicada -Isabel Díaz Ayuso, aliada de Feijóo- se muestra fortalecida y con el apoyo masivo de los afiliados al ventilarse que su hermano cobró una comisión por gestionar la compra de mascarillas durante la pandemia.

Pablo Casado en su última sesión del Congreso.

El Prestige y otro sospechoso contrato

El 9 de diciembre de 2002, el diario El País tituló: "El 'Prestige' desata una disputa interna entre los dos sectores del PP en el Gobierno de Fraga". El artículo daba cuenta de un enfrentamiento entre dos bandos: el del consejero de Obras Públicas y Ordenación Territorial, José Cuiña, candidato a la sucesión de Fraga; y el de los consejeros encolumnados detrás del vicepresidente del Gobierno central, Mariano Rajoy.

Tras la multitudinaria manifestación en Santiago por la catástrofe del Prestige, Cuiña hizo públicas sus diferencias con Génova. Cuestionó a Aznar y a Rajoy por "la falta de medios" para hacer frente al desastre ambiental. Aquel desaire le costó su cargo.

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El 16 de enero, la Cadena Ser, con información filtrada desde Madrid, publicó que la Junta había comprado material de limpieza para remover el petróleo a la empresa de la madre de Cuiña, María Isolina Crespo Taboada, administradora de la firma Gallega Suministros Industriales. El contrato se rubricó por un valor de 41.970 mil euros.

La denuncia mediática fue un golpe de nocaut para Cuiña, quien ya estaba en la mira de la oposición por el espectacular crecimiento, en paralelo a su carrera política, del grupo de empresas familiares dedicadas a suministrar material de construcción, en muchos casos a obras de la Administración pública. De una pequeña fábrica de aluminio, su madre pasó, en poco tiempo, a dirigir un grupo de empresas con una facturación anual cercana a los 50 millones de euros. 

Este primer salto de Feijóo tuvo bastante poco de meritocrático. Se coló en el poder en medio de otro escándalo interno del PP, una crisis casi idéntica (aunque a menor escala) a la actual: una emergencia (el derrame del Prestige), un funcionario de peso denunciado por favorecer a una empresa de su familia y un caso de corrupción que también hizo tambalear las paredes de Génova.

El consejero tardó pocas horas en presentar su renuncia. "Considero un deber presentar mi dimisión y espero poder aclarar que las empresas participadas por mi familia no cometieron ninguna ilegalidad ni irregularidad sino, simplemente, una donación y una colaboración en el caso del Prestige", redactó en un breve comunicado.

Al día siguiente, el 17 de enero, El País tituló en portada: "Fraga cede a la presión del PP nacional y fuerza la dimisión de su 'número dos'". La crónica detallaba que "el abandono del actual consejero de Política Territorial y Obras Públicas elimina el principal obstáculo que le quedaba a la dirección nacional del PP para renovar el partido en Galicia a la medida de sus pretensiones".

Una de las "caras nuevas" de esa transición fue la de Feijóo, un rostro muy poco conocido en ese entonces en la política gallega. Había una secretaría en las consejerías de Agricultura y Sanidad entre 1991 y 1996, año que abandonó su tierra natal para crecer, en Madrid, bajo el ala de Aznar.

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A su regreso, Feijóo hizo un trabajo hormiga para escalar dentro del gobierno regional. De la vicepresidencia de la Junta pasó a presidente del PP gallego (2006). Y de ese sillón -tras el retiro de Fraga- a la presidencia de la Junta ganando cuatro elecciones consecutivas con mayoría absoluta (2009-actualidad).

Su escalera parece no tener límites. Lo espera -tras otro interna, otro escándalo y otro caso de corrupción- la presidencia de Génova.