EU

Política en Mar-a-Lago

Visitas de altura en La Florida. Trump va por 40 congresistas en 2022. Obama lo expone en su último libro.

 A comienzos de abril, un magnate mexicano peregrinó hasta el complejo Mar-a-Lago, en La Florida, para un almuerzo con Donald Trump. Lo condujeron al comedor de la mansión del ex presidente y debió esperar veinte minutos hasta la aparición del anfitrión. "Perdona, es que estaba hablando con Vladi y la charla se extendió". El visitante pasaría parte del encuentro tratando de develar si esa supuesta llamada con Putin existió en la realidad o fue un giro fantasioso, solo para darse importancia, muy típico del ex presidente. 

El resort ubicado a minutos de Miami se está convirtiendo en un centro neurálgico de la política estadounidense. Desde que Trump llegó allí se elevó la seguridad por parte del sheriff local, los agentes del Servicio Secreto pasaron a ser algo normal en la calle Ocean Boulevard y los visitantes prominentes dominan la cotidianidad del complejo.

El elenco es variopinto y atrapante. A Trump lo visitan gobernadores prominentes como Ron De Santis de Florida o Greg Abbot de Texas, la comentarista radial Laura Loomer, que pide expulsar a todos los musulmanes de EU, o ex reos como Rod Blagojevich, quien fue gobernador de Illinois y luego pasó 14 años en prisión por corrupción.

Desde Mar-a-Lago se está organizando la corriente de Trump dentro del Partido Republicano, que se pondrá a prueba en las elecciones intermedias del año que viene. La punta de lanza será Ivanka Trump, quien se prepara para una interna contra el senador Marco Rubio.

 En privado Trump hace el cálculo de que en un escenario moderado, podría tener entre 30 y 40 congresistas propios en la Cámara de Representantes. Ha creado un fondo para recaudar recursos con los cuales financiar campañas que está cerca, por estos días, de los 120 millones de dólares.

Es notable porque ese fenómeno recaudatorio coincide con un Trump que ha reducido su nivel de exposición y que se dedica a la fase de construcción de su espacio político sin demasiada ostentación en público. Sus rivales alegan que el repliegue se debe al temor a ir a prisión ante una serie de pesquisas que tramitan en diversas fiscalías de distrito.

No olvida su lugar en el mundo. Quienes lo escuchan dicen que está obsesionado con la chance de que el congresista republicano Lee Zeldin le gane a Andrew Coumo, que viene con la credibilidad golpeada, la elección a gobernador de Nueva York. Es el estado de Trump y quiere que sea republicano, aunque deba hacer una fuerte inversión.  

Trump está en la jugada y se prepara para volver al ruedo electoral mientras el gobierno de Joe Biden intenta regresar definitivamente a la normalidad post pandemia y reactivar la economía. 

En el plano económico, el discurso de Biden de esta semana alimenta la narrativa de Trump de que en realidad los demócratas querían volver a la Casa Blanca para disparar el gasto público y asfixiar a las grandes fortunas. Viajes en el tiempo: en el primer gobierno de Barack Obama, Trump se desvivía por colaborar con el gobierno demócrata en políticas de gasto expansivo que capitaneaba el secretario del Tesoro, Tim Geithner, similares a las que se discuten por estos días. Así lo contó Obama en su último libro, Una tierra prometida.

A diferencia de otros políticos que dejan el poder, Trump no tiene la menor autocrítica y eso lo captan quienes conversan con él. Reitera una y otra vez que no cambiaría nada de lo que hizo en sus cuatro años como presidente,  Está convencido de que su derrota fue fraudulenta y que este momento le sirve para volver con más energía. Lo actual es solo un paréntesis que sucede entre el océano, las palmeras interminables, los campos de golf y la ambición intacta de querer volver al poder.