Derecha

Ni héroe ni bronco, sólo un pecador estándar

Vicente Fox, el abogado de Peña Nieto, es también el estadista del Frente Amplio PRI-PAN-PRD (o Pacto por México II).

Me fascinan las películas de Clint Eastwood pero no soy republicano. Disfruto particularmente de la filmografía de Sergio Leone y crecí con los Twin Tones en el iPod, aun cuando buena parte de mi adolescencia el spaghetti western significó otra cosa.

En su enorme ruindad, el destino quiso que el más vaquero de todos fuera en ese momento el presidente de la república. Algo del entusiasmo que despertó el triunfo neolonés del Bronco en 2105 fue apenas un eco de aquella época: un ranchero montando a caballo, conservador, adorador del libremercado y dizque bien bravo, de pronto le arrebató el poder al PRI (no sin el debido apoyo de los ciudadanos).

Desde que tomó el mando del Gobierno de la República, el primer candidato del PAN en ganar las urnas presidenciales sólo contó con los «15 minutos de Chiapas» para demostrar que no fracasaría. Después de hacerlo penosamente, envejeció. Y con él, también se marchitó esa parte del país que creyó por más de 15 años que la alternancia electoral sería la solución a sus problemas (inseguridad, desempleo, pobreza, represión, por decir algo).

La versión en Foxilandia del famoso aforismo de Lampedusa («que todo cambie para que todo siga igual») tuvo entonces una jiribilla panista: «cambiemos de raíz sin cambiar las raíces». En otras palabras, el moribundo régimen de partido hegemónico parió a un sistema de partidos de estado, ese monstruo de las mil cabezas que no se cansa de abalanzarse contra nosotros.

El PRIAN es una broma para cierto sector de la población, objeto de comidilla para almorzarse en salsa verde a pejezombies. Pero el Pacto por México no fue la invención de conspiradores a base de trascendidos.

En semejantes circunstancias, quienes no lo tildan de traidor (sobre todo, al interior de Acción Nacional que terminaría por expulsarlo), congelan la imagen de Fox Quesada como la eminencia gris que nos legó esa efímera noche del 2 de julio del 2000 en el Ángel de la Independencia. Y tanto da una cosa o la otra, si se omiten sus dos más notables herencias.

Antes que todo, dar un soplo de vida al PRI a través del PAN y del PRD (de modo similar, hoy el moribundo Sol Azteca no termina de morir gracias al auxilio de albiazules, tricolores y morenos); para finalmente incorporar al tricolor como otra bancada del Congreso que puede actuar en democracia, haciendo tabla rasa de su impresentable historial criminal (en sentido inverso, Juan Manuel Santos lo hizo con las FARC desde 2016).

Y segundo, convertir a la iglesia católica en un actor político que en pública se niega a admitir el carácter laico del estado. La biblia por encima de la constitución. La fe que busca ser el último refugio del civismo (la humanidad irreductible), y que a cambio sólo ofrece algo parecido a una ciudadanía de tercera. «Ni ángel ni demonio, sólo un pecador estándar», era el modo como Carlos Castillo Peraza se refería a Felipe Calderón, y que en fechas recientes se han atribuido Miguel Ángel Yunes, Gustavo Madero, e incluso Margarita Zavala.

La combinación de ambos legados del foxismo encumbró fenómenos como la traición a los Acuerdos de San Andrés, el desafuero de Andrés Manuel y su canonización posterior, la Ley Televisa I, Atenco 2006 y la imposición del hombre que hizo de su sexenio el tiempo de guerra para la destrucción del país.

¡Viva Cristo Wey!

El PRIAN es una broma para cierto sector de la población, el objeto de comidilla para almorzarse en salsa verde a «pejezombies» o «chairos». Pero el Pacto por México no fue la invención de conspiradores a base de trascendidos. Y el Frente Opositor PAN-PRD (que debería incluir al PRI, como el propio Fox propuso: «¡Qué tiene de raro!») podría firmarse entre dos partidos que, en esencia, luchan el uno contra el otro, ¿o me equivoco?

Parafraseando a Juan Carlos Monedero sobre el Pacto de la Moncloa y los franquistas monárquicos, hace 17 años los priistas se fueron a dormir dictadores y despertaron demócratas, tras el ascenso del primer priista en habitar Los Pinos sin necesidad del Partido. Cierta sabiduría popular descubrió esta impostura. Al ver cómo el sheriff del pueblo en realidad trabajaba para los asaltabancos prófugos, nadie dudó en igualar con este mote a toda la clase política.

Decepcionado por quedar en evidencia, «Chente Sucks» se fue de vacaciones y ya no regresó; «pasó de candidato ganador a ex presidente, sin gobernar», explicó Juan Villoro.

El Frente Amplio Opositor PAN-PRD -y que debería incluir al PRI como el propio Fox propuso- podría firmarse entre dos partidos que, en esencia, luchan el uno contra el otro, ¿o no?

Y ese vacío en la silla del jefe del Ejecutivo fue ocupado por secretarios de estado que lo mismo censuraban Aura por ser inapropiada para chicas de secundaria, que rescataban a cristeros como héroes nacionales, o entregaban en los hechos a Elba Esther Gordillo el Congreso de la Unión; mientras la Oficina de la Presidencia informaba a través de Rubén Aguilar, el Güiri-Güiri o los Mascabrothers lo que el presidente quiso decir cuando afirmó que los mexicanos en Estados Unidos hacían trabajos que «ni los negros quieren hacer», o cuando confundió el nombre de Borges y la nacionalidad de Vargas Llosa, o cuando respondió «¿Y yo por qué?» ante la solicitud de que diera fin al conflicto entre dos televisoras.

A diferencia de Per un pugno di dollari o High Plains Drifter, la vida de la transición democrática en México se consumió en la embriaguez de la credulidad. «¡No nos falles!» fue el grito con el que se celebró la única derrota reconocida en 71 años del sistema de partido único; «nos fallaste, eres cómplice del PRI», son las palabras del sentido común con el que la semana pasada un ciudadano reprochó a Vicente Fox su tragicómico paso a la historia.

Como su abogado o padrino, el emisario pripanista de Guanajuato se ha dedicado a defender a Enrique Peña Nieto a capa y espada, tanto de las críticas del «soberbio» Carlos Fuentes, pues «¿qué se cree?»; como de la «guerrilla trotskista» que conjura contra el gobierno federal por la desaparición de los 43; y hasta de periodistas como Carmen Aristegui que sólo andan buscando «el prietito en el arroz».

Igualmente, ve con buenos ojos que todos los partidos se unan, salvo quienes como su ex amigo Lino Korrodi integran el Lado B del Frente Opositor en torno a AMLO y Morena.

En medio de su intensa actividad política, aquel a quien le dio miedo o flojera gobernar pausó un momento la polémica con «el dictador» Donald Trump y se dio un espacio en la agenda para presidir la ceremonia religiosa en el CEN del PAN, donde hizo una adhesión a los estatutos y liturgias del blanquiazul: para llegar a la presidencia, el partido además de colaborar con el PRI, debe ser el PRI.

Satisfecho, orgulloso mentor y estadista del PRIAN, con El éxtasis del oro en la mente, Fox dejó el edifico de avenida Coyoacán para tomar un vuelo hacia la Venezuela de Nicolás Maduro y seguir luchando por la democracia, a costa de arriesgar su propia vida.