Voto 2018

Anaya cree que si pierde por menos de 10 puntos podrá resistir en la dirigencia panista

Malestar con los gobernadores. Yoga antes de la elección. Los errores de Creel y Castañeda.

Son los momentos culminantes en el war room del Frente. En las últimas horas Ricardo Anaya se ha replegado a sus incondicionales y compartido algunas ideas hacia futuro con Edgar Mohar Kuri -director financiero de la campaña- y Damián Zepeda. El diagnóstico del queretano es que si consigue el segundo lugar este domingo y pierde por menos de 10 puntos todavía habrá margen para resistir en el intento de sus rivales internos por eyectarlo del PAN.

Ya lejos del fragor electoral, hasta el domingo Anaya planea dedicar largas horas a su familia y al yoga, disciplina que dice que lo ayuda a centrarse. Cuando le preguntan por el desplegado de los gobernadores de su partido que se disponen a crear una liga de mandatarios panistas y que en ningún momento le brindan apoyo concreta para proceso de este fin de semana, replica que esos mandatarios están en estados donde Morena hará buenas elecciones.

Es el caso de Tamaulipas, Querétaro, Durango y Baja California Sur. Todos gobernadores que, según entiende Anaya, deberán negociar con Morena no sólo en lo macro sino en lo local porque en sus estados el partido de Andrés Manuel López Obrador comenzará a ser una realidad con diputados, alcaldes y regidores. Eso explicaría la necesidad de enviar un mensaje conciliador hacia ese partido. 

El candidato del Frente calcula que si termina en tercer lugar su salida del partido será a gran velocidad ya que habrá prisas por removerlo. Tampoco se muestra demasiado interesado, si fuera el caso, en seguir jugando dentro del panismo.

Tras el fin de semana llegarán las autocríticas pero el círculo del candidato ya asume por lo menos tres errores de gravedad a lo largo de la campaña que impidieron un triunfo. En primer lugar haber dedicado toda la fase inicial a un estilo demasiado blando, demasiado amigable, el prototipo de campaña concebido por el consultor Roberto Trad que consistió en semanas de Anaya tocando instrumentos, cantando y trepando columnas en estadios. Un perfil de candidato demasiado blando para un momento de alta densidad.

El segundo aspecto es territorial. Al final del domingo sus socios de MC, pero sobre todo del PRD aportarían un muy bajo porcentaje del caudal nacional que consiga el queretano. El Sol Azteca se derrumba y sus operadores históricos juegan con Morena en latitudes como Ciudad de México, Oaxaca y Morelos. El partido de Dante Delgado, en tanto, solo aporta Jalisco donde no hay Frente como tampoco lo hay en Nuevo León. La alianza le implicó problemas internos a Anaya con su propio partido que finalmente no estarían dando un rédito real.

Y finalmente el problema de las personas. Dos figuras sobre todo: Jorge Castañeda y Santiago Creel. El primero debía buscar un acuerdo con el PRI no mexiquence que le aportara estructura al candidato. Lo más que el ex canciller consiguió fueron unas cenas con Manlio Fabio Beltrones en el Capital Grill de Reforma. Ningún gobernador tricolor estuvo ni cerca de irse con Anaya. 

A esto se suma que en todo momento Castañeda instaló, en su voracidad mediática, que su candidato corría de atrás en la elección. Nunca generó una idea de triunfo, tal vez por eso nadie del PRI acudió a su llamado.  "Jorge se quedó en 1994, cuando jugó su primera campaña", dispara su detractores en el war room.

Creel, con un perfil mucho más bajo, tuvo la responsabilidad de hacer un último intento de paz con Los Pinos a través de Luis Videgaray, el hombre con quien negoció las reformas estructurales. Tampoco se logró. Luego buscó alinear a los gobernadores panistas que cada vez que los llamó le replicaron que necesitaban presupuesto de Hacienda y que lo mejor que podían hacer era no irse abiertamente con José Antonio Meade.