Elecciones 2023

Educando a Horacio

En el entorno de Rodríguez Larreta ya empezó la disputa por la Economía, ante un eventual triunfo en el 2023. La necesidad de una visión y las clases con Gerchunoff.

 En la política argentina se instaló un consenso que contribuye a la decadencia de la discusión pública: es mala palabra elaborar planes económicos. Al punto que se consideró una afrenta imperdonable que el nominado embajador de los Estados Unidos dijera algo tan simple como que la Argentina es un país con enorme potencial, pero necesita un plan para ordenar su descalabro macroeconómico.

Néstor, Cristina, Macri y ahora Alberto, abonaron la idea del día a día como una virtud. El PRO arrastra además la culpa por el monumental fracaso económico del macrismo y como no hizo una autocrítica pública y detallada sobre las causas de esa frustración, evita la discusión macroeconómica como la peste.

Que la interna no tape la inflación

Sin embargo, en el entorno más sensato de Rodríguez Larreta tienen bastante claro que ganar la presidencial del 2023 es apenas la mitad del desafío: al otro día deberán enfrentar una situación económica, en el mejor de los casos, con un nivel de precariedad que ya no aguantará más parches.

De ahí surge la idea de acordar con el Gobierno algunas medidas para los dos años que quedan. Un guante que recogió Massa y el ala dura del PRO dinamitó. Por supuesto, estamos en período electoral y habrá que ver si después de noviembre se retoma el diálogo. Sin embargo, la mezquindad habitual atenta contra esa opción: en el Frente de Todos se preguntan cual es el beneficio de hacerle el "trabajo sucio" -ajuste- a Larreta, y en la oposición no convoca la idea de colaborar para que se estabilice el Gobierno.

El PRO arrastra la culpa por el monumental fracaso económico del macrismo y como no hizo una autocrítica pública y detallada sobre las causas de esa frustración, evita la discusión macroeconómica como la peste.

Como sea, hoy orbitan en torno a Rodríguez Larreta dos nombres para conducir la economía, si le toca ser gobierno: Hernán Lacunza y Carlos Melconian.

Lacunza es la cara de una visión pragmática y posibilista, que sus críticos ubican en una franja similar a la que transita Martín Guzmán. Apoyado abiertamente por María Eugenia Vidal, tiene diálogo frecuente con Larreta y se ganó el respeto de la política porque aceptó conducir el Ministerio de Economía en el momento más crítico del mandato de Macri. Entregó el barco flotando, incluso a costa de tomar medidas supuestamente muy contrarias al ideario del PRO, como el primer cepo.

Melconian, como en un deja vu de la discusión de inicio del gobierno de Macri, es la cara que se le pone a la idea de un plan macroeconómico integral inclinado al shock, al estilo de Zedillo en México. Sus críticos internos advierten que Melconian es una eterna promesa incumplida y aseguran que cada vez que le ofrecieron el Ministerio de Economía lo rechazó. "Su negocio es criticar y mantener la expectativa de que puede asumir, para mantenerse vigente ante sus clientes", afirman.

Como sea, Larreta parece haber empezado a tomar conciencia que el momento crítico del país necesita un planteo integral, una visión que excede la "gestión" cotidiana, por más rigurosa que sea.

Que la Argentina necesita un plan de estabilización sólo se le escapa a los actuales ocupantes de la Casa Rosada, empezando por Alberto Fernández. Con una inflación proyectada para el año que viene entre el 50 y el 70 por ciento, no hay mucho para debatir. Perón estabilizó en el 52 con el "Plan Económico" de Gómez Morales, Menem con la Convertibilidad de Cavallo en los noventa y Alfonsín -el admirado Alfonsín de Alberto- tuvo el Plan Austral de Sourrouille. Acaso el interés que despertó el libro de Juan Carlos Torre sobre esa experiencia sea un síntoma de una paulatina toma de conciencia. No se puede seguir improvisando.

Decir que no se "cree" en los grandes planes económicos porque fracasaron, es una falsedad que más bien se parece a una confesión de desconcierto o falta de ideas.

Larreta hace tiempo empezó a tomar "clases" con Pablo Gerchunoff, uno de los mejores historiadores de política económica del país. El jefe de Gobierno es economista, pero su vida profesional estuvo lejos del pensamiento teórico. El esfuerzo que inició plantea un cambio de pantalla frente a su más de una década administrando la Ciudad, donde la eficiencia era el valor ordenador. La Argentina no se resuelve extrapolando a nivel nacional ese talismán. Ahí está el esqueleto calcinado del Excell del macrismo como testigo.

La idea de entender y analizar que funcionó y que falló en las distintas experiencias contemporáneas que tuvieron alguna consistencia, es una iniciativa interesante en una dirigencia que por momentos parece más pendiente de Twitter que de la biblioteca.

"¿Para hacer qué sería Presidente?", es una pregunta que Larreta repite a sus interlocutores más calificados. La búsqueda de un sentido propio, una identidad programática -con sus contradicciones- se percibe en sus recientes declaraciones contra los monopolios o la idea de cobrar un impuesto a las viviendas cerradas y sin uso. Ideas que agravaron los ruidos que ya tenía con la primera línea del empresariado.

Un inconveniente inesperado en su proyecto presidencial, que en el plano del "discurso" intenta ayudarlo su última incorporación, la ex Cippec, Julia Pomares. Para el plano de la realidad convocó a un viejo y experimentado amigo.