Bolivia

Coherencia autoritaria

En un contexto en el que emergen nuevos gobiernos de izquierda o progresistas, pero la derecha mantiene un permanente hostigamiento continental, el impulso a la unidad de los pueblos en el proyecto de la Patria Grande debe ser una prioridad.

En estos días tomamos conocimiento de una grave denuncia, según la cual, el gobierno de Mauricio Macri habría pertrechado con municiones y equipamiento antidisturbios al gobierno de facto de Jeanine Áñez. El envío de este material, en momentos en que el pueblo boliviano era brutalmente reprimido en las calles, y apenas unos días antes de las masacres de Sacaba y Senkata constituye un hecho de enorme gravedad. Tanto en Bolivia, como en Argentina, se han abierto investigaciones que determinarán qué delitos se cometieron y quiénes son penalmente responsables. Sin embargo, hay un veredicto político que es por demás transparente. Macri y todo su espacio político han sostenido una sólida coherencia frente al quiebre del orden democrático en nuestra hermana Bolivia: apoyaron el golpe de principio a fin.

Recuerdo particularmente el 8 de noviembre de 2019. Estaba comenzando la segunda cumbre del Grupo de Puebla en la Ciudad de Buenos Aires y, ese mismo día, Lula Da Silva recuperaba la libertad tras 580 días de una injusta y arbitraria detención que allanó el camino de Bolsonaro a la presidencia. Todavía faltaba bastante para que se derrumbara definitivamente la farsa del juez Moro. En Argentina, restaba poco más de un mes para que Alberto y Cristina asumieran como presidente y vicepresidenta, luego de un contundente triunfo del Frente de Todos. Una nueva semilla de esperanza parecía estar germinando en América Latina. Sin embargo, en ese mismo momento se encontraba en pleno desarrollo la operación desestabilizadora que pretendía acabar con la democracia en Bolivia.

Bolivia denuncia que Macri envió armas para apoyar al golpe contra Evo

Evo Morales triunfó con más del 47% de los votos en las elecciones del 20 de octubre, pero como ya nos ha quedado claro, para la derecha autoritaria el sufragio popular es una instancia apenas consultiva. La OEA de Luis Almagro fue la punta de lanza para desconocer esa elección y propiciar un golpe cívico militar que terminó colocando a Jeanine Añez, biblia en mano, en la presidencia de facto. Los pueblos de Bolivia resistieron y fueron brutalmente reprimidos, las whipalas fueron quemadas y pisoteadas, las cholas humilladas y el racismo se convirtió en política de Estado. Mauricio Macri, jefe de un ejecutivo decrépito y en retirada, se apresuró a reconocer y a felicitar a la dictadora.

Macri y todo su espacio político han sostenido una sólida coherencia frente al quiebre del orden democrático en nuestra hermana Bolivia: apoyaron el golpe de principio a fin. Evo Morales y Álvaro García Linera tuvieron que huir por el Chapare, sus casas fueron saqueadas y sus bibliotecas quemadas. Mientras que Bolsonaro, Duque y Lenin Moreno colaboraban con Trump para consolidar el golpe.

Evo Morales y Álvaro García Linera tuvieron que huir por el Chapare, sus casas fueron saqueadas y sus bibliotecas quemadas. Mientras que Bolsonaro, Duque y Lenin Moreno colaboraban con Trump para consolidar el golpe; México, fiel a su historia hospitalaria con los exiliados políticos, decidió enviar un avión para salvar la vida de Evo, Álvaro y su familia. Ese avión necesitaba realizar una escala técnica. Frente a una situación que ameritaba una intervención humanitaria elemental, Macri tuvo una nueva oportunidad para demostrar su carácter miserable: negó el permiso para esa escala técnica. Esa decisión no pudo revertirse ni siquiera mediante el pedido personal del presidente electo, Alberto Fernández.

Aún sin asumir, Alberto Fernández repudió inmediatamente el golpe y se puso a disposición de los funcionarios perseguidos y sus familias. Más aún, gestionó junto a López Obrador la salida de Morales y García Linera hacía México. La intervención resultó tan decisiva, que Evo le agradeció públicamente por haberle "salvado la vida".

Ni bien Alberto y Cristina asumieron, Evo y Álvaro fueron recibidos como refugiados políticos en Argentina. Cuando la resistencia popular acabó con la dictadura y el MAS volvió a arrasar en las elecciones, Alberto Fernández, en un acto inédito en nuestra historia, los acompañó personalmente hasta el regreso a su país, tuve el privilegio de ser testigo presencial de ello. La intensa experiencia de ese año, que el pueblo de Bolivia pagó con sangre y represión, nos deja al menos dos conclusiones.

En primer lugar, la importancia de la articulación de los gobiernos y de los pueblos para defender y profundizar las experiencias democráticas en la región. Los procesos de desestabilización suelen estar articulados continentalmente y responder a un comando más o menos centralizado en el norte. La primera década del siglo XXI dio grandes muestras de esto, con el accionar decisivo de los lideres progresistas de la región para desmontar intentos de golpe, contra ocurrió contra el mismo Evo en 2008.

Los nuevos experimentos neoliberales que lograron llegar al gobierno en diversos países de la región dañaron severamente esa capacidad de coordinación continental. Organismos como la CELAG, UNASUR o el ALBA se vieron debilitados o paralizados. En un contexto en el que emergen nuevos gobiernos de izquierda o progresistas, pero la derecha mantiene un permanente hostigamiento continental, el impulso a la unidad de los pueblos en el proyecto de la Patria Grande debe ser una prioridad. Las limitaciones que la oleada progresista anterior tuvo en ese terreno, se convirtieron luego en un gran pelotazo en contra. Es una lección que debemos aprender.

Hoy, esa necesaria solidaridad latinoamericana enfrenta otro desafío: la campaña de acoso contra el pueblo cubano, con epicentro en EE.UU. y obedientes repetidoras en grandes empresas mediáticas del continente. Lo que Cuba necesita, para enfrentar las dificultades que seguramente atraviesa, es el levantamiento de un bloqueo criminal que ha sido condenado por 184 naciones en la ONU, y no las cínicas plegarias "por la democracia" de aquellos que financian paramilitarismo, invasiones, golpes y magnicidios.

Hoy, esa necesaria solidaridad latinoamericana enfrenta otro desafío: la campaña de acoso contra el pueblo cubano, con epicentro en EE.UU. y obedientes repetidoras en grandes empresas mediáticas. Lo que Cuba necesita es el levantamiento de un bloqueo criminal.

La segunda lección de Bolivia nos habla de lo que está en juego en el debate político argentino. Apoyar el golpe en Bolivia y armar a la dictadura para reprimir a su propio pueblo, no fue un error, fue la consecuencia de su ideología racista, misógina y retardataria. Lo venimos diciendo: el Frente de Todos enfrenta la oposición portadora de esa posición y profundamente antidemocrática. Ese es el ideario que expresan de manera descarada Macri, Patricia Bullrich y otros personajes menores, pero que los demás dirigentes de Juntos por el Cambio sostienen apenas solapadamente o toleran de manera oportunista. Estamos convencidas de que esas expresiones autoritarias son absolutamente minoritarias en nuestra sociedad, pero cuando logran colonizar la agenda de los grandes medios y de los principales dirigentes de la oposición, se convierten en altamente peligrosa para la construcción de una sociedad democrática y plural.

En Argentina, desde hace años, pero otra vez en septiembre y en noviembre, se enfrentan dos modelos, no sólo económicos, sino sociales, políticos y culturales. Dos formas de ver el mundo y proyectar el futuro, una profundamente democrática y otra asentada en prácticas abiertamente antidemocráticas. Una fuerza política que trabajosamente busca todos los días el reconocimiento de nuevos derechos y una minoría elitista que, mientras denuncia supuestas restricciones a las libertades y boicotea el cuidado de su propia ciudadanía, sale corriendo al abrazo de las dictaduras de carne y hueso.

Nuestro gobierno, atravesó un contexto absolutamente impredecible y, por supuesto, ha cometido errores, como los cometen todos. Sabemos que existe una distancia entre lo que se pudo hacer y las expectativas generadas. Y también sabemos que falta menos para atravesar esta pandemia y construir la Argentina que todxs deseamos. Sin embargo, en este tema tan crucial, como en otros, este gobierno ha actuado con una conciencia popular y una ética democrática que nos enorgullece. Ensanchemos y profundicemos ese camino.