Editorial

Impuestos a los ricos

Los magnates y los pobres en un tránsito muy desigual frente a la pandemia. EU puede reactivar una discusión global sobre el aumento de impuestos a los millonarios.

El mundo era desigual antes de la pandemia de la covid-19, y ahora está peor. Los que más tenían amasaron más dinero, y los que menos tenían se hundieron en su interminable precariedad. Poco más del 60 por ciento de los multimillonarios en el mundo vieron cómo crecían sus fortunas de manera galopante, y sólo en Estados Unidos, reveló el Institute for Policy Studies en Washington, los millonarios en ese país incrementaron 44.6% sus fortunas entre marzo de 2020 y febrero de 2021, para terminar con una riqueza combinada de 4.26 trillones de dólares, muy superior al Producto Interno Bruto combinado de las cinco economías más fuertes de América Latina, Brasil, México, Argentina, Colombia y Chile.

La concentración de la riqueza es insultante. Sólo Elon Musk, el fundador de Tesla, subió su fortuna de 24 mil millones de dólares a 182 mil billones en ese periodo, muy superior al PIB de países como Uruguay y Ecuador, o de todo América Central junta. De acuerdo con el Banco Mundial, se estima que el número de personas empujadas a la pobreza durante el primer año de la pandemia del coronavirus, fue de 119 a 124 millones, con lo cual se cree que los niveles de pobreza, que habían tenido una reducción sostenida, tendrán su primer incremento en 20 años.

Esta disparidad objetiva lastima y erosiona a las democracias, pero también afecta los propios intereses económicos de los beneficiados por la pandemia. Ya lo vimos el año pasado con la profunda crisis económica que provocó la emergencia sanitaria global. No hay sorpresa alguna. Entre menos dinero haya entre la mayoría de la gente, menor el consumo, las ventas caerán aún más, los negocios sufrirán o cerrarán y la polarización social crecerá.

Es una lógica muy simple que, sin embargo, al entrar en una dinámica natural de agudización de las contradicciones, nos llevan a un diagnóstico ominoso. Los gobiernos no podrán acudir con eficiencia al rescate de quienes menos tienen porque carecen de suficientes recursos, ni habrá presupuesto que resista los esfuerzos unilaterales para la recuperación económica.

¿Es tiempo de que los más ricos paguen una parte de los costos producidos por la pandemia Covid-19? No se ve ningún otro camino. Sólo una transferencia de recursos por la vía de impuestos a los más ricos.

Esta ruta, sin cambio ni ajuste, haría a muchas naciones inviables. La fortaleza de las economías de Estados Unidos y China, a la que tratarán de alcanzar los países más industrializados, no será suficiente para cargar un mundo cada vez más pesado, que es lo que está pavimentando aceleradamente el camino global para que se aumenten impuestos a quienes más tienen.

¿Es tiempo de que los más ricos paguen una parte de los costos producidos por la covid-19? No se ve ningún otro camino en el horizonte, salvo una transferencia de recursos en retorno a lo que han obtenido, por la vía de impuestos a los más ricos.

A principios de esta semana durante un discurso en el Consejo de Asuntos Globales de Chicago, la secretaria del Tesoro estadounidense, Janet Yellen, habló de la necesidad de incrementar los impuestos para que la recaudación ayude a financiar los altos presupuestos necesarios para reactivar la economía.

El presidente Joe Biden los necesita para financiar su ambicioso plan de infraestructura de cuatro trillones de dólares, mediante una especie de impuesto para los ricos, que apoyan los sectores más progresistas del Partido Demócrata, mas no así ni los moderados ni los republicanos, acostumbrados a lo contrario, que se reduzcan los impuestos a los que más tienen.

Esa es su fórmula para impulsar el crecimiento: si pagan menos impuestos más tienen para invertir. Pero no ahora, donde la crisis provocada por la pandemia tiene un impacto universal y sus consecuencias no pueden ser abordadas bajo los esquemas tradicionales.

Un político demócrata que se oponía férreamente a cualquier incremento de impuestos a los más ricos y a las empresas ante el riesgo de pérdida de inversiones, el gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, optó por lo posible y necesario, y negoció con la legislatura estatal un fuerte incremento de impuestos temporal, hasta 2027, de 9.65% a quienes ganen más de 1.1 millones de dólares al año, 10.3% a quienes ganen entre 5 y 25 millones, y de 10.9% para aquellos con ingresos superior a los 25 millones.

Puede perder inversiones, cierto, pero de no hacerlo tampoco le alcanzará el presupuesto para recuperar la economía estatal. Yellen, sin embargo, sostiene que el esfuerzo que hace Estados Unidos no tendrá el impacto deseado ni alcanzará los resultados esperados si no es un movimiento internacional, por lo que durante toda la semana, como reportó la prensa de Estados Unidos, estuvo en conversaciones con sus contrapartes de varios países para alcanzar una tasa mínima global de impuestos corporativos.

El liderazgo de EU arrastra a otras naciones en la misma dirección y reactiva antiguas protestas que chocaron con la oposición de las principales economías del mundo: en particular con la Casa Blanca de Donald Trump.

El liderazgo de Estados Unidos para arrastrar a otras naciones en la misma dirección está realineando antiguas protestas similares que chocaron con la oposición de las principales economías del mundo, en particular con la estadounidense, pero bajo la presidencia de Donald Trump.

En enero del año pasado, Kristalina Goergieva, directora gerente del Fondo Monetario Internacional, dijo que habría que incrementar los impuestos a los ricos para ayudar a cerrar la brecha entre los que más tenían y los que menos, para evitar un mayor daño al crecimiento. En ese entonces, la pandemia del coronavirus apenas empezaba y no se sabía el profundo daño que haría en el mundo.

La realidad finalmente alcanzó a quienes más tienen, y el tiempo a que aporten una pequeña parte de sus riquezas al mundo que les ha ayudado a amasarlas, llegó. Le conviene a ellos, al convenirle a todos. Mirar más alto y lejos, como decía José Ortega y Gasset, es el llamado a la acción.