Salinas, Menem y Fidel

Los ex presidentes de Argentina y México tuvieron vidas e ideas paralelas pero encontraron en La Habana su diferencia irreconciliable.

En la narrativa general se suele equiparar al ahora fallecido ex presidente argentino Carlos Menem y al ex presidente mexicano Carlos Salinas de Gortari como dos protagonistas de la corriente neoliberal en América Latina durante la década del 90.

Los dos mandatarios realizaron reformas de shock en sus países casi al mismo tiempo. Uno tuvo a Pedro Aspe y el otro a Domingo Cavallo. Dos superministros de economía que rindieron culto a la doctrina de post Guerra Fría: menos estado, menos poder de los sindicatos y mayor apertura comercial con el exterior. De ese modo trajeron a la región las reformas que Ronald Reagan y Margaret Thatcher hicieron en sus países.

Pero Menem y Salinas de Gortari tuvieron un punto de choque que nunca alcanzaron a superar: Cuba. Los dos presidentes se reunieron en diversas capitales del mundo. Salinas visitó Buenos Aires dos veces (1990 y 1992) y Menem llegó a México en 1991 pero aún así nunca hubo una posición similar.

Salinas de Gortari siempre procuró ser un mediador entre Estados Unidos y Fidel Castro. Entendió que ese rol le daba un status diferente al de tomar partido contra La Habana como hacían los países alineados con Washington. Por solo citar un ejemplo, el ex presidente mexicano es el artífice de esa diplomacia paralela entre Castro y Bill Clinton que se realizaba a través de Gabriel García Márquez y que era más efectiva por lejos que la vía diplomática.

En la cumbre del Grupo de Río en 1991, en Cartagena de Indias, Ménem llegó con la propuesta de hacer una declaración frontal contra Cuba y de endurecer medidas contra el castrismo. Salinas, apostó nuevamente por su neutralidad, se desmarcó y convenció a los entonces presidentes de Chile y Brasil, Patricio Alwyn y Fernando Collor de Melo de no impulsar esa declaración que finalmente quedaría fuera de agenda.

Los responsables de la política exterior de Salinas entendían que en realidad Menem no estaba demasiado convencido de su frontalidad hacia Castro. Lo veían como una sobreactuación para cultivar la relación con Estados Unidos.

Ménem volvería a la carga contra Cuba en la Cumbre Iberoamericana de Madrid en 1992. En esa ocasión fue más allá y propuso formar una "fuerza latinoamericana" que pudiera intervenir en países donde no había calidad democrática. Castro estaba presente. En esa ocasión Salinas apeló al ex presidente de gobierno español Felipe González, con quien lo une una amistad hasta el día de hoy, para evitar que ese pronunciamiento tomará fuerza. Lo consiguió y luego Castro, ante la prensa española, declaró que se había sentido apoyado por México y España.

Estas contiendas de Palacio, en foros multilaterales y en voz baja, contrastaban con lo que Salinas y Menem era en público. En octubre de1990, en su encuentro en Buenos Aires, celebraron a la par la reunificación alemana, se inquietaron a unísono por la invasión de Irak a Kuwait y hasta llegaron a hablar de un consorcio de empresas argentinas y mexicanas para la ampliación de la Línea D del metro porteño.

Los dos fueron muy amigos de Clinton y de su antecesor George H.W. Bush, veneraron la misma doctrina económica y hasta compartían estilo de atuendo y modo de tratar y seducir a quienes los rodeaban. Se podría decir que Cuba fue su única diferencia sin poder resolver, tan secreta como cautivante.