Menem

Menem y el "giro copernicano" en las relaciones internacionales

Su alianza con Estados Unidos, el mérito del Mercosur y la reunión con Isabel II.

 La política exterior de la década menemista marcó una época y como en otros aspectos de su gobierno, no estuvo exenta de polémica. Lo primero que hay que entender para analizar la agenda internacional de Menem es el contexto en el que tuvo que moverse.

El líder riojano asumió la presidencia el 8 de julio de 1989, cuatro meses antes de la caída del muro de Berlín que dio inicio a fin de la Unión Soviética entre 1990 y 1991. Menem entendió que el mundo bipolar estaba terminado y decidió hacer lo que hicieron muchos otros: jugar al ganador.

Definida como "relaciones carnales" por el Canciller Guido Di Tella o "giro copernicano" por el propio Menem, su gobierno tomó la decisión de alinearse de forma directa con Washington y asumir como propios sus intereses, especialmente en las directivas del Consenso de Washington que diseñó buena parte de las reformas económicas posteriores.

"Menem fue el menos malo de los presidentes peronistas"

En términos comerciales el vínculo fue lógico, lo imponía el clima de época global, lo impulsaban los aliados regionales y lo demandó la propia hegemonía norteamericana y del G7 que en ese entonces representaba el 50 por ciento del PBI mundial. Además, el fin de la guerra fría dejó un escenario sin contrapesos. China no estaba ni cerca del poderío actual y Europa aún no era el sistema de integración que emergió con fuerza a principio del siglo XXI.

En la región adoptaron el mismo camino. Collor de Mello en Brasil, Luis Alberto Lacalle en Uruguay,  Andrés Rodríguez en Paraguay y Salinas de Gortari en México se subieron al mismo tren de "modernización y globalización". Nadie le dijo que no al Consenso de Washington, ni siquiera Nelson Mandela que había ganado con un plan de gobierno de izquierda y terminó aplicando reformas neoliberales. 

El líder riojano asumió la presidencia el 8 de julio de 1989, cuatro meses de la caída del muro de Berlín que dio inicio a fin de la Unión Soviética entre 1990 y 1991. Menem entendió que el mundo bipolar estaba terminado y decidió hacer lo que hicieron muchos otros: jugar al ganador.

De todas formas, Menem fue más allá en el alineamiento internacional con Estados Unidos y buscó liderar el protagonismo de ese mundo nuevo "sin ideologías". Ubicó al país como aliado extra-OTAN, condenó a Cuba, envió naves a la Guerra del Golfo, llevó a cabo la venta de armas a Croacia en 1992 y Ecuador 1995 que habría derivado en la explosión de Fabricaciones Militares de Río Tercero.

Murió Carlos Saúl Menem, el presidente que cambió la Argentina

Malvinas también fue parte de la agenda con dos elementos contrapuestos. Por un lado el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con el Reino Unido y el acercamiento a los isleños a través de una particular estrategia de seducción que incluyó ejemplares del El Principito y muñecos de Winni Poh que lo llevó a pisar suelo inglés en 1998 y a visitar Isabel II al Palacio de Buckingham en 1999. Sin embargo, no todo fue frivolidad y desmalvinización, en 1994 se incorporó el reclamo de soberanía a la Constitucional Nacional. 

En la región adoptaron el mismo camino. Collor de Mello en Brasil, Luis Alberto Lacalle en Uruguay,  Andrés Rodríguez en Paraguay y Salinas de Gortari en México se subieron al mismo tren de "modernización y globalización". Nadie le dijo que no al Consenso de Washington, ni siquiera Nelson Mandela que había ganado con un plan de gobierno de izquierda y terminó aplicando reformas neoliberales.

El atentado contra el embajada de Israel en 1992 y la AMIA en 1994 nos puso en el ojo del terrorismo internacional. Para el gobierno de entonces se trató de un atentado orquestado por Irán y ejecutado por Hezbollah mientras que otros hablan de una compleja trama geopolítica de la que Argentina quedó enredada producto de su alineamiento automático con Estados Unidos. Como sea, encubrimientos mediante, esa herida sigue abierta y Menem se llevó consigo la verdad de los hechos. 

Finalmente, vale destacar algunos hitos que se mantiene hasta hoy que se alejan de la idea de que la política exterior menemista fue únicamente relaciones carnales y subordinación.

La fundación del Mercosur en 1991 que puso la semilla dela integración regional como política de estado, la creación de la Agencia Brasileño-Argentina de Contabilidad y Control de Materiales Nucleares y el Tratado de No Proliferación Nuclear.

Tiempo más tarde, con la narrativa de "volver al mundo", Mauricio Macri retomó esa misma agenda pero el mundo había cambiado, ahora el G7 representaba menos del 30 por ciento del PBI y el libre comercio lo empujan con fuerza China y el sudeste asiático. En el juego de las comparaciones, Menem tuvo menos opciones que Macri que decidió aferrarse a las cercanías ideológicas. 

Menem jugó las cartas que le demandó su tiempo tal como Néstor Kirchner comprendió la importancia de la alianza  estratégica de China para el multilateralismo de la década del 2000. Como buen justicialista, siguió los movimientos del poder y  puso todo para ser el mejor aliado de la potencia hegemónica. Cedió demasiado, cometió errores pero dejó una marca.