Rosario, de la ciudad de la amistad al silencio

Años atrás, el slogan ciudadano no era otro que "Rosario Ciudad de la Amistad". por estos tiempos, el único salto trasfronterizo producido por Rosario radica en la violencia de su quehacer cotidiano.

 En el corazón de la ciudad está la amistad decía Aristóteles. La Philia (amistad) es utilizada por el griego para definir relaciones sociales que van desde lo personal hasta lo económico pasando por lo político y lo militar. La amistad es el vehículo del bien común, de la política y de la perfección de los humanos. La modernidad contractualista solapó aquella consideración griega y condenó la amistad al reducido espacio de lo personal o de lo intimo. La celebración privada la encarceló en espacios cerrados de códigos, lealtades y otras bondades a tiro de mercado.

Sin embargo, la amistad siempre está allí y sigue siendo, en su despliegue, tan fundamental como en los orígenes. García Márquez decía que Cien años de Soledad es una colección de relatos de sus amigos; Borges que la amistad es más perfecta que el amor; Roberto Bolaños la coloca como único fin verdadero de la soledad que aporta el mundo. Podríamos citar decenas de autores, para la literatura, la amistad es insustituible.

También podría resultar interesante observar el fenómeno desde la filosofía, el arte, y porque no la política y la economía. Menos difundidos por la Ciencia Política y Económica Oficial, se multiplican en el mundo los movimientos y pensamientos neo-comunitaristas recuperando las bondades enunciadas por Aristóteles. Hay pocos acontecimientos tan profundamente revolucionarios como situar la amistad en el corazón de una sociedad. El rápido juicio de "ingenuos" es un invento mercantil de la asumida realidad del "yo egoista".

Pero dejemos el marco panorámico, para situarnos en la cercanía. Cuando llegamos a Rosario de nuestra Patagonia natal, el slogan ciudadano de nuestra nueva ciudad no era otro que "Rosario Ciudad de la Amistad". De alguna manera, ser rosarino era ser amigo. Alberto Olmedo hacía semanalmente en TV un culto a la amistad ciudadana de sus orígenes. La figura del negro Fontanarrosa deposita su orgullo en un transitar rosarino anclado en la reunión de amigos. El 20 de julio de cada año, los medios locales asumen la ciudad como Capital de la amistad. Podríamos agregar historias de futbol, de música, de negocios, de universidad o de política. Muchas veces hemos pensado que ese culto, que ese modo identitario de habitar la ciudad ha sido su esencia y también su debilidad ante las aspiraciones de negocios e intereses que requieren mayores dosis de egoísmo y anonimato. Los urbanistas y planificadores hablan habitualmente de la escala humana de Rosario. Las precisiones conceptuales obligan a situarla en el tamaño, acceso a los bienes culturales, sustentabilidad, etc. Somos propensos a creer que la Philia no puede descartarse como eje explicativo del ser ciudadano. "Hacete Amigo, Hacete Rosarino".

Sin embargo, las intenciones de este escrito no se depositan en una moción cándida. No estamos empeñados en un espíritu celebrativo de comarca. Nos resultaría interesante una discusión sobre bondades y perjuicios de la identidad rosarina y su urgente necesidad de apertura a un proyecto de escala nacional y global. El problema es que, por estos tiempos, el único salto trasfronterizo producido por Rosario radica en la violencia de su quehacer cotidiano.

Todos vivimos a diario la muerte en "la capital de la amistad". Pero dos hechos recientes profundizan el panorama. La muerte de niños y el descuartizamiento de cuerpos, sin olvidar que los asesinatos ya no son barriales sino abarcativos de toda la geografía de la amistad. Niños muertos a balazos y madres desconsoladas sin rostro. Conciencia tan justa como traicionera que corta puentes y genera reacciones aireadas para defender humedales y calla ante la muerte de vidas inocente. El cachetazo de la sangre que silencia y solo abre murmullos y sospechas. Amigos cobardes que pierden los códigos de su identidad. Callan.

Las imágenes de cuerpos descuartizados profundizan el duelo. Los amigos, el barrio, impedidos de llorar ante pedazos de carne que ya no solo simbolizan la muerte sino la descomposición absoluta de lo colectivo. Conciencia justa y traicionera que moviliza por canchas de futbol 5 y bares que piden apertura en pandemia y callan ante la carnicería humana.

En un artículo anterior reclamábamos una Comisión de la Verdad para la ciudad con el nombre que se quiera. Era una formulación técnica para empezar a recuperar la Capital de la Amistad. Los amigos necesitan despejar la sospecha, y el silencio, reconocer las explicaciones y el dolor, aún los errores. No podemos callar más. Y mucho menos pensar que la solución está en la Policía y la seguridad. Pronto Alberto no reirá y el Negro finalmente partirá a Buenos Aires, Aquí ya no habrá amistad para disfrutar y compartir.