Coronavirus

Europa impone a Sánchez reformas estructurales para liberar los fondos de rescate

La idea de una "solidaridad monitorizada" se impone en la Cumbre del Consejo Europeo, donde prevalece la idea de los duros como Holanda de vincular las ayudas económicas a reformas estructurales.

En contra de lo deseado por países como España o Italia, el primer Consejo Europeo que se celebra en Bruselas post pandemiam rezuma soberanía de los Estados miembros frente al proyecto de integración europea. A pesar de la respuesta común, ambiciosa e inédita por parte de las instituciones europeas, el sí quiero definitivo a los fondos de recuperación tras la crisis del Covid-19 pasa por los jefes de Estado y de Gobierno de los 27. Sobre la mesa, 750.000 millones de euros con un dilema: ayudas directas o créditos.

Este sábado en la segunda jornada de reunión todo apunta a que ni la cuantía estimada para España (140.000 millones de euros), ni las condiciones de dichas ayudas serán del todo las anheladas. Un hecho que el propio Pedro Sánchez reconocía días atrás en su ruta de citas bilaterales por la Unión.

Solidaridad sí, pero monitorizada. Éste es el principal mensaje que reina este fin de semana en Bruselas. ¿Y qué significa esto? Que sea cual sea la cantidad acordada, se trate de préstamo o subvención, la rendición de cuentas y la reforma estructural de ciertos sectores será conditio sine qua non para que España se beneficie generosamente de los fondos de recuperación para superar la crisis sanitaria y socioeconómica acaecida con el coronavirus.

Sea cual sea la cantidad acordada, se trate de préstamo o subvención, la rendición de cuentas y la reforma estructural de ciertos sectores será conditio sine qua non para que España se beneficie de los fondos de recuperación para superar la crisis por el coronavirus.

Como ya adelantaba LPO en la guía para seguir este Consejo Europeo, los programas nacionales que incorporen reformas estructurales y objetivos de estabilidad fiscal a partir de 2022, tendrán que ser aprobados por una mayoría cualificada de los socios europeos antes de recibir los fondos. Un sistema de votación que requiere de un mínimo del 55% de los miembros del Consejo, que incluya al menos a quince de ellos y represente a Estados miembros que reúnan como mínimo el 65% de la población de la Unión.

Mark Rutte, primer ministro de los Países Bajos, y uno de los principales escollos de la negociación, ha declarado a la prensa en varias ocasiones que lo razonable es exigir reformas estructurales en el mercado laboral para garantizar una zona euro fuerte y resiliente en un momento de incertidumbre mundial en aras de restar vulnerabilidad a países como España o Italia.

Un poco más al norte, en Suecia, su primer ministro Stefan Löfven, quien comparte familia política con el presidente Sánchez, aboga por reducir números y porcentajes, inclinando la balanza sobre la opción de los créditos frente a fondos perdidos, y si viramos al este, con los países del Visegrado, estados como Polonia o Hungría se niegan a ningún tipo de intervención que suponga, a priori, restar soberanía a su gestión.

Con este panorama, el eje franco-alemán formado por Merkel y Macron parece ser el hilo de luz al que se agarra España, pero ha de tener cuidado para no ser víctima de espejismos como ya pasó con la candidatura de Nadia Calviño para presidir el Eurogrupo.

"Juntos para la recuperación de Europa". Con este lema Merkel daba inicio a principios de mes a la presidencia alemana del Consejo. Por delante, seis meses al frente de la UE cuya gestión no solo será recordada por un momento crucial para el proyecto europeo, sino porque será el acto final político de la canciller ya que, en breve, se retirará de la primera línea política alemana y europea.

"Alemania está preparada para mostrar una solidaridad extraordinaria", destacó en su discurso, "para construir una Europa verde, innovadora, sostenible, más digital y competitiva. "Europa es capaz de grandes logros si trabajamos unidos y nos mantenemos juntos en la solidaridad", concluyó.

Justo a eso, y al beneplácito de Francia, se aferra España en este Consejo Europeo que promete terminar sin conclusiones definitivas y con un emplazamiento a finales de julio. Sin embargo, ir de la mano franco-alemana no asegura éxito en las peticiones.

El pasado 9 de julio, partiendo como favorita y respaldada públicamente por Francia, Alemania e Italia, la vicepresidenta Nadia Calviño perdió en segunda ronda la posibilidad de presidir el Eurogrupo porque, a última hora, su homólogo irlandés Paschal Donohoe obtuvo en los descansos de la deliberación la confianza de su familia popular europea a la que la idea de una mayor integración del Euro no acaba de convencer.

Sin embargo, y a pesar de los evidentes impedimentos, ni España, ni las instituciones europeas se rinden. Tanto la presidenta de la Comisión, Von der Leyen, como el presidente del Parlamento Europeo, David Sassoli, siguen instando a los Estados a apostar como nunca por la UE con una propuesta de 1,1 billones, como defiende la Comisión Europea desde 2018 para el presupuesto comunitario.

"Hoy, es el Día-D de la Europa del siglo XXI. La Unión ha reconocido que la solidaridad y un enfoque común es la única receta para el renacimiento de nuestra economía y para proteger a nuestros ciudadanos y trabajadores, con la mirada puesta en el futuro y en el legado que dejaremos a las próximas generaciones". Sassoli festejaba en junio la buena acogida por parte de la Eurocámara de la propuesta de la Comisión de los 750.000 millones de euros para la Next Generation del continente.

Además, en ese momento, el apoyo ciudadano sondeado por el Eurobarómetro del momento mostraba que más del 60% de la población en Europa estaba de acuerdo con dotar de más recursos a la UE y ceder más competencias para la gestión de una crisis como la vivida.