Coronavirus

Sin salud no hay economía

La comparación de Noruega y Suecia que hizo el presidente, muestra que la estrategia de inmunización de rebaño no previene la caída de la economía.

En su conferencia de prensa del viernes, donde anunció la extensión del Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio, el presidente Alberto Fernández, se refirió a los datos sanitarios de dos países modelo para el resto del mundo: Suecia y Noruega. Los nórdicos, conocidos por su Estado de Bienestar en todo el mundo, afrontaron de manera diferente la crisis provocada por la covid-19.

Cuando Noruega dictó una cuarentena obligatoria, Suecia decidió, hasta el día de hoy, buscar la inmunidad de rebaño, permitiendo que la vida siga más o menos de la misma manera en la que venía sucediendo. Las consecuencias de esto son que Noruega tiene 14 veces menos muertos que Suecia, un país de 10 millones de habitantes, cuenta con más de 3000 víctimas fatales causadas por la pandemia. A su vez, el PBI sueco se contraerá en 2020 un 6,9% respecto del año pasado según las cifras más optimistas.

El ejemplo sueco, junto a los casos de los Estados Unidos y Brasil, sirven para entender por qué, priorizando la economía, no sólo se pierden miles de vidas humanas si no que al mismo tiempo, se destruye el aparato productivo de los países.

La dicotomía que enfrenta a la economía contra la salud, claramente es falsa, ya que por ejemplo, los Estados Unidos, que priorizaron la economía, sufrieron la peor caída de su Producto Bruto Interno y el mayor índice de desempleo desde la depresión de 1929.

El desempleo, que a comienzos de año se encontraba en 3,5%, el mejor índice de los últimos cincuenta años, pasó a 14,7% en abril. Esto representa, en términos reales, la pérdida de 20,5 millones de empleos en tan sólo durante ese mes, lo cual complica las posibilidades re-eleccionistas de Donald Trump en noviembre próximo.

Desde que comenzó la crisis, a mediados de marzo, 33,3 millones perdieron su empleo en EE.UU., según datos oficiales del Departamento de Trabajo. El presidente venía basando toda su campaña en base a sus éxitos económicos, que se derrumbaron a causa de la pandemia. A su vez, en el primer trimestre, el PBI se contrajo un 4,8% en su proyección anual. Mucho peores aún son los datos en materia sanitaria. Estados Unidos registra el peor número de fallecidos en todo el mundo: 75.000 seres humanos.

Trump viene respondiendo de maneras que serían impensadas para otros países. El Congreso le aprobó un paquete de ayuda de tres billones de dólares, y la Reserva Federal inyectó liquidez, contradiciendo sus políticas económicas históricas. Sin embargo, ni siquiera esto parece ser suficiente para remontar la situación económica.

Aunque el presidente asegure que el país "no puede permanecer cerrado", lo cierto es que ni siquiera abriéndolo de un día para el otro se recuperarían los empleos perdidos. Muchas empresas que cerraron debido a la pandemia temen no poder volver a abrir sus puertas. Si esto sucede en una de las economías más poderosas del mundo, mucho peor es el potencial escenario en países como Brasil. Allí, el presidente Bolsonaro también asegura priorizar la economía.

Por estas horas Brasil ya superó los ciento treinta mil contagiados y los diez mil muertos según cifras oficiales, mientras que sus índices económicos no se presentan mucho mejores. El presidente sigue con su férrea postura de realizar reuniones públicas, de invitar a los ciudadanos a que salgan de sus casas o incluso mantener abiertos los shoppings y realizar actos masivos. Se muestra sin tapabocas, a pesar de que funcionarios de su gobierno hayan dado positivos por el virus.

La producción industrial brasileña se desplomó un 9,1% en marzo respecto del mes anterior. Para el presente año, el Fondo Monetario Internacional ya prevé una contracción del 5,3% en el PBI del país. El real brasileño se encuentra en mínimos históricos respecto del dólar. En lo que va del año, la moneda del gigante sudamericano se depreció un 41,82% respecto de su par estadounidense. La devaluación sólo en los últimos siete días fue del 4,5%. Todavía no hay datos oficiales sobre el impacto de la pandemia en el desempleo en Brasil, que a comienzos de este año se encontraba en 11%, el menor en tres años.

El grave problema que enfrentan la mayor parte de los países del mundo occidental hoy es que, aunque re abran sus puertas de manera unilateral, el resto permanecerán cerradas. Si hay algo claro es que el mundo posterior al coronavirus no será el mismo que lo precedió. Todavía es muy pronto para realizar pronósticos inequívocos, y si algo nos enseña esta pandemia a los analistas es que debemos tener la humildad suficiente como para no hacerlo de manera aventurada.

No obstante, es fácil avizorar que el número de personas afuera del sistema se incrementará a medida que pasen los meses, y será extremadamente alto una vez pase la crisis sanitaria. Por ello, el futuro de nuestros países dependerá de la capacidad de respuesta que tengan los Estados frente a los reclamos de los excluidos del circuito de producción y consumo.

La exclusión social se acelerará, de la misma manera que lo hará una tendencia que ya venía en alza: un mundo de puertas cerradas. Por lo pronto, si algo se puede asegurar, en base a los ejemplos probados, es que sin salud, no hay economía.