Sin futuro para los migrantes

La brutal imagen de un padre ahogado junto a su bebé mientras intentaban cruzar la frontera hacía los EEUU dio vuelta al mundo. Es la cara de una grave problemática regional sin solución en el mediano plazo.

El mundo se ha visto conmovido nuevamente por la brutal imagen de un padre ahogado junto a su hija que no llegó nunca a cumplir dos años. Los migrantes salvadoreños no lograron cruzar el Río Grande, para llegar a los Estados Unidos. Tan sólo durante el año pasado, en la vasta frontera de 2000 millas que separa México de los Estados Unidos, entre el desierto de Sonora y el Río Grande, según los registros murieron 283 migrantes. Seguramente, la cifra sea considerablemente mayor, ya que muchos son arrastrados por el río o quedan enterrados en el desierto, derrotados por el calor y la falta de hidratación. La semana pasada, por ejemplo, fueron encontrados muertos allí una mujer junto a un niño y dos bebes. El hombre se llamaba Óscar Alberto Martínez Ramírez, su hija, de 23 meses, Valeria. Fueron arrastrados por la veloz corriente del río ante la horrorizada mirada la esposa de Martínez y madre de Valeria, que contó la escena en medio del llanto desconsolado.

Mucho se ha hablado de manera selectiva en los medios masivos de comunicación, especialmente en los últimos años, sobre la migración masiva de venezolanos. También sobre los refugiados sirios que tienen que escapar del conflicto armado que asola el país desde 2013. Sin embargo, poco se dice sobre los refugiados yemeníes, expulsados de Yemen por una guerra que desde 2015 se cobró cerca de diez mil víctimas civiles. Aún menos se habla de los migrantes provenientes de la región de Centroamérica y el Caribe. Según datos de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, en lo que se denomina "Triángulo Norte" -Honduras, El Salvador y Guatemala-, tan solo en 2017 se registraron 13.129 homicidios.

La región está infestada por las drogas, las pandillas y la violencia, consecuencia de la desigualdad económica que la acercan a los niveles de algunos países africanos. Mientras que el promedio mundial es de 5,3 homicidios por cada 100.000 habitantes, en Honduras es de 42,7, Guatemala cuenta con 32, y El Salvador lidera la zona con la cifra de 60 asesinatos cada 100.000 personas (en contraste con Cuba, donde la cifra es de 5, similar a la Argentina que tiene 5,2).

La imagen puede recordar a la del niño muerto en las playas turcas, cerca del mar Mediterráneo, en 2015. Sin embargo, a diferencia de un conflicto armado donde el mundo tenía puesto el foco de su atención, en este caso se trata de una zona asolada por la miseria a largo plazo, con pocas posibilidades de solución en el futuro cercano.

Mientras líderes como Matteo Salvini en Italia hacen gala de su política de "Porti Chiusi" (Puertos Cerrados) con un hashtag del mismo nombre en sus redes sociales, prohibiendo la entrada de migrantes africanos y árabes, varados en barcos precarios en el Mediterráneo, Trump hace lo propio con los migrantes centroamericanos. El presidente no ha dicho nada al respecto de la fotografía en cuestión. Pero es de sobra conocida su aversión a los migrantes mexicanos y centroamericanos. En un célebre discurso de campaña había dicho que "no envían a sus mejores personas, mandan a sus violadores, sus asesinos, y supongo que algunos serán buenas personas".

La situación, además tiene una arista de género de la cual no se habla mucho. Según datos el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), las mujeres representan alrededor del 50 por ciento de las aproximadamente 244 millones de personas desplazadas en el mundo por motivos económicos, bélicos o por persecución política. Muchas de ellas son forzadas a la explotación sexual, a trabajos poco remunerados o a situaciones graves de violencia. En un artículo del diario New York Times de marzo pasado, varias víctimas relataban cómo, en la frontera entre México y Estados Unidos, eran obligadas a "pagar con su cuerpo" para poder pasar. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), uno de cada seis trabajadores domésticos en el mundo son migrantes internacionales, mientras que las mujeres representan el 73,4 por ciento en ese rubro. A pesar de ello, solo 22 países ratificaron el Convenio de la OIT sobre las trabajadoras y los trabajadores domésticos. Por lo que las mujeres en esa situación sufren una doble vulnerabilidad: la de ser migrantes y trabajadoras domésticas cuyos derechos no son respetados.

El presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador se refirió a otra fotografía de estos días que muestra a oficiales de su Policía Militar separando una familia en la frontera. Respondió críticas contra su gobierno, acusado de separar a las familias en la frontera: "Es más que nada regular la entrada en el sur, si se dieron estos casos, pero no es esa la instrucción que tienen, no es hacer esa labor, es un trabajo que en todo caso le corresponde a los agentes de migración, no al Ejército". AMLO, que viene enfrentando fuertes críticas contra los "excesos" de las Fuerzas Armadas del país contra los migrantes, se mostró a favor de "controlar el flujo migratorio" pero "respetando los derechos humanos". El mandatario no quiere ningún tipo de enfrentamiento político o diplomático con su homologo estadounidense. Por ello pidió "mesura" al respecto. Lo cierto es que por ahora no ha encontrado ningún tipo de solución ni siquiera atenuante respecto de la grave situación en la frontera.

Hace tan solo algunos días funcionarios del gobierno estadounidense aseguraban que no tenían "obligación legal" de alimentar a los miles de seres humanos encerrados en cuasi campos de concentración en El Paso, Texas. Inclusive a los niños, separados de sus familias que pedían leche o agua. Allí se encuentran aproximadamente 13.400 personas que intentaron cruzar de manera ilegal la frontera con los Estados Unidos. Las instalaciones están ampliamente desbordadas y las situaciones de vida allí son infrahumanas.

El Papa Francisco subió en mayo de este año a ocho niños refugiados en el Papamóvil durante una audiencia general en El Vaticano. Hoy, más que nunca, es necesario retomar ese mensaje. Es imposible un desarrollo humano con muros en lugar de puentes. El fenómeno de la migración es posible debido a la catástrofe humanitaria que ahora mismo está sucediendo en los países más pobres. Sí a esa situación se le agrega el cierre total de las fronteras, los gobiernos que hacen esto empujan cada vez más personas a la falta completa de futuro.