Sociedad

La máquina de hacer pobres

La pobreza golpea a la infancia como a ningún otro segmento etaria: uno de cada dos niños no cuenta con lo mínimo para tener un mejor futuro. Eso nos condena a todos.

Argentina es uno de los países que menos han aprendido de la rica historia que nos presenta satisfecha la humanidad. El mundo ha sobrevivido a prácticamente todo: desastres naturales, guerras mundiales, enfermedades epidémicas y demás. Incluso (y a pesar de) con todo ello el mundo ha logrado vencer a nuestros eternos y despiadados rivales: la inflación y la pobreza.

Aquí no hay ideologías partidarias: ni el radicalismo de Alfonsín, ni el peronismo, ni la Alianza de finales de los años 90 ni el kirchnerismo ni Cambiemos han logrado siquiera paliar el avance de los cánceres argentinos, muy por el contrario los han agravado: en algo más de 35 años hemos creado un tercio de argentinos pobres. Y en esto la responsabilidad es de todos.

Los argentinos nos seguimos debatiendo si sería atinado realizar cambios profundos y estructurales cuando se tiene entre las manos un contexto social completamente adverso. Todavía creemos que es mejor no hacer nada que intentar hacerlo. Aún creemos que es mejor apostar nuestro futuro en temores infundados. Cada vez que se nos presenta esta disyuntiva entre el hacer lo que se debe y seguir jugando a los sentimentalismos de poca monta, la máquina de generar pobres no tiene freno: en menos de cuatro décadas hemos multiplicado pobres como nadie lo ha hecho (o al menos como nadie lo hizo en dentro del marco de una sociedad civilizada, democrática y libre) con las banderas del Estado presente, la justicia social y frases populistas llenas de pobreza, subdesarrollo y denigración.

La máquina de generar pobres es tan exitosa que trabaja como debería funcionar un país: mirando e invirtiendo en el futuro. Y esta maquinaria es tan perfecta que hoy tiene entre su combustible el más perfecto de los andares: la mitad de los chicos en Argentina son pobres. Y no hay mejor futuro para la generación de pobreza que nuestros jóvenes no cubran sus necesidades básicas.

En caso de seguir en este estado de discurso que promete siempre esquivar la realidad, el futuro de la próxima generación será un completo cúmulo de pobreza. A aquellos niños y jóvenes que deberán el día de mañana brindarnos un futuro mejor, un futuro de integración, crecimiento y riqueza, un futuro distinto, al día de hoy, la máquina de pobres no nos permite alimentaros ni educarlos, ni cuidarlos ni hacerlos dignos. Simplemente nos permite multiplicarlos para las zozobras políticas del momento que son acompañadas por los negocios impunes de sociedades que no quieren ver los frutos de la libertad, ya que viven del encierro y el sometimiento.

Es sorprendente la pasividad de los argentinos ante una corporación que nos somete sistemáticamente a la creciente pobreza desde hace ya varias décadas y que hoy nos muestra el resultado de su trabajo de una manera extremadamente cruel: ya no solo es gente acechada por una mala alimentación, sino que la perfección de la destrucción humana se nos presenta con falta de educación, drogas que limitan el intelecto y la vida. Además de la violencia y, por sobre todo, la falta de entendimiento en las causas, lo que nos enjuicia con sentencia a un futuro sin nada más que la nada misma.

Continuemos sin cambiar, sin hacer lo que debemos hacer que un día: dentro de poco tiempo más será tarde, tan tarde como irreversible.