Dolar

El FMI es un síntoma

Macri decidió ignorar el mensaje del mercado, que pidió un ministro fuerte y ajuste coordinado.

El mensaje de Macri contuvo una fantasía que subyuga a la Casa Rosada: la supervivencia del gradualismo, esta vez gracias al pulmotor del Fondo Monetario Internacional. El organismo que dirige la francesa Christine Lagarde aportará los dólares para seguir financiando el aterrizaje suave, que si alguna vez existió, murió el viernes pasado cuando el Gobierno anunció un paquete de ajuste clásico que incluyó llevar la tasa al 40% y suspender el gasto en obra pública.

Se trata por supuesto de una expresión de deseos, sostenida por funcionarios claves del Gobierno, en análisis del estilo: "Lagarde respalda a Macri y por eso nos va a prestar la plata sin condicionamientos".

La verdad es que la señora Lagarde no es la dueña del FMI y debe lidiar con un staff técnico que tiene una visión muy crítica de la demora de Macri en normalizar la economía. El abultado déficit, que persiste en términos globales en los mismos niveles heredados de Cristina, es la principal luz roja del experimento gradualista.

Este mismo martes hubo una señal de lo que viene. A Washington viajó Dujovne, que es el encargado de ajustar el gasto. No lo hizo Caputo que es el ministro que se dedica a tomar deuda. Un indicio importante de las prioridades en la negociación que comienza con el FMI.

El "anuncio" de Macri fue de una precariedad notable. Se basó en un llamado telefónico para iniciar conversaciones por un crédito del que se desconoce el monto y los términos.

Voceros oficiales dejaron correr que serían unos 30 mil millones de dólares. Pero lo cierto es que el "anuncio" fue de una precariedad notable. Todo lo que hubo fue un llamado a Lagarde para iniciar conversaciones. La oposición enseguida lo vinculó al blindaje de De la Rúa, pero aquello fue el anuncio de un acuerdo cerrado.

Si en efecto, lo que se acuerde es una línea precautoria, estas son de montos bajos en término de países, salvo para economías mucho más ordenadas como la de México.

Esta negociación se despliega además en un marco inadecuado. El gradualismo como lo conocimos murió. Pero con el anuncio de este martes, se puede constatar que las causas de su fracaso, siguen vigentes y el acuerdo con el FMI es un síntoma de todo lo que no funciona.

El mensaje de los mercados durante la corrida fue bastante transparente: Macri debería nombrar un ministro de economía fuerte, sin la tutela del tridente de la Jefatura de Gabinete, que apile todos los ministerios del área económica y con ese poder, encare un proceso de ajuste coordinado. Las últimas encuestas revelan que este sentido común es compartido por el ciudadano de a pie.

Macri eligió ignorarlo. Prefirió ir al FMI antes que modificar su diseño del poder, que es la causa que explica porque gente valiosa y hasta medidas que miradas de manera aislada pueden ser eficaces, no funcionan. Antes que un problema económico, Macri tiene un problema de conducción política. Si no resuelve lo segundo, difícil que se arregle lo primero. Es posible, pero tortuoso y sobre todo, de un riesgo innecesario.

Por momentos, daría la impresión que la Argentina debe lidiar con la obstinación del presidente por defender un diseño que se ha mostrado poco eficaz, al mismo tiempo que intenta resolver problemas de enorme complejidad. Como si más importante que encontrar soluciones fuera tener razón, en una pulseada imaginaria con un círculo rojo que en su momento tal vez ayudó a Macri, Durán Barba y Marcos Peña a definirse como algo distinto, pero que a esta altura es un ¿debate? sin espectadores interesados.

Sin embargo, un ruido de fondo surge entre tanta reafirmación del rumbo. LPO reveló que Macri se contactó con Guillermo Nielsen y recibió a Martín Lousteau para conocer de primera mano su diagnóstico -que sabe crítico- sobre la situación económica. ¿Es el tanteo de un giro más profundo? No lo sabemos. 

El acelerado regreso al FMI sugiere además que la situación real del Banco Central es más delicada de lo que ya se sabe, con reservas netas que apenas superan los 20 mil millones de dólares.

En definitiva este regreso al Fondo con gusto amargo, es complejo porque llega como resultado de un fracaso, como último recurso para ganar tiempo frente a un mercado que no está encontrando las respuestas que espera.