Caso Maldonado

Esquel: Un caso testigo de la polarización de la sociedad por Santiago Maldonado

El apoyo a los gendarmes y el odio a los mapuches escaló en dos meses.

"Sabíamos que iba a haber un muerto", dice Elvira Gauna, titular de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos de Esquel. En enero, Gendarmería entró a la Pu Lof de los mapuches, le rompió la mandíbula a uno y a otro lo hizo perder la audición de un oído.

Después de participar de una marcha con diez personas para pedir la aparición de Maldonado, Gauna se encontró dos veces con un dron que la seguía entre los cerros. La familia de Maldonado también había denunciado que Gendarmería los espiaba. Tras el escándalo, los gendarmes empezaron a vestirse de civil.

El espionaje en Esquel trasciende los gobiernos. En 2015, Pablo Quintana, periodista de Radio Kalewche, vio su foto arriba del escritorio de un policía. Luego se descubrió que un espía de la Agencia Federal de Inteligencia, que por entonces manejaba Oscar Parrilli, recolectó información de unos 30 dirigentes que pertenecían a la comunidad mapuche y a movimientos sociales de Esquel, en su mayoría vinculados al movimiento "No a la Mina".

El espía, según las declaraciones que se aportaron a la investigación, estaba interesado principalmente en Facundo Jones Huala, el lonko mapuche que hoy está preso en una pequeña cárcel a pocas cuadras del centro de Esquel. Maldonado murió por pedir la liberación de Jones Huala.

Por esa causa que cayó en manos de Guido Otranto, el primer y frustrado juez del caso Maldonado, fueron procesados dos fiscales y dos comisarios. Hace una semana los sobreseyeron. Sólo quedó procesado el espía.

Otranto, apedreado la semana pasada, se quiere mudar a Río Negro para ser camarista. Pero ya se ganó el odio de Mario Das Neves, que lo amenazó con un jury luego de que el juez federal se opusiera a aplicar la ley antiterrorista contra los mapuches. Los mapuches, que consideraban al juez un aliado por ese y otros gestos, ahora lo culpan de encubrir a Gendarmería tras la desaparición y muerte de Santiago Maldonado.

La marcha a favor de los gendarmes.

Los organismos de Derechos Humanos y los mapuches admiten que el caso Maldonado visibilizó el conflicto por las tierras que reclaman desde hace décadas.

Pero esta vez, a diferencia del conflicto de 2006 cuando Benetton tuvo que lidiar con un grupo de mapuches en Italia, la empresa fue sugestivamente omitida tanto por los medios como por la Justicia y las autoridades provinciales y nacionales.

"Cuando se vaya la espuma del caso de Santiago, los mapuches van a quedar más solos que nunca y Gendarmería con sed de revancha por haberlos expuesto", indica Gauna.

Para ese aislamiento, Benetton no sólo tiene aliados en el poder y en las fuerzas de seguridad: tiene a la opinión pública de su lado.

Esquel, que de por sí siempre tuvo una importante población militar por su cercanía con la frontera, se militarizó aún más en los últimos años.

No hubo marcha por Maldonado en Esquel que superara en número a la que los "vecinos" hicieron el pasado 15 de septiembre en apoyo a "las autoridades, la justicia y las fuerzas de seguridad".

El odio visceral a los mapuches de buena parte de la sociedad esquelense juega un papel fundamental en esa grieta. "La mujer que ayuda en mi casa, que es descendiente de mapuches, me dijo que ‘estos indios vienen a robarnos nuestro paraíso'. Le tuve que explicar que eso hizo la Conquista del Desierto con los mapuches", señala una activista social del pueblo.